martes, 4 de diciembre de 2018

Un mundo mejor.


UN MUNDO MEJOR



     Me senté y el sillón se amoldó a mi cuerpo. Pulsé el holomarco que había sobre la mesa y apareció la imagen de mi hija. Después de contemplar a mi pequeña, encendí la unidad computerizada virtual y se materializaron las últimas noticias. No me había costado nada convencer a los consejeros que aprobaran su compra, en cuanto sugerí que cada uno de ellos debería tener una, aprobaron la decisión por unanimidad.



     Conceden la distinción de Ciudadano Ejemplar a un hombre que encontró a una mujer de la tercera edad inconsciente, avisó a emergencias y ésta pudo salvarse.



     Había demasiadas personas circulando por ahí con el distintivo de ciudadano ejemplar. Las buenas noticias no necesitaban ser tenidas en cuenta, sólo los problemas. Continué buscando y después de apartar un montón de noticias insustanciales, encontré algo que sonaba tan interesante como desagradable. La noticia era escueta y la foto asquerosa, un hierbajo del tamaño de un niño pequeño. Imaginar su repulsivo color me revolvió el estómago. Abrí el pastillero y me tragué una píldora tranquilizante.



VERDIFOBIA EN EL SECTOR U-10

     A pesar de las precauciones tomadas por el Departamento Medioambiental, en el exterior de la ciudad y junto a la muralla se ha desarrollado un ejemplar herbáceo. Al parecer ha pasado desaparecido hasta ahora por hallarse en un lugar poco frecuentado. Salud y Bienestar ha advertido un aumento repentino de Verdifobia y casi todos los afectados transitaron por el sector U-10, lo cual alertó a los S.L.O. Enviados los efectivos a la zona, han descubierto el ejemplar que ha dado origen al contagio. Uno de los S.L.O. perdió los protectores oculares y hubo de ser ingresado en el Espacio para la Salud y el Bienestar; su pronóstico es leve.



     Había un problema y tenía que resolverlo antes de que la oposición pudiera plantear una queja. Ese era el secreto gracias al cual llevaba once años dirigiendo la ciudad.

     —Lerdon —activé la comunicación con mi secretario—. Te paso una noticia. Averigua dónde ha ocurrido exactamente el accidente.

     —Me pongo con ello ahora mismo, señor.

     La vegetación representaba un problema, causaba Verdifobia, una enfermedad producida por ese color tan repulsivo. Necesitábamos la masa vegetal para que el ciclo del agua no se detuviera y así poder subsistir, era el rollo que nos metían los Naturalistas; afortunadamente la manteníamos alejada de la ciudad, más allá de donde alcanzaba la vista. Periódicamente rociábamos la franja estéril con fungicida para evitar su aparición, así que alguien había hecho mal su trabajo, o habíamos sufrido un sabotaje. Los de Barelon nos envidiaban, Aragoz era una ciudad mucho más próspera en todos los órdenes.

     —Señor, esto no es nuevo, no sé cómo ha podido pasar desapercibido.

     Lerdon había tardado menos de media hora en conseguir la información que aparecía en la pantalla.

     —Averiguaremos quién ha sido el culpable.

     La primera noticia era de hacía tres años. Adolescentes descubren un ejemplar herbáceo junto a la muralla. Se suponía que tenían la mente racional capacitada y aún así seguían haciendo tonterías. En vez de dar parte, el idiota que descubrió la hierba llamó a sus amigos y se fueron todos juntos a contemplarla; acabaron en el Espacio para la Salud y el Bienestar y dos de ellos fueron a parar al Espacio para Mentes Quebradas y Dispersas. Pasado un tiempo se descubrió que había otros ocho afectados. Salud y Bienestar no había dado parte a los S.L.O. ni a Coordinación Interdepartamental.

     La segunda noticia era de hacía un año. Esta vez no se trataba de alocados adolescentes, sino de supuestas mentes lúcidas; receptores de Conocimientos Superiores, se les ocurrió hacer una fiesta en honor a la Naturaleza en la muralla y junto a la herbácea, que ya tenía la altura de un adulto. La imagen en blanco y negro lo atestiguaba. Al parecer iban preparados, con protectores oculares para anular tan delicado color, pero algunos estúpidos se las quitaron después de haber consumido euforizantes. Si ellos eran los brillantes representantes de nuestro futuro, sería mejor que no llegáramos a conocerlo.

      Necesitaba saber qué se había hecho para erradicar el problema. Ojeé el informe hasta el final, pero allí no había nada referido a la intervención de algún organismo. Una hierba crecida en un lugar esterilizado, parecía difícil de creer. Contacté con mi subordinado.

     —Lerdon. Necesito la localización exacta de la zona afectada y saber si algún departamento ha intentado poner remedio al problema.

     Envió de inmediato la localización, un mapa de gogoble filtrado a grises en la zona afectada. No me extrañaba que hubiera pasado desapercibido, era una zona industrial en la que sólo había almacenes. No era un lugar al que la gente acudiera a pasear y sin embargo receptores de Conocimientos Medios y Superiores se habían personado en el lugar para enfermar, como si fuera lo que buscaban. Era como mirar al sol sin protectores oculares para asegurarse la ceguera, y nadie querría perder la vista.

     Observé la holofoto de mi hija. ¿Qué ciudad iba a dejarle si permitía que las hierbas crecieran libres a su alrededor? Contuve una arcada. Esperaba no contraer la Verdifobia. Tomé un tranquilizante y activé la comunicación.

     —Lerdon. Preparara un informe para el Departamento de Coordinación Interdepartamental, y que se pongan en contacto con el de Salud y Bienestar y los S.L.O. Hay que averiguar por qué no comunicaron el problema en ninguna de las dos ocasiones. Que avisen también al Departamento Medioambiental.

     Alguien iba a tener que dar explicaciones, pero no sería a mí; que se ocupara Interdepartamental. No quería volver a oír mencionar el tema. Mi hija, ni nadie de su generación, deberían recordar el nombre de un color tan nocivo.






     Lerdon se personó en el despacho tras enviarme una imagen tomada dos días atrás: una herbácea asomando por encima de la muralla, precisamente en el sector U-10. Contuve la arcada, abrí el pastillero y me eché a la boca un tranquilizante de los fuertes. Tenía que ser la misma hierba. ¡Malditos inútiles, no habían sido capaces de solucionar el problema en dos años! A pie de foto aparecía la palabra Ciprés. ¡Se habían inventado un nombre para ella!

     —Queda un año para las elecciones —Lerdon observaba la foto de mi hija. No era de extrañar, se había convertido era una adorable adolescente—. No nos conviene tener un problema de esta magnitud. Podría haber una epidemia de Verdifobia.

     —Prepara una reunión urgente con el Interdepartamental, S.L.O., Salud y Bienestar, Medioambiental… y todos los que creas que deben intervenir. Que vengan preparados para solucionarlo. Hoy.

     Esta vez iba a asistir personalmente a la reunión y lo resolveríamos de una vez por todas. Nuestras miradas confluyeron en la holofoto. Ella no se merecía que estuviéramos haciendo las cosas tan mal.

     A las dos horas los tenía a todos sentados en la sala de reuniones, con cara de preocupación, y no era para menos; una serie de desaciertos en cada uno de sus departamentos había dado lugar a un contagio que podía convertirse en una auténtica pandemia si no se tomaban medidas. ¡Y vaya si las iban a tomar!

     —Buenas tardes señores. Ya saben por qué estamos aquí. La negligencia no es algo que esté dispuesto a permitir. Necesito saber por qué hay una hierba junto a la muralla. Qué dice Medioambiente.

     El aludido se puso en pie y extendió una unidad computerizada virtual. Creía que los departamentos aún utilizaban las unidades físicas.

     —El último fumigado en el exterior se realizó hace siete años y su eficacia es de una década. He investigado y, en tiempos de mi antecesor en el cargo —enfatizó esto último—, los fondos de nuestro Departamento fueron reducidos un cuarenta por ciento —la voz le tembló y tardó en retomar la palabra—. Emplearon menos líquido para la fumigación, en concreto un cincuenta y cinco por ciento respecto a la vez anterior. Tal vez en ese lugar concreto no cayó el suficiente líquido.

     —O no cayó nada. Deme el nombre de su antecesor —intervino Lerdon.

     —Ceisar Olavid —Medioambiente respiró aliviado.

     —Pagará por ello, personalmente. Salud y Bienestar —palideció cuando le nombré.

     También él hizo aparecer una unidad virtual. Y eso que decían que con los recortes no alcanzaba para nada.

     —En la fecha establecida inicialmente hubo casos de Verdifobia, pero se trataba de sucesos aislados. Tengo aquí los informes y efectivamente, todos los enfermos parece que habían frecuentado el sector U-10. Al no tratarse de una crisis masiva, no se cotejaron los datos.

     —No fue masiva —Lerdon seguía el guión—, pero, ¿no recuerda un segundo brote de Verdifobia?

     Apretó los labios. Si palideciera más se volvería blanco.

     —Un segundo brote y en el mismo lugar —intervine—. ¿Es que su Departamento no se entera de nada?

     —A veces surgen brotes espontáneos —acababa de pasar del blanco al rojo—. Hace poco, un receptor de Conocimiento Superior de Química Inorgánica creó ese color, y montó una buena en el laboratorio. Su transmisor de Conocimiento lo denunció.

     —Pero usted no ha notificado el brote.

     —S.L.O. sí tenía constancia del segundo brote —Lerdon consultó el guión y el aludido enrojeció aún más.

     —Por lo que veo, no sabe nada —tenía que cesarle inmediatamente.

     —¿Qué tiene que decirnos el Servidor de la Ley y el Orden?  

     Al S.L.O. se le volvió purpúreo el rostro, pero aunque se indispusiera, no iba a permitir que abandonara la reunión hasta que estuviera todo resuelto.

     —Esa segunda vez, un denunciante anónimo nos avisó de cierto problema en el sector U-10. Resultó ser el caso de los receptores de Conocimiento Superior. Fuimos nosotros los que dimos parte a Salud y Bienestar para que recogieran a los enfermos.

     No había sacado ninguna unidad, ni virtual ni física. Era un auténtico retrógrado, ¿de dónde pensaba obtener la información que necesitara?  

     —¿Eso es todo? —levanté la voz. Después ingerí un tranquilizante.

     Lerdon me miró y levantó las cejas. Asentí y tomó la palabra.

     —Nadie se enteró de lo que ocurría al otro lado del muro. Tampoco que unos adolescentes descerebrados se asomaron para intoxicarse con la hierba, fueron trece; parece que no los suficientes para tomar medidas. Dos años después unos receptores de Conocimiento Superior celebran una fiesta precisamente allí. Los cerebros más brillantes de nuestra juventud deciden asomarse también para enfermar. ¿Es que nadie piensa en esta ciudad o es que existe alguna otra enfermedad que desconozco y les lleva a suicidarse verdeando?

     En ese momento, pensé en mi hija. Se había convertido en una adolescente prometedora y no le había mencionado el problema. ¿Era mejor decírselo o mantenerla en la ignorancia para evitar que la curiosidad la empujara al lugar maldito?

      —¿Qué tiene que decir Interdepartamental? —di un golpe sobre la mesa que asustó a todos los concurrentes.

     —En ningún momento hemos tenido constancia del problema —Inter tragó saliva—, nadie se ha puesto en contacto con nosotros —estaba temblando.

     —Entonces, ¿para qué le necesitamos? —Lorden levantó la voz.

     —No podemos permitirnos más demoras, hay que solucionarlo ya. De aquí no se mueve nadie hasta que demos con una solución.

     Me gustó lo que acababa de decir. Había leído la historia del encierro de unos religiosos en una dependencia del Vaticano para que eligieran de una vez por todas a su representante, el Papa. Y vaya si acabaron eligiéndolo, aunque alguno muriera de inanición. Todo fuera por dejar a mi hija un mundo mejor.

     —Les dejo aquí reunidos. Avísenme cuando lo hayan solucionado. Vamos, Lorden —salimos de la estancia—. Echa el seguro.

     —¿Cree que hacemos bien encerrándolos?

     —No les vendrá mal ayunar —naturalmente, Lerdon no me entendió.






     Tragué tres pastillas de golpe. Lerdon acababa de darme la peor de las noticias, la hierba había vuelto a asomar. Hacía dos años y medio dirigí una reunión que duró hasta más allá de la media noche. Dieron con una solución que entonces parecía satisfactoria.

     Teniendo en cuenta que la ley prohibía exterminar los vegetales para preservar los bosques y cultivos, no se la podía matar, así que se levantaron sendos muros a ambos lados de la hierba conectados a la muralla y se colocó una techumbre. Desde la ciudad no se le veía, el hueco que le quedaba apenas dejaba entrar el sol y la lluvia no le alcanzaría; dijeron que moriría, pero había seguido creciendo y una vez asomó de su encierro se enderezó para hacerse visible desde la ciudad. Era una hierba rebelde, nos estaba provocando.

     Había cesado a todos los incompetentes que hallaron la solución. Ahora tendría que procesarlos por no haber resuelto el problema. Era un caso complicado.

     —¿Qué hacemos, Lerdon?

     —Si me permite el atrevimiento, he encontrado un par de grupos radicales que podrían resolver el problema, de forma ilegal, claro. Por un puñado de eurodólares matarían a la hierba.

     —Si nadie se ha enterado de que la hierba seguía creciendo, nadie se enterará de su muerte. Adelante, Lerdon.

     —Me ocuparé de ello.

     Lerdon se giró para irse, y echó un vistazo a la holofoto. Llevaba haciéndolo desde que entró al despacho y no me extrañaba, se había convertido en una mujer muy atractiva. Quién lo iba a decir, ya era receptora de Conocimiento Superior. Pensé que tendría que acabar hablándole de los peligros del sector U-10, pero no iba a ser necesario. Definitivamente, mi hija heredaría un mundo mejor. 


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