…
Acudimos al Espacio Directivo de la
Comunidad Mazdrileña para pedir el permiso para bañarnos. Sonaba ridículo. Pablot
debía pensar lo mismo que yo, pero los demás habían entrado en un estadio de
optimismo incipiente. Cuando el recepcionista escuchó la petición de boca de
Virsen, nos mandó al Espacio de Espera mientras cogía el i-phonio. Pasaron diez
minutos sin que nos diera respuesta. Tal vez hubiera llamado al Espacio de
Resalutación para Mentes Quebradas y Dispersas. Los demás se librarían, pero de
depresión grado cinco a mente quebrada y dispersa había un paso. A mí me
encerraban de por vida, a Pablot con su grado dos tal vez le cayeran unos
meses.
A los quince minutos llegó un joven con uniforme
azul bastante más oscuro y formal que el nuestro y nos pidió que le
acompañáramos. Debía ser un becario. Nos condujo al ascensor y pulsó la última
planta. Salimos a un espacio con increíbles vistas sobre OldMadriz, la
M-Castellana, El Retiro y el lugar al que queríamos acceder. El único
mobiliario era una gigantesca mesa ovalada rosa rodeada de lujosos asientos morados,
tras la cual estaba sentada nada menos que la presidenta de la Comunidad,
Manuela Tralalá.
Nuestro Guía Virsen vendió muy bien
nuestra petición y acertó al pedir que acudiéramos a la entrevista con la
túnica azul, porque la señora Tralalá nos concedió el uso del Espacio de la
Puerta de Alcalá sin poner una sola pega; también ella debió confundirnos con
inmigrantes. Abrió su agenda para elegir el día y la hora, como si ese lugar se
usara para más folclores y la fecha elegida fue el siguiente martes a las 12:00
A.M. Dispondríamos de una hora para bañarnos en Energía Telúrica.
La jornada señalada, llegamos a la rotonda
de la Puerta de Alcalá vestidos con la túnica azul y con una manta bajo el
brazo, dispuestos a bañarnos en el manantial de Energía Telúrica. Había un
furgón de los S.L.O. en cada una de las calles y otro a la puerta del Espacio
Vegetal el Retiro; habían cortado el tráfico, pero la multitud se agolpaba tras
ellos.
—Serenidad —Virsen, puso su mano en mi
hombro. Sabía que me aterraban las multitudes y allí había muchos mirones, aunque
estuvieran contenidos por los S.L.O.
Faltaban cinco minutos para la hora
acordada. Cruzamos la calle en dirección al monumento sin que nadie intentara
detenernos, nuestra indumentaria nos delataba. A medida que nos acercábamos,
estaba más nervioso y el grupo no transmitía la Serenidad que deseábamos
alcanzar: los movimientos eran nerviosos, volvíamos la cabeza a un lado y hasta
el andar parecía desacompasado. Tal vez sólo fueran las impresiones de una
mente algo dispersa.
Accedimos a la puerta gris sin que
sintiera nada especial, aparte del pánico por ser el centro de atención de
aquella muchedumbre que se estaría preguntando si éramos inmigrantes a los que
se concedía derechos muy por encima de los del resto de ciudadanos o si éramos
artistas e íbamos a realizar una performance. Nos situamos bajo el arco central
y extendimos las mantas.
Siete personas con túnica azul esperando
bañarse en Energía Telúrica, formando un círculo en torno al supuesto manantial,
aunque yo sólo veía hierba. Virsen nos había dicho previamente lo que teníamos que
hacer. Elevamos las palmas hacia los lados. Inspirar, retener y expirar, se
suponía que nos ayudaría a evadirnos de los pensamientos negativos que nos
llevaban a la desesperación debido a la certeza de que nunca llegaríamos a
laborar… Logré olvidarlo, pero no a la muchedumbre que nos rodeaba, aunque
estuvieran lejos. Nos arrodillamos, y a pesar de la manta, una maldita piedra
se me clavó. ¡Quién me mandaría meterme en Serenidad!, nunca me había visto
envuelto en algo así. Virsen era un amigo de la adolescencia, un periodo de
inconsciencia en el que creíamos que nos aguardaba un futuro prometedor hecho a
nuestra medida; no iba a decirle que no y tampoco tenía nada mejor que hacer.
—El manantial está aquí —susurró Virsen—, aún
no somos capaces de percibir su energía porque la desconocemos. Cerremos los
ojos, alejemos los pensamientos, dejemos que las sensaciones nos invadan y recibamos
el regalo que la madre Tierra, Gaia, ha dispuesto para nosotros.
Cerrar los ojos me ayudó a dejar de tener
miedo a una muchedumbre de mirones que querría saber qué hacía un grupo de
lunáticos con túnica azul tomando el sol bajo el arco de un Espacio cuyo acceso
estaba prohibido. A medida que sumaran incondicionales, se empujarían y rebasarían
el cerco de los S.L.O., se nos echarían
encima y acabaríamos aplastados.
Tenía que tranquilizarme, no podía estar
como siempre, angustiado por la falta de labor, por tener que depender de mi
hermano, por si un día se hartaba de mí… porque la vida aún podía ser peor de
lo que ya era. Una vez asistí a yoga en un centro que abrieron en el barrio
porque la primera clase era gratuita. Intentaron enseñarnos a relajarnos con la
respiración: nos concentrábamos en algo placentero y después vaciábamos la
mente, naturalmente no lo conseguí.
Esta vez tenía que lograrlo. Realice una inspiración
profunda: uno, dos, tres, cuatro, cinco; pulmones llenos, aguantar: uno, dos,
tres, cuatro, cinco; expiración: uno, dos, tres, cuatro, cinco. Vuelta a
empezar, uno, dos… Pasado un tiempo que se me antojó largo, conseguí dejar de contar
y en algún momento la muchedumbre y la puerta de Alcalá desaparecieron, siendo
sustituidos por la isla de Bora Bora, que conocía por tridimágenes. Era un
lugar idílico de aguas cristalinas, vegetación desbordante y altas y afiladas
montañas. Me tumbé en la arena, permitiendo que las aguas turquesas y la brisa me
acariciaran suavemente. Aire y agua fluyendo a través de mí, acercándome a una
felicidad desconocida.
…
¿Era felicidad lo que sentía? Tal vez la
conocí de niño, pero había olvidado cómo era. El aire puro llenaba mis
pulmones, los recorría y pese a expulsarlo, seguía en ellos. Sentí un leve roce
en el hombro, debía haberse posado una mariposa tropical de exóticos colores; abrí
los ojos para verla y Bora Bora desapareció, sustituida por un círculo de amigos
ataviados con túnicas azules y una expresión desconocida en sus caras: debía
ser la felicidad.
¡Era verdad lo del manantial, la Energía Telúrica
manaba de la tierra, y estábamos llenos de ella! Lo habíamos conseguido, ser
felices, pese a que la sociedad nos negase el derecho a tener una labor
remunerada. Me puse en pie, abracé y fui abrazado, recibí un beso de Edel-a,
otro de Laurah y también de Virsen.
Desde atrás llegaba un ruido plasticoso que
desentonaba y la voz de mujer que pedía ayuda para doblarlo, conocía esa voz.
Me volví un momento, era la señora Tralalá, a quien ayudaban a doblar su manta.
Se había colocado en el límite del recinto herboso del monumento. Al fondo
continuaban los curiosos, las calles de acceso llenas; ellos no habían tenido el
privilegio de bañarse en el manantial. El flujo energético continuaba, ahora
era capaz de percibirlo. De buena gana me hubiera vuelto a tumbar, pero nuestro
Guía Espiritual juntó las manos en actitud piadosa.
—Veo nuestros rostros henchidos de
felicidad. Estamos llenos de energía, pero su influjo no será eterno y
deberemos volver a beber de esta fuente. ¿Me acompañas a hablar con la señora
Tralalá? —me sorprendió que me eligiera, siendo como había sido el más descreído
del grupo. Tal vez supiera que ya no era así.
—Esto está mucho mejor que la Gim Trans
Body, no te cansa y sales rejuvenecida —le decía a uno de sus escoltas,
visiblemente abochornado, mientras le entregaba la bolsa con la manta
plasticosa y una mochila.
—Señora Tralalá…
—Ah, sois vosotros —la presidenta interrumpió
a Virsen—. Ha estado muy pero que muy supermegasuperfabuloso y tenemos que
repetirlo. No vuelvo a las clases de Gim Trans Body, son muy cansadas —ella no
se había bañado en Energía Telúrica, estaba muy lejos, pero debía haberse
tragado un frasco de euforizantes.
—La reunión en torno al Vórtice Energético
ha resultado sumamente satisfactoria —continuó Virsen—, pero sus efectos se
diluirán. Quisiera pedirle si sería posible que volviéramos a reunirnos aquí cada
cierto tiempo, aunque tenga que ser de madrugada para no alterar el orden
público.
—Estoy de acuerdo en los efectos
beneficiosos de esta Energía… Renovable, y os concedo el permiso. Respecto a la
hora, todos los ciudadanos tenemos nuestros derechos y no sé por qué habríamos
de venir de madrugada. El único requisito indispensable para la concesión es
que estas reuniones estén abiertas a todos los ciudadanos. Tulípez —se dirigió
al escolta— dile a Margarito que traiga la agenda.
Tralalá permaneció callada hasta que el
tal Margarito llegó con su agenda. Una vez en su poder la consultó
concienzudamente, mascullando horas y jornadas.
—Podríamos reunirnos aquí los martes y
jueves a las 12:00 A.M., durante… ¿una hora?
—Virsen, ¿puedo intervenir? —él asintió—. Si
va a ser una reunión abierta a la ciudadanía, nosotros somos los Canalizadores
Espirituales de la Energía Telúrica. Seguiremos manteniendo ese estatus y nos
reuniremos directamente bajo el flujo, mientras el resto de los… camaradas se
reunirán en círculos concéntricos sobre el asfalto de la rotonda. Supongo que
los S.L.O. seguirán prestándonos su apoyo.
—Por supuesto, será en esas condiciones,
necesitamos que canalicéis la Energía Renovable para todos los ciudadanos que
deseemos recibirla. Esto va a ser megasuperhappyguay.
—Si hemos de atender a los acólitos
—intervino Virsen—, será mejor disponer de hora y media para conducirlos hacia
un estado receptivo.
—Correcto. Pasaos mañana por el Espacio
Directivo para firmar la concesión del uso del espacio público de la Puerta de
Alcalá con fines… ¿terapéuticos está megabien?
—Muy megabien —dijo Virsen visiblemente complacido.
—Pues hasta mañana —Tralalá estrechó su
mano.
Tendríamos que aguantar a todos los curiosos
que se apuntaran, pero habíamos conseguido mucho más de lo que podríamos haber
soñado y ellos estarían en segunda fila, más allá de la zona herbosa.
—Por cierto ―se volvió la señora Tralalá―,
¿dónde puedo comprar un uniforme como el vuestro?
Jamás había visto dudar al Guía, y ahora
estaba realmente perplejo, así que solté lo primero que me vino a la cabeza
para echarle una mano.
—Los Canalizadores han de distinguirse de
sus seguidores, que pueden ir de paisano o bien llevar una túnica verde. Hay
una tienda de disfraces en el Espacio Mayor, donde nos confeccionaron éstos.
—Verde. Me gusta. Tengo un primo al que podría
conceder la exclusiva de las túnicas energéticas…
Ella que dijera lo que quisiera, nosotros
habíamos sido tocados por la Energía Telúrica Gaiana y aunque siguiéramos sin
laboración, habíamos dejado atrás la tristeza; ¡éramos felices! Tal vez podría intentar
intimar con Laurah.
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