miércoles, 3 de octubre de 2018

Serenidad. 2ª parte.



     Acudimos al Espacio Directivo de la Comunidad Mazdrileña para pedir el permiso para bañarnos. Sonaba ridículo. Pablot debía pensar lo mismo que yo, pero los demás habían entrado en un estadio de optimismo incipiente. Cuando el recepcionista escuchó la petición de boca de Virsen, nos mandó al Espacio de Espera mientras cogía el i-phonio. Pasaron diez minutos sin que nos diera respuesta. Tal vez hubiera llamado al Espacio de Resalutación para Mentes Quebradas y Dispersas. Los demás se librarían, pero de depresión grado cinco a mente quebrada y dispersa había un paso. A mí me encerraban de por vida, a Pablot con su grado dos tal vez le cayeran unos meses.
     A los quince minutos llegó un joven con uniforme azul bastante más oscuro y formal que el nuestro y nos pidió que le acompañáramos. Debía ser un becario. Nos condujo al ascensor y pulsó la última planta. Salimos a un espacio con increíbles vistas sobre OldMadriz, la M-Castellana, El Retiro y el lugar al que queríamos acceder. El único mobiliario era una gigantesca mesa ovalada rosa rodeada de lujosos asientos morados, tras la cual estaba sentada nada menos que la presidenta de la Comunidad, Manuela Tralalá.
     Nuestro Guía Virsen vendió muy bien nuestra petición y acertó al pedir que acudiéramos a la entrevista con la túnica azul, porque la señora Tralalá nos concedió el uso del Espacio de la Puerta de Alcalá sin poner una sola pega; también ella debió confundirnos con inmigrantes. Abrió su agenda para elegir el día y la hora, como si ese lugar se usara para más folclores y la fecha elegida fue el siguiente martes a las 12:00 A.M. Dispondríamos de una hora para bañarnos en Energía Telúrica.
     La jornada señalada, llegamos a la rotonda de la Puerta de Alcalá vestidos con la túnica azul y con una manta bajo el brazo, dispuestos a bañarnos en el manantial de Energía Telúrica. Había un furgón de los S.L.O. en cada una de las calles y otro a la puerta del Espacio Vegetal el Retiro; habían cortado el tráfico, pero la multitud se agolpaba tras ellos.
     —Serenidad —Virsen, puso su mano en mi hombro. Sabía que me aterraban las multitudes y allí había muchos mirones, aunque estuvieran contenidos por los S.L.O.
     Faltaban cinco minutos para la hora acordada. Cruzamos la calle en dirección al monumento sin que nadie intentara detenernos, nuestra indumentaria nos delataba. A medida que nos acercábamos, estaba más nervioso y el grupo no transmitía la Serenidad que deseábamos alcanzar: los movimientos eran nerviosos, volvíamos la cabeza a un lado y hasta el andar parecía desacompasado. Tal vez sólo fueran las impresiones de una mente algo dispersa.
     Accedimos a la puerta gris sin que sintiera nada especial, aparte del pánico por ser el centro de atención de aquella muchedumbre que se estaría preguntando si éramos inmigrantes a los que se concedía derechos muy por encima de los del resto de ciudadanos o si éramos artistas e íbamos a realizar una performance. Nos situamos bajo el arco central y extendimos las mantas.
    Siete personas con túnica azul esperando bañarse en Energía Telúrica, formando un círculo en torno al supuesto manantial, aunque yo sólo veía hierba. Virsen nos había dicho previamente lo que teníamos que hacer. Elevamos las palmas hacia los lados. Inspirar, retener y expirar, se suponía que nos ayudaría a evadirnos de los pensamientos negativos que nos llevaban a la desesperación debido a la certeza de que nunca llegaríamos a laborar… Logré olvidarlo, pero no a la muchedumbre que nos rodeaba, aunque estuvieran lejos. Nos arrodillamos, y a pesar de la manta, una maldita piedra se me clavó. ¡Quién me mandaría meterme en Serenidad!, nunca me había visto envuelto en algo así. Virsen era un amigo de la adolescencia, un periodo de inconsciencia en el que creíamos que nos aguardaba un futuro prometedor hecho a nuestra medida; no iba a decirle que no y tampoco tenía nada mejor que hacer.
     —El manantial está aquí —susurró Virsen—, aún no somos capaces de percibir su energía porque la desconocemos. Cerremos los ojos, alejemos los pensamientos, dejemos que las sensaciones nos invadan y recibamos el regalo que la madre Tierra, Gaia, ha dispuesto para nosotros.
     Cerrar los ojos me ayudó a dejar de tener miedo a una muchedumbre de mirones que querría saber qué hacía un grupo de lunáticos con túnica azul tomando el sol bajo el arco de un Espacio cuyo acceso estaba prohibido. A medida que sumaran incondicionales, se empujarían y rebasarían el cerco de los S.L.O.,  se nos echarían encima y acabaríamos aplastados.
     Tenía que tranquilizarme, no podía estar como siempre, angustiado por la falta de labor, por tener que depender de mi hermano, por si un día se hartaba de mí… porque la vida aún podía ser peor de lo que ya era. Una vez asistí a yoga en un centro que abrieron en el barrio porque la primera clase era gratuita. Intentaron enseñarnos a relajarnos con la respiración: nos concentrábamos en algo placentero y después vaciábamos la mente, naturalmente no lo conseguí.
     Esta vez tenía que lograrlo. Realice una inspiración profunda: uno, dos, tres, cuatro, cinco; pulmones llenos, aguantar: uno, dos, tres, cuatro, cinco; expiración: uno, dos, tres, cuatro, cinco. Vuelta a empezar, uno, dos… Pasado un tiempo que se me antojó largo, conseguí dejar de contar y en algún momento la muchedumbre y la puerta de Alcalá desaparecieron, siendo sustituidos por la isla de Bora Bora, que conocía por tridimágenes. Era un lugar idílico de aguas cristalinas, vegetación desbordante y altas y afiladas montañas. Me tumbé en la arena, permitiendo que las aguas turquesas y la brisa me acariciaran suavemente. Aire y agua fluyendo a través de mí, acercándome a una felicidad desconocida.


   
    ¿Era felicidad lo que sentía? Tal vez la conocí de niño, pero había olvidado cómo era. El aire puro llenaba mis pulmones, los recorría y pese a expulsarlo, seguía en ellos. Sentí un leve roce en el hombro, debía haberse posado una mariposa tropical de exóticos colores; abrí los ojos para verla y Bora Bora desapareció, sustituida por un círculo de amigos ataviados con túnicas azules y una expresión desconocida en sus caras: debía ser la felicidad.
     ¡Era verdad lo del manantial, la Energía Telúrica manaba de la tierra, y estábamos llenos de ella! Lo habíamos conseguido, ser felices, pese a que la sociedad nos negase el derecho a tener una labor remunerada. Me puse en pie, abracé y fui abrazado, recibí un beso de Edel-a, otro de Laurah y también de Virsen.
     Desde atrás llegaba un ruido plasticoso que desentonaba y la voz de mujer que pedía ayuda para doblarlo, conocía esa voz. Me volví un momento, era la señora Tralalá, a quien ayudaban a doblar su manta. Se había colocado en el límite del recinto herboso del monumento. Al fondo continuaban los curiosos, las calles de acceso llenas; ellos no habían tenido el privilegio de bañarse en el manantial. El flujo energético continuaba, ahora era capaz de percibirlo. De buena gana me hubiera vuelto a tumbar, pero nuestro Guía Espiritual juntó las manos en actitud piadosa.
     —Veo nuestros rostros henchidos de felicidad. Estamos llenos de energía, pero su influjo no será eterno y deberemos volver a beber de esta fuente. ¿Me acompañas a hablar con la señora Tralalá? —me sorprendió que me eligiera, siendo como había sido el más descreído del grupo. Tal vez supiera que ya no era así.
     —Esto está mucho mejor que la Gim Trans Body, no te cansa y sales rejuvenecida —le decía a uno de sus escoltas, visiblemente abochornado, mientras le entregaba la bolsa con la manta plasticosa y una mochila.
     —Señora Tralalá…
     —Ah, sois vosotros —la presidenta interrumpió a Virsen—. Ha estado muy pero que muy supermegasuperfabuloso y tenemos que repetirlo. No vuelvo a las clases de Gim Trans Body, son muy cansadas —ella no se había bañado en Energía Telúrica, estaba muy lejos, pero debía haberse tragado un frasco de euforizantes.
     —La reunión en torno al Vórtice Energético ha resultado sumamente satisfactoria —continuó Virsen—, pero sus efectos se diluirán. Quisiera pedirle si sería posible que volviéramos a reunirnos aquí cada cierto tiempo, aunque tenga que ser de madrugada para no alterar el orden público.
     —Estoy de acuerdo en los efectos beneficiosos de esta Energía… Renovable, y os concedo el permiso. Respecto a la hora, todos los ciudadanos tenemos nuestros derechos y no sé por qué habríamos de venir de madrugada. El único requisito indispensable para la concesión es que estas reuniones estén abiertas a todos los ciudadanos. Tulípez —se dirigió al escolta— dile a Margarito que traiga la agenda.
     Tralalá permaneció callada hasta que el tal Margarito llegó con su agenda. Una vez en su poder la consultó concienzudamente, mascullando horas y jornadas.
     —Podríamos reunirnos aquí los martes y jueves a las 12:00 A.M., durante… ¿una hora?
     —Virsen, ¿puedo intervenir? —él asintió—. Si va a ser una reunión abierta a la ciudadanía, nosotros somos los Canalizadores Espirituales de la Energía Telúrica. Seguiremos manteniendo ese estatus y nos reuniremos directamente bajo el flujo, mientras el resto de los… camaradas se reunirán en círculos concéntricos sobre el asfalto de la rotonda. Supongo que los S.L.O. seguirán prestándonos su apoyo.
     —Por supuesto, será en esas condiciones, necesitamos que canalicéis la Energía Renovable para todos los ciudadanos que deseemos recibirla. Esto va a ser megasuperhappyguay.
     —Si hemos de atender a los acólitos —intervino Virsen—, será mejor disponer de hora y media para conducirlos hacia un estado receptivo.
     —Correcto. Pasaos mañana por el Espacio Directivo para firmar la concesión del uso del espacio público de la Puerta de Alcalá con fines… ¿terapéuticos está megabien?
     —Muy megabien —dijo Virsen visiblemente complacido.
     —Pues hasta mañana —Tralalá estrechó su mano.
     Tendríamos que aguantar a todos los curiosos que se apuntaran, pero habíamos conseguido mucho más de lo que podríamos haber soñado y ellos estarían en segunda fila, más allá de la zona herbosa.
     —Por cierto ―se volvió la señora Tralalá―, ¿dónde puedo comprar un uniforme como el vuestro?
     Jamás había visto dudar al Guía, y ahora estaba realmente perplejo, así que solté lo primero que me vino a la cabeza para echarle una mano.
     —Los Canalizadores han de distinguirse de sus seguidores, que pueden ir de paisano o bien llevar una túnica verde. Hay una tienda de disfraces en el Espacio Mayor, donde nos confeccionaron éstos.
     —Verde. Me gusta. Tengo un primo al que podría conceder la exclusiva de las túnicas energéticas…
     Ella que dijera lo que quisiera, nosotros habíamos sido tocados por la Energía Telúrica Gaiana y aunque siguiéramos sin laboración, habíamos dejado atrás la tristeza; ¡éramos felices! Tal vez podría intentar intimar con Laurah.

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