UN MUNDO MEJOR
Me senté y el sillón se amoldó a mi cuerpo.
Pulsé el holomarco que había sobre la mesa y apareció la imagen de mi hija. Después
de contemplar a mi pequeña, encendí la unidad computerizada virtual y se
materializaron las últimas noticias. No me había costado nada convencer a los
consejeros que aprobaran su compra, en cuanto sugerí que cada uno de ellos
debería tener una, aprobaron la decisión por unanimidad.
Conceden la distinción de Ciudadano Ejemplar a un hombre que encontró a
una mujer de la tercera edad inconsciente, avisó a emergencias y ésta pudo
salvarse.
Había demasiadas personas circulando por
ahí con el distintivo de ciudadano ejemplar. Las buenas noticias no necesitaban
ser tenidas en cuenta, sólo los problemas. Continué buscando y después de apartar
un montón de noticias insustanciales, encontré algo que sonaba tan interesante como
desagradable. La noticia era escueta y la foto asquerosa, un hierbajo del tamaño
de un niño pequeño. Imaginar su repulsivo color me revolvió el estómago. Abrí
el pastillero y me tragué una píldora tranquilizante.
VERDIFOBIA EN EL
SECTOR U-10
A pesar de las precauciones tomadas por el Departamento Medioambiental,
en el exterior de la ciudad y junto a la muralla se ha desarrollado un ejemplar
herbáceo. Al parecer ha pasado desaparecido hasta ahora por hallarse en un
lugar poco frecuentado. Salud y Bienestar ha advertido un aumento repentino de Verdifobia
y casi todos los afectados transitaron por el sector U-10, lo cual alertó a los
S.L.O. Enviados los efectivos a la zona, han descubierto el ejemplar que ha
dado origen al contagio. Uno de los S.L.O. perdió los protectores oculares y hubo
de ser ingresado en el Espacio para la Salud y el Bienestar; su pronóstico es leve.
Había un problema y tenía que resolverlo
antes de que la oposición pudiera plantear una queja. Ese era el secreto
gracias al cual llevaba once años dirigiendo la ciudad.
—Lerdon —activé la comunicación con mi
secretario—. Te paso una noticia. Averigua dónde ha ocurrido exactamente el
accidente.
—Me pongo con ello ahora mismo, señor.
La vegetación representaba un problema,
causaba Verdifobia, una enfermedad producida por ese color tan repulsivo. Necesitábamos
la masa vegetal para que el ciclo del agua no se detuviera y así poder
subsistir, era el rollo que nos metían los Naturalistas; afortunadamente la
manteníamos alejada de la ciudad, más allá de donde alcanzaba la vista. Periódicamente
rociábamos la franja estéril con fungicida para evitar su aparición, así que alguien
había hecho mal su trabajo, o habíamos sufrido un sabotaje. Los de Barelon nos
envidiaban, Aragoz era una ciudad mucho más próspera en todos los órdenes.
—Señor, esto no es nuevo, no sé cómo ha
podido pasar desapercibido.
Lerdon
había tardado menos de media hora en conseguir la información que aparecía en
la pantalla.
—Averiguaremos quién ha sido el culpable.
La primera noticia era de hacía tres años.
Adolescentes descubren un ejemplar
herbáceo junto a la muralla. Se suponía que tenían la mente racional
capacitada y aún así seguían haciendo tonterías. En vez de dar parte, el idiota
que descubrió la hierba llamó a sus amigos y se fueron todos juntos a
contemplarla; acabaron en el Espacio para la Salud y el Bienestar y dos de
ellos fueron a parar al Espacio para Mentes Quebradas y Dispersas. Pasado un
tiempo se descubrió que había otros ocho afectados. Salud y Bienestar no había
dado parte a los S.L.O. ni a Coordinación Interdepartamental.
La segunda noticia era de hacía un año. Esta
vez no se trataba de alocados adolescentes, sino de supuestas mentes lúcidas; receptores
de Conocimientos Superiores, se les ocurrió hacer una fiesta en honor a la
Naturaleza en la muralla y junto a la herbácea, que ya tenía la altura de un adulto.
La imagen en blanco y negro lo atestiguaba. Al parecer iban preparados, con
protectores oculares para anular tan delicado color, pero algunos estúpidos se
las quitaron después de haber consumido euforizantes. Si ellos eran los
brillantes representantes de nuestro futuro, sería mejor que no llegáramos a conocerlo.
Necesitaba saber qué se había hecho para
erradicar el problema. Ojeé el informe hasta el final, pero allí no había nada
referido a la intervención de algún organismo. Una hierba crecida en un lugar
esterilizado, parecía difícil de creer. Contacté con mi subordinado.
—Lerdon. Necesito la localización exacta
de la zona afectada y saber si algún departamento ha intentado poner remedio al
problema.
Envió de inmediato la localización, un
mapa de gogoble filtrado a grises en la zona afectada. No me extrañaba que
hubiera pasado desapercibido, era una zona industrial en la que sólo había
almacenes. No era un lugar al que la gente acudiera a pasear y sin embargo receptores
de Conocimientos Medios y Superiores se habían personado en el lugar para
enfermar, como si fuera lo que buscaban. Era como mirar al sol sin protectores
oculares para asegurarse la ceguera, y nadie querría perder la vista.
Observé la holofoto de mi hija. ¿Qué
ciudad iba a dejarle si permitía que las hierbas crecieran libres a su
alrededor? Contuve una arcada. Esperaba no contraer la Verdifobia. Tomé un
tranquilizante y activé la comunicación.
—Lerdon. Preparara un informe para el
Departamento de Coordinación Interdepartamental, y que se pongan en contacto
con el de Salud y Bienestar y los S.L.O. Hay que averiguar por qué no
comunicaron el problema en ninguna de las dos ocasiones. Que avisen también al
Departamento Medioambiental.
Alguien iba a tener que dar explicaciones,
pero no sería a mí; que se ocupara Interdepartamental. No quería volver a oír
mencionar el tema. Mi hija, ni nadie de su generación, deberían recordar el
nombre de un color tan nocivo.
…
Lerdon se personó en el despacho tras enviarme
una imagen tomada dos días atrás: una herbácea asomando por encima de la
muralla, precisamente en el sector U-10. Contuve la arcada, abrí el pastillero
y me eché a la boca un tranquilizante de los fuertes. Tenía que ser la misma
hierba. ¡Malditos inútiles, no habían sido capaces de solucionar el problema en
dos años! A pie de foto aparecía la palabra Ciprés. ¡Se habían inventado un
nombre para ella!
—Queda un año para las elecciones —Lerdon
observaba la foto de mi hija. No era de extrañar, se había convertido era una
adorable adolescente—. No nos conviene tener un problema de esta magnitud.
Podría haber una epidemia de Verdifobia.
—Prepara una reunión urgente con el
Interdepartamental, S.L.O., Salud y Bienestar, Medioambiental… y todos los que
creas que deben intervenir. Que vengan preparados para solucionarlo. Hoy.
Esta vez iba a asistir personalmente a la
reunión y lo resolveríamos de una vez por todas. Nuestras miradas confluyeron
en la holofoto. Ella no se merecía que estuviéramos haciendo las cosas tan mal.
A las dos horas los tenía a todos sentados
en la sala de reuniones, con cara de preocupación, y no era para menos; una
serie de desaciertos en cada uno de sus departamentos había dado lugar a un
contagio que podía convertirse en una auténtica pandemia si no se tomaban
medidas. ¡Y vaya si las iban a tomar!
—Buenas tardes señores. Ya saben por qué
estamos aquí. La negligencia no es algo que esté dispuesto a permitir. Necesito
saber por qué hay una hierba junto a la muralla. Qué dice Medioambiente.
El aludido se puso en pie y extendió una
unidad computerizada virtual. Creía que los departamentos aún utilizaban las
unidades físicas.
—El último fumigado en el exterior se
realizó hace siete años y su eficacia es de una década. He investigado y, en
tiempos de mi antecesor en el cargo —enfatizó esto último—, los fondos de
nuestro Departamento fueron reducidos un cuarenta por ciento —la voz le tembló
y tardó en retomar la palabra—. Emplearon menos líquido para la fumigación, en
concreto un cincuenta y cinco por ciento respecto a la vez anterior. Tal vez en
ese lugar concreto no cayó el suficiente líquido.
—O no cayó nada. Deme el nombre de su
antecesor —intervino Lerdon.
—Ceisar Olavid —Medioambiente respiró
aliviado.
—Pagará por ello, personalmente. Salud y
Bienestar —palideció cuando le nombré.
También él hizo aparecer una unidad
virtual. Y eso que decían que con los recortes no alcanzaba para nada.
—En la fecha establecida inicialmente hubo
casos de Verdifobia, pero se trataba de sucesos aislados. Tengo aquí los
informes y efectivamente, todos los enfermos parece que habían frecuentado el
sector U-10. Al no tratarse de una crisis masiva, no se cotejaron los datos.
—No fue masiva —Lerdon seguía el guión—, pero,
¿no recuerda un segundo brote de Verdifobia?
Apretó los labios. Si palideciera más se
volvería blanco.
—Un segundo brote y en el mismo lugar
—intervine—. ¿Es que su Departamento no se entera de nada?
—A
veces surgen brotes espontáneos —acababa de pasar del blanco al rojo—. Hace
poco, un receptor de Conocimiento Superior de Química Inorgánica creó ese color,
y montó una buena en el laboratorio. Su transmisor de Conocimiento lo denunció.
—Pero usted no ha notificado el brote.
—S.L.O. sí tenía constancia del segundo
brote —Lerdon consultó el guión y el aludido enrojeció aún más.
—Por lo que veo, no sabe nada —tenía que
cesarle inmediatamente.
—¿Qué tiene que decirnos el Servidor de la
Ley y el Orden?
Al S.L.O. se le volvió purpúreo el rostro,
pero aunque se indispusiera, no iba a permitir que abandonara la reunión hasta
que estuviera todo resuelto.
—Esa segunda vez, un denunciante anónimo
nos avisó de cierto problema en el sector U-10. Resultó ser el caso de los receptores
de Conocimiento Superior. Fuimos nosotros los que dimos parte a Salud y
Bienestar para que recogieran a los enfermos.
No había sacado ninguna unidad, ni virtual
ni física. Era un auténtico retrógrado, ¿de dónde pensaba obtener la
información que necesitara?
—¿Eso es todo? —levanté la voz. Después
ingerí un tranquilizante.
Lerdon me miró y levantó las cejas. Asentí
y tomó la palabra.
—Nadie se enteró de lo que ocurría al otro
lado del muro. Tampoco que unos adolescentes descerebrados se asomaron para
intoxicarse con la hierba, fueron trece; parece que no los suficientes para
tomar medidas. Dos años después unos receptores de Conocimiento Superior celebran
una fiesta precisamente allí. Los cerebros más brillantes de nuestra juventud
deciden asomarse también para enfermar. ¿Es que nadie piensa en esta ciudad o
es que existe alguna otra enfermedad que desconozco y les lleva a suicidarse
verdeando?
En ese momento, pensé en mi hija. Se había
convertido en una adolescente prometedora y no le había mencionado el problema.
¿Era mejor decírselo o mantenerla en la ignorancia para evitar que la
curiosidad la empujara al lugar maldito?
—¿Qué tiene que decir Interdepartamental?
—di un golpe sobre la mesa que asustó a todos los concurrentes.
—En ningún momento hemos tenido constancia
del problema —Inter tragó saliva—, nadie se ha puesto en contacto con nosotros
—estaba temblando.
—Entonces, ¿para qué le necesitamos?
—Lorden levantó la voz.
—No podemos permitirnos más demoras, hay
que solucionarlo ya. De aquí no se mueve nadie hasta que demos con una solución.
Me gustó lo que acababa de decir. Había
leído la historia del encierro de unos religiosos en una dependencia del
Vaticano para que eligieran de una vez por todas a su representante, el Papa. Y
vaya si acabaron eligiéndolo, aunque alguno muriera de inanición. Todo fuera por
dejar a mi hija un mundo mejor.
—Les dejo aquí reunidos. Avísenme cuando
lo hayan solucionado. Vamos, Lorden —salimos de la estancia—. Echa el seguro.
—¿Cree que hacemos bien encerrándolos?
—No les vendrá mal ayunar —naturalmente,
Lerdon no me entendió.
…
Tragué tres pastillas de golpe. Lerdon
acababa de darme la peor de las noticias, la hierba había vuelto a asomar. Hacía
dos años y medio dirigí una reunión que duró hasta más allá de la media noche.
Dieron con una solución que entonces parecía satisfactoria.
Teniendo en cuenta que la ley prohibía exterminar los vegetales para
preservar los bosques y cultivos, no se la podía matar, así que se levantaron
sendos muros a ambos lados de la hierba conectados a la muralla y se colocó una
techumbre. Desde la ciudad no se le veía, el hueco que le quedaba apenas dejaba
entrar el sol y la lluvia no le alcanzaría; dijeron que moriría, pero había
seguido creciendo y una vez asomó de su encierro se enderezó para hacerse
visible desde la ciudad. Era una hierba rebelde, nos estaba provocando.
Había cesado a todos los incompetentes que
hallaron la solución. Ahora tendría que procesarlos por no haber resuelto el
problema. Era un caso complicado.
—¿Qué hacemos, Lerdon?
—Si me permite el atrevimiento, he
encontrado un par de grupos radicales que podrían resolver el problema, de
forma ilegal, claro. Por un puñado de eurodólares matarían a la hierba.
—Si nadie se ha enterado de que la hierba
seguía creciendo, nadie se enterará de su muerte. Adelante, Lerdon.
—Me ocuparé de ello.
Lerdon se giró para irse, y echó un
vistazo a la holofoto. Llevaba haciéndolo desde que entró al despacho y no me
extrañaba, se había convertido en una mujer muy atractiva. Quién lo iba a
decir, ya era receptora de Conocimiento Superior. Pensé que tendría que acabar
hablándole de los peligros del sector U-10, pero no iba a ser necesario. Definitivamente,
mi hija heredaría un mundo mejor.