miércoles, 19 de diciembre de 2018

Siete Digital


SIETE DIGITAL       27 de julio de 2032





UN TRABAJADOR AGREDE A SU JEFE SUPUESTA E HIPOTÉTICAMENTE SIN UN MOTIVO JUSTIFICADO. LA JUSTICIA RESUELVE EL CASO MAGISTRALMENTE.



LOS ANTECEDENTES.

     Recordaremos que el ciudadano León Apaciguado, agredió a su jefe Pédrez Cándido y éste tuvo que ser ingresado en el Espacio de Resalutación de la Ciudad con traumatismos serios, mientras el presunto e hipotético agresor pasaba a las dependencias psiquiátricas de los S.L.O.

     Si ustedes no recuerdan este caso, puncen en este enlace ³ que les remitirá a la diginoticia del año 2031. En caso contrario les ofrecemos a continuación un breve resumen de la misma.



     Remontémonos al 26 de junio de 2031. Por aquel entonces, León Apaciguado llevaba laborando treinta y cinco años en la empresa Mobiliario Retrofuturista —propiedad de Pédrez Cándido— y era considerado por sus compañeros un excelente ebanista y un buen ciudadano. Aquella mañana, León estaba trabajando en un escritorio, que llevaba bastante avanzado. Su jefe, el empresario Pédrez, emprendió la visita rutinaria que realizaba cada mañana para comprobar el trabajo de sus empleados y dar las órdenes oportunas. Pasó ante el puesto del señor Apaciguado y al ver que no necesitaba indicarle nada porque estaba realizando una labor excelente con la construcción de aquel escritorio, pasó de largo.

     Fue entonces, cuando Pédrez recibió un golpe contundente en la espalda y cayó al suelo. En pie a su lado, estaba el supuesto agresor, León Apaciguado, hipotéticamente armado con un listón de madera de considerable grosor; no parecía enfadado y sin mediar palabra, se dedicó supuestamente a agredirle con el arma improvisada. Pédrez asegura que habría muerto de no haber intervenido los compañeros de León, que lograron reducirlo sin que opusiera la menor resistencia. Pédrez terminó en cuidados intensivos, con supuestas fracturas del brazo derecho, cinco costillas tres dedos de la mano izquierda y desvío columna en la zona dorsal; además de traumatismos y contusiones de carácter grave.



     Nadie sabe por qué el supuesto e hipotético agresor actuó de ese modo. Sus compañeros de trabajo no lo podían creer, tampoco sus vecinos y menos su compañera sentimental. Su jefe Pédrez, entrevistado por SIETE DIGITAL dijo: “No tenía ningún motivo, siempre alabé su trabajo y nunca tuve que corregir su labor; bueno, tal vez en sus comienzos: una vez no estaba empleando el método más efectivo y le indiqué cómo podía mejorar. En aquel momento me lo agradeció. Siempre nos habíamos llevado bien”.



     En su día contactamos con los Servidores de la Ley y el Orden y entrevistamos al Psicólogo que atendía a

León Apaciguado. Aparentemente, León se encontraba en plenitud de facultades y aseguró no tener nada contra su jefe y que no sabía por qué le había agredido.

     El Psicólogo no quiso darnos su veredicto alegando el derecho a la confidencialidad de su paciente.





RESOLUCIÓN JUDICIAL DEL CASO DEL CARPINTERO LEÓN APACIGUADO Y EL EMPRESARIO PÉDREZ CÁNDIDO.



     Volvamos a la actualidad. Ayer, día 26 de junio, justo un año después del supuesto e hipotético incidente, el caso quedó resuelto. El abogado defensor de León, Tomando Causas Perdidas, logró convencer al jurado de la inocencia de su defendido. “Nadie en su sano juicio agrediría a su jefe sin un motivo aparente, con lo difícil que es encontrar un trabajo y más aún conservarlo. Llevaba treinta y cinco años laborando en la empresa y con su historial era fácil que hubiera seguido otros veinticinco hasta la jubilación. Por todo ello deduzco que, hipotéticamente, León Apaciguado tiene problemas psíquicos graves”. Con esta alegación, el señor Tomando consiguió que León quedara en libertad sin cargos.



     Es de entender, que dicha sentencia no satisficiera al empresario Pédrez Cándido ni a su abogada Alibea Justa Justa, la cual intentó impugnar tal resolución. Sus argumentos parecían convincentes: teniendo en cuenta los supuestos problemas psíquicos de León, éste debería haber sido ingresado en el Espacio de Resalutación Psiquiátrica de la ciudad. La Jueza Jesusa Chic Uwau no fue de ese parecer, y respondió que al carecer de antecedentes y teniendo en cuenta sus derechos, no podía ser privado de su libertad. Alibea pidió que al menos, Pédrez  no tuviera que soportar la presencia del supuesto agresor León en su empresa.

     La jueza Jesusa ha dicho que estudiará dicha posibilidad.

                                                                                                                             



SIETE DIGITAL       27 de julio de 2033



NOVEDADES EN EL CASO DEL CARPINTERO.



     Si ustedes no recuerdan este caso de supuesta e hipotética agresión de un empleado a su jefe, puncen en este enlace ³ que les remitirá a las diginoticias de los años 2031 y 2032.

     Una vez puestos en antecedentes, les informamos, que el juicio que supuestamente finalizó el 26 de julio de 2032, fue reabierto y se dictó una nueva sentencia en el día de ayer, 26 de julio de 2033.

     El carpintero León Apaciguado, ha sido prejubilado para intentar paliar los problemas psíquicos que aquejan a su ahora antiguo jefe, el empresario Pédrez Cándido, el cual continúa recibiendo tratamiento psiquiátrico en el Espacio de Resalutación Mental en el que presuntamente debería haber sido ingresado León. El empresario ha recibido con euforia la noticia de la prejubilación de su empleado.

     Por su parte, Tomando Causas Perdidas, el abogado defensor de León, acaba de poner una demanda a la administración por prejubilar a su defendido, alegando que tiene derecho a seguir trabajando en su antigua empresa, ya que ha sido exculpado de cualquier cargo; sin embargo su defendido León Apaciguado ha rechazado tal demanda, alegando que se encuentra muy bien, que recibe una pensión más alta que el sueldo que percibía y que está haciendo un escritorio futurista para sí mismo.



NOVEDADES AL MINUTO. CASO DEL CARPINTERO.



     A pesar de la disconformidad de su defendido, el abogado Causas Perdidas continúa adelante con su defensa, alegando que su defendido tiene un problema psíquico y el Espacio de Resalutación quiere ahorrarse su tratamiento. Acaba de recurrir la última sentencia.



ÚLTIMO SEGUNDO. CASO DEL CARPINTERO.



     Ahl-Lor-Oh, corresponsal de SIETE DIGITAL en la ciudad, ha conseguido entrevistar a la Jueza Jesusa Chic Uwau, ésta ha dicho que el caso está cerrado, y que renunciará a su cargo antes de volver a reabrirlo.

martes, 4 de diciembre de 2018

Un mundo mejor.


UN MUNDO MEJOR



     Me senté y el sillón se amoldó a mi cuerpo. Pulsé el holomarco que había sobre la mesa y apareció la imagen de mi hija. Después de contemplar a mi pequeña, encendí la unidad computerizada virtual y se materializaron las últimas noticias. No me había costado nada convencer a los consejeros que aprobaran su compra, en cuanto sugerí que cada uno de ellos debería tener una, aprobaron la decisión por unanimidad.



     Conceden la distinción de Ciudadano Ejemplar a un hombre que encontró a una mujer de la tercera edad inconsciente, avisó a emergencias y ésta pudo salvarse.



     Había demasiadas personas circulando por ahí con el distintivo de ciudadano ejemplar. Las buenas noticias no necesitaban ser tenidas en cuenta, sólo los problemas. Continué buscando y después de apartar un montón de noticias insustanciales, encontré algo que sonaba tan interesante como desagradable. La noticia era escueta y la foto asquerosa, un hierbajo del tamaño de un niño pequeño. Imaginar su repulsivo color me revolvió el estómago. Abrí el pastillero y me tragué una píldora tranquilizante.



VERDIFOBIA EN EL SECTOR U-10

     A pesar de las precauciones tomadas por el Departamento Medioambiental, en el exterior de la ciudad y junto a la muralla se ha desarrollado un ejemplar herbáceo. Al parecer ha pasado desaparecido hasta ahora por hallarse en un lugar poco frecuentado. Salud y Bienestar ha advertido un aumento repentino de Verdifobia y casi todos los afectados transitaron por el sector U-10, lo cual alertó a los S.L.O. Enviados los efectivos a la zona, han descubierto el ejemplar que ha dado origen al contagio. Uno de los S.L.O. perdió los protectores oculares y hubo de ser ingresado en el Espacio para la Salud y el Bienestar; su pronóstico es leve.



     Había un problema y tenía que resolverlo antes de que la oposición pudiera plantear una queja. Ese era el secreto gracias al cual llevaba once años dirigiendo la ciudad.

     —Lerdon —activé la comunicación con mi secretario—. Te paso una noticia. Averigua dónde ha ocurrido exactamente el accidente.

     —Me pongo con ello ahora mismo, señor.

     La vegetación representaba un problema, causaba Verdifobia, una enfermedad producida por ese color tan repulsivo. Necesitábamos la masa vegetal para que el ciclo del agua no se detuviera y así poder subsistir, era el rollo que nos metían los Naturalistas; afortunadamente la manteníamos alejada de la ciudad, más allá de donde alcanzaba la vista. Periódicamente rociábamos la franja estéril con fungicida para evitar su aparición, así que alguien había hecho mal su trabajo, o habíamos sufrido un sabotaje. Los de Barelon nos envidiaban, Aragoz era una ciudad mucho más próspera en todos los órdenes.

     —Señor, esto no es nuevo, no sé cómo ha podido pasar desapercibido.

     Lerdon había tardado menos de media hora en conseguir la información que aparecía en la pantalla.

     —Averiguaremos quién ha sido el culpable.

     La primera noticia era de hacía tres años. Adolescentes descubren un ejemplar herbáceo junto a la muralla. Se suponía que tenían la mente racional capacitada y aún así seguían haciendo tonterías. En vez de dar parte, el idiota que descubrió la hierba llamó a sus amigos y se fueron todos juntos a contemplarla; acabaron en el Espacio para la Salud y el Bienestar y dos de ellos fueron a parar al Espacio para Mentes Quebradas y Dispersas. Pasado un tiempo se descubrió que había otros ocho afectados. Salud y Bienestar no había dado parte a los S.L.O. ni a Coordinación Interdepartamental.

     La segunda noticia era de hacía un año. Esta vez no se trataba de alocados adolescentes, sino de supuestas mentes lúcidas; receptores de Conocimientos Superiores, se les ocurrió hacer una fiesta en honor a la Naturaleza en la muralla y junto a la herbácea, que ya tenía la altura de un adulto. La imagen en blanco y negro lo atestiguaba. Al parecer iban preparados, con protectores oculares para anular tan delicado color, pero algunos estúpidos se las quitaron después de haber consumido euforizantes. Si ellos eran los brillantes representantes de nuestro futuro, sería mejor que no llegáramos a conocerlo.

      Necesitaba saber qué se había hecho para erradicar el problema. Ojeé el informe hasta el final, pero allí no había nada referido a la intervención de algún organismo. Una hierba crecida en un lugar esterilizado, parecía difícil de creer. Contacté con mi subordinado.

     —Lerdon. Necesito la localización exacta de la zona afectada y saber si algún departamento ha intentado poner remedio al problema.

     Envió de inmediato la localización, un mapa de gogoble filtrado a grises en la zona afectada. No me extrañaba que hubiera pasado desapercibido, era una zona industrial en la que sólo había almacenes. No era un lugar al que la gente acudiera a pasear y sin embargo receptores de Conocimientos Medios y Superiores se habían personado en el lugar para enfermar, como si fuera lo que buscaban. Era como mirar al sol sin protectores oculares para asegurarse la ceguera, y nadie querría perder la vista.

     Observé la holofoto de mi hija. ¿Qué ciudad iba a dejarle si permitía que las hierbas crecieran libres a su alrededor? Contuve una arcada. Esperaba no contraer la Verdifobia. Tomé un tranquilizante y activé la comunicación.

     —Lerdon. Preparara un informe para el Departamento de Coordinación Interdepartamental, y que se pongan en contacto con el de Salud y Bienestar y los S.L.O. Hay que averiguar por qué no comunicaron el problema en ninguna de las dos ocasiones. Que avisen también al Departamento Medioambiental.

     Alguien iba a tener que dar explicaciones, pero no sería a mí; que se ocupara Interdepartamental. No quería volver a oír mencionar el tema. Mi hija, ni nadie de su generación, deberían recordar el nombre de un color tan nocivo.






     Lerdon se personó en el despacho tras enviarme una imagen tomada dos días atrás: una herbácea asomando por encima de la muralla, precisamente en el sector U-10. Contuve la arcada, abrí el pastillero y me eché a la boca un tranquilizante de los fuertes. Tenía que ser la misma hierba. ¡Malditos inútiles, no habían sido capaces de solucionar el problema en dos años! A pie de foto aparecía la palabra Ciprés. ¡Se habían inventado un nombre para ella!

     —Queda un año para las elecciones —Lerdon observaba la foto de mi hija. No era de extrañar, se había convertido era una adorable adolescente—. No nos conviene tener un problema de esta magnitud. Podría haber una epidemia de Verdifobia.

     —Prepara una reunión urgente con el Interdepartamental, S.L.O., Salud y Bienestar, Medioambiental… y todos los que creas que deben intervenir. Que vengan preparados para solucionarlo. Hoy.

     Esta vez iba a asistir personalmente a la reunión y lo resolveríamos de una vez por todas. Nuestras miradas confluyeron en la holofoto. Ella no se merecía que estuviéramos haciendo las cosas tan mal.

     A las dos horas los tenía a todos sentados en la sala de reuniones, con cara de preocupación, y no era para menos; una serie de desaciertos en cada uno de sus departamentos había dado lugar a un contagio que podía convertirse en una auténtica pandemia si no se tomaban medidas. ¡Y vaya si las iban a tomar!

     —Buenas tardes señores. Ya saben por qué estamos aquí. La negligencia no es algo que esté dispuesto a permitir. Necesito saber por qué hay una hierba junto a la muralla. Qué dice Medioambiente.

     El aludido se puso en pie y extendió una unidad computerizada virtual. Creía que los departamentos aún utilizaban las unidades físicas.

     —El último fumigado en el exterior se realizó hace siete años y su eficacia es de una década. He investigado y, en tiempos de mi antecesor en el cargo —enfatizó esto último—, los fondos de nuestro Departamento fueron reducidos un cuarenta por ciento —la voz le tembló y tardó en retomar la palabra—. Emplearon menos líquido para la fumigación, en concreto un cincuenta y cinco por ciento respecto a la vez anterior. Tal vez en ese lugar concreto no cayó el suficiente líquido.

     —O no cayó nada. Deme el nombre de su antecesor —intervino Lerdon.

     —Ceisar Olavid —Medioambiente respiró aliviado.

     —Pagará por ello, personalmente. Salud y Bienestar —palideció cuando le nombré.

     También él hizo aparecer una unidad virtual. Y eso que decían que con los recortes no alcanzaba para nada.

     —En la fecha establecida inicialmente hubo casos de Verdifobia, pero se trataba de sucesos aislados. Tengo aquí los informes y efectivamente, todos los enfermos parece que habían frecuentado el sector U-10. Al no tratarse de una crisis masiva, no se cotejaron los datos.

     —No fue masiva —Lerdon seguía el guión—, pero, ¿no recuerda un segundo brote de Verdifobia?

     Apretó los labios. Si palideciera más se volvería blanco.

     —Un segundo brote y en el mismo lugar —intervine—. ¿Es que su Departamento no se entera de nada?

     —A veces surgen brotes espontáneos —acababa de pasar del blanco al rojo—. Hace poco, un receptor de Conocimiento Superior de Química Inorgánica creó ese color, y montó una buena en el laboratorio. Su transmisor de Conocimiento lo denunció.

     —Pero usted no ha notificado el brote.

     —S.L.O. sí tenía constancia del segundo brote —Lerdon consultó el guión y el aludido enrojeció aún más.

     —Por lo que veo, no sabe nada —tenía que cesarle inmediatamente.

     —¿Qué tiene que decirnos el Servidor de la Ley y el Orden?  

     Al S.L.O. se le volvió purpúreo el rostro, pero aunque se indispusiera, no iba a permitir que abandonara la reunión hasta que estuviera todo resuelto.

     —Esa segunda vez, un denunciante anónimo nos avisó de cierto problema en el sector U-10. Resultó ser el caso de los receptores de Conocimiento Superior. Fuimos nosotros los que dimos parte a Salud y Bienestar para que recogieran a los enfermos.

     No había sacado ninguna unidad, ni virtual ni física. Era un auténtico retrógrado, ¿de dónde pensaba obtener la información que necesitara?  

     —¿Eso es todo? —levanté la voz. Después ingerí un tranquilizante.

     Lerdon me miró y levantó las cejas. Asentí y tomó la palabra.

     —Nadie se enteró de lo que ocurría al otro lado del muro. Tampoco que unos adolescentes descerebrados se asomaron para intoxicarse con la hierba, fueron trece; parece que no los suficientes para tomar medidas. Dos años después unos receptores de Conocimiento Superior celebran una fiesta precisamente allí. Los cerebros más brillantes de nuestra juventud deciden asomarse también para enfermar. ¿Es que nadie piensa en esta ciudad o es que existe alguna otra enfermedad que desconozco y les lleva a suicidarse verdeando?

     En ese momento, pensé en mi hija. Se había convertido en una adolescente prometedora y no le había mencionado el problema. ¿Era mejor decírselo o mantenerla en la ignorancia para evitar que la curiosidad la empujara al lugar maldito?

      —¿Qué tiene que decir Interdepartamental? —di un golpe sobre la mesa que asustó a todos los concurrentes.

     —En ningún momento hemos tenido constancia del problema —Inter tragó saliva—, nadie se ha puesto en contacto con nosotros —estaba temblando.

     —Entonces, ¿para qué le necesitamos? —Lorden levantó la voz.

     —No podemos permitirnos más demoras, hay que solucionarlo ya. De aquí no se mueve nadie hasta que demos con una solución.

     Me gustó lo que acababa de decir. Había leído la historia del encierro de unos religiosos en una dependencia del Vaticano para que eligieran de una vez por todas a su representante, el Papa. Y vaya si acabaron eligiéndolo, aunque alguno muriera de inanición. Todo fuera por dejar a mi hija un mundo mejor.

     —Les dejo aquí reunidos. Avísenme cuando lo hayan solucionado. Vamos, Lorden —salimos de la estancia—. Echa el seguro.

     —¿Cree que hacemos bien encerrándolos?

     —No les vendrá mal ayunar —naturalmente, Lerdon no me entendió.






     Tragué tres pastillas de golpe. Lerdon acababa de darme la peor de las noticias, la hierba había vuelto a asomar. Hacía dos años y medio dirigí una reunión que duró hasta más allá de la media noche. Dieron con una solución que entonces parecía satisfactoria.

     Teniendo en cuenta que la ley prohibía exterminar los vegetales para preservar los bosques y cultivos, no se la podía matar, así que se levantaron sendos muros a ambos lados de la hierba conectados a la muralla y se colocó una techumbre. Desde la ciudad no se le veía, el hueco que le quedaba apenas dejaba entrar el sol y la lluvia no le alcanzaría; dijeron que moriría, pero había seguido creciendo y una vez asomó de su encierro se enderezó para hacerse visible desde la ciudad. Era una hierba rebelde, nos estaba provocando.

     Había cesado a todos los incompetentes que hallaron la solución. Ahora tendría que procesarlos por no haber resuelto el problema. Era un caso complicado.

     —¿Qué hacemos, Lerdon?

     —Si me permite el atrevimiento, he encontrado un par de grupos radicales que podrían resolver el problema, de forma ilegal, claro. Por un puñado de eurodólares matarían a la hierba.

     —Si nadie se ha enterado de que la hierba seguía creciendo, nadie se enterará de su muerte. Adelante, Lerdon.

     —Me ocuparé de ello.

     Lerdon se giró para irse, y echó un vistazo a la holofoto. Llevaba haciéndolo desde que entró al despacho y no me extrañaba, se había convertido en una mujer muy atractiva. Quién lo iba a decir, ya era receptora de Conocimiento Superior. Pensé que tendría que acabar hablándole de los peligros del sector U-10, pero no iba a ser necesario. Definitivamente, mi hija heredaría un mundo mejor. 


martes, 27 de noviembre de 2018

El Pisito. 2ª parte.


     Llegó la tarde del concierto y allí estábamos vigilando, pertrechados entre cartones en el banco. Media hora antes del concierto, salieron los okupas. Jesshús quiso comenzar la okupación y tuve que pararle en seco. ¿Y si nos veían? Había que dar tiempo a que desaparecieran de nuestra vista, y menos mal que me hizo caso, porque uno de ellos volvió corriendo. A los pocos minutos volvía a salir con una plastibolsa transparente con varias botellas de alcoholdrink.

     Conservaba un juego de llaves del pisito, así que entrar en el portal no fue ningún problema. Esperábamos encontrar una cadena con un candado gordo, pero nos encontramos con una cerradura de alta seguridad. Valían una fortuna y no había modo de forzarlas. Tuve una idea y llamé al cerrajero, le dije que había perdido las llaves de casa y que trajera una cerradura nueva no fuera a encontrarlas algún okupa e intentara acceder a ella. Tuve que enviarle una tridimagen de la misma para que supiera el modelo.

     Fue una espera intranquila, temiendo que a alguno de aquellos okupas consumidores de alcoholdrink se le ocurriera volver antes de que acabara el concierto. Afortunadamente llegó antes el cerrajero, que me pidió que me identificara como propietaria del inmueble. Le mostré el Documento Europeo de Identidad, en el que seguía figurando aquel domicilio. Insertó un aparato conectado a una pequeña tableta, que escaneó el interior del bombín; unos segundos más tarde se abría y poco después tenía instalada una cerradura nueva. ¡El pisito volvía a ser nuestro!

     Sabía que no iba a encontrarlo limpito y aseado, así que no me alteré por los grafitis, los olores a sustancias ilegales, el hollín que ennegrecía una pared y parte del techo del saloncito, ni la mierda acumulada. Recogimos las pertenencias de los okupas y las depositamos en bolsas delante del portal, esperando que las recogieran y se marcharan. Jesshús dijo que estaba cansado y se fue a dormir, pero yo no podía, y seguí limpiando. Pasaban las cinco de la madrugada cuando escuché sus voces alterando la quietud de la noche, y aún fue mucho peor cuando encontraron sus pertenencias y comenzaron a decir barbaridades. Asustada, llamé a los S.L.O. cuando entraron al portal.

     ―Hay individuos gritando dentro del edificio.

     ―Hemos sido alertados por varios ciudadanos que han comunicado que hay unos individuos alterando el orden público. No se preocupe, estaremos allí en unos minutos.

     ¿Preocupada? ¡Estaba aterrorizada! Sus pasos resonaron en las escaleras como si subiera una manada de bestias, a la vez que proferían gritos que no parecían surgidos de garganta humana. Llegaron hasta la puerta y empezaron a golpearla.

     ―¡Saahhaliiiid! ¡Aaaaaaaaaaaaaaahhhhrrrr!

     ―¡Laaaaa caaaaasa, eeeesss nueeeeesssstraaaa!

     ―¡Osssss vaaaamos a mataaaaarrrr!

     Tras unos segundos de silencio en los que debieron esperar que abriera, comenzaron a golpear la puerta como los salvajes que eran. La puerta no aguantaría mucho tiempo así, por muy segura que fuera. ¿Dónde estaba Jesshús? No me atrevía a llamarle, además, era imposible que no se enterase; los golpes hacían retumbar toda la casa. Me tapé los oídos para atenuar en lo posible aquella aberración, y se hizo el silencio.

     ¿Habían desistido? Me destapé el oído derecho,

     ―…quedan detenidos por alterar el orden público ―dijo una voz calmada.

     ―Pero… ¡Han okupado nuestra casa!

     ―Han despertado a todo el vecindario en dos kilómetros, y ¿dice que este piso es suyo? Me da igual, están detenidos.

     ―¡Noooos lo haaaan okupado! ―gritó, y me sentí intimidada.

     Pssssshhh. Pssssssshhhhhhh. Blooommmm.

     ¿Qué había pasado?

     ―El espray vacío. Maldita crisis, no nos darán otro hasta el mes que viene.

     ¡El espray intimidatorio de los S.L.O.! Se habían resistido a la autoridad y los habían fumigado. Bien.

     Un minuto después llamaron a la puerta. Me acerqué a la mirilla. Sólo había dos S.L.O, ni rastro de los okupas. Abrí.

     ―Buenas noches ―era un servidor muy joven, con una unidad computerizada virtual―. Lamentamos molestar.

     ―¿Se encuentran ustedes bien? ―su compañero era todo un veterano.

     ―Un poco asustada ―y Jesshús seguía sin aparecer.

     ―Supongo que el piso es suyo ―dijo el veterano.

     ―Sí.

     ―En cualquier caso, ella está dentro ―el joven no levantó la vista de la pantalla virtual sobre la que tecleaba con la mano izquierda.

     ―Calla. No me vengas tú también con esas ridículas leyes que amparan a los okupas. ¿Puede demostrar que es suyo?

     Sólo faltaba que se enteraran de que era del especulador. Había abierto la puerta, podrían detenernos.

     ―Un mo mommento ―tartamudeé.

     Fui a buscar el D.E.I. Si Jesshús seguía sin aparecer, aunque me detuvieran, él seguiría dentro del pisito; así que seguiría siendo nuestro. Sería mejor que siguiera sin aparecer. Volví a la entrada con el documento de identidad de ciudadana europea, donde aparecía la dirección del pisito. Era una suerte que no hubiera querido cambiarlo para poner la dirección de Papá como él insistía.

     ―Siento habérselo pedido, pero hay que cumplir el protocolo. 

     ―Además del desorden público ―el novato dio un toque prolongado y echó un vistazo a la puerta―, le han arañado la puerta, asustado e intimidado, ¿quiere añadir algo más?

     ―Uuuh… No.

     ―Creo que con eso vale ―añadió el veterano―. Les van a caer unos meses en Reinserción, puede que hasta un año. Han alterado la paz de todo el barrio y va a haber un montón de denuncias.

     ―Supongo que querrá firmar la suya ―el novato se sonrojó al mirarme.

     Era mono, y tenía una labor remunerada. Si hubiera tenido una pareja emocional así, me habría ahorrado un montón de disgustos. ¡En qué estaba pensando! Tenía que decidir si firmaba la denuncia y no sabía si eso me iba a perjudicar. No podía contar con Jesshús que no aparecía, ni llamar a Papá; empezaría a preguntar y no tenía ganas de darle explicaciones para que empezara a decir que había hecho las cosas muy mal y criticara a mi pareja emocional.

     ―Ya han firmado unos cuantos ―añadió el novato mirándome a los ojos. Me decidí.

     ―Firmaré.

     El novato se acercó con la unidad computerizada virtual. Con el dedo me indicó dónde debía colocar mi huella.

     ―Le daré mi contacto por si quiere añadir algo más ―se sonrojó de nuevo.

     ―No es necesario, sabrá dónde está el Espacio de Servidores de la Ley y el Orden de esta zona.

     Aún así, el joven me dio su contacto y lo activé en mi relophon-i.

     ―Que tenga una buena noche ―dijo el veterano, y agarró de la solapa al joven para llevárselo.

     Cerré la puerta y me quedé atontolinada sin reaccionar. Había sido una jornada muy intensa. A pesar de todo, había salido bien, podría contárselo a Papá; aunque me criticara, tendría que reconocer que su palomita había sabido salir airosa de un asunto tan delicado. Y por cierto, Jesshús seguía sin aparecer. ¿Se había escondido cuando escuchó el jaleo?

     ¡Durmiendo! ¡Estaba durmiendo tan tranquilo, como si no hubiera pasado nada! Empecé a plantearme en serio lo de cambiar de pareja emocional.






     Las flores de colores volvieron a cubrir el balcón.

     Casi todo había vuelto a ser como antes, hasta que a Filiper se le ocurrió entrometerse para abrir viejas heridas; quería iniciar los trámites para la venta del piso. Papá me había asesorado al respecto, y esta vez iba a hacerle caso, porque como había dicho el joven S.L.O., “ellos estaban fuera y nosotros dentro”, así que los extraños e ilegales derechos nos amparaban. Disfrutaríamos del pisito, con los gastos a cargo del propietario legal. Así se lo hice saber a Filiper, que me amenazó con una serie de legalismos que no entendí y le colgué.

     A los pocos días, volvió a llamar, interrumpiendo nuestro desayuno.

     ―Señorita Laurah Torozábal. Tengo que hacerle una oferta que no va a poder rechazar. Mi cliente está dispuesto a venderle el piso a mitad de precio.

     ―Señor Filiper, ya le dije que no me interesa.

     ―Señorita Laurah, le advierto que mi cliente está dispuesto a actuar fuera de la ley si es necesario…

     ―Un momento. Le paso a mi pareja emocional ―activé el altavoz del relophon-i.

     ―Cadete S.L.O. Janvier Sinesio. Acabo de escuchar lo que le ha dicho a Laurah. Voy a proceder a poner una denuncia, así que ante cualquier inconveniente que tengan ella o el piso, usted y su cliente serán acusados y detenidos sin necesidad de pruebas.

     ―La Ley no permite tal cosa…

     ―Los S.L.O. tampoco permitimos que le ocurra nada a ninguno de los nuestros. Espero que por su bien, le quede claro.

     ―El asunto ha quedado muy claro. Son ustedes los dueños de la propiedad, y así se lo haré saber a mi cliente. Perdone las molestias ―Filiper colgó.

     ―Laurah, sabes lo que pienso de esto. Tengo ahorros, he preguntado en el banco y están dispuestos a concederme la hipoteca.

     ―Pagué setecientos sesenta eurodólares por la cerradura nueva. Eso debería bastar.

     ―Deberíamos legalizarlo. Soy S.L.O. y acabo de amenazar a un ciudadano inocente.

     ―Janvier, ¿quién querría pagar por un pisito pudiendo disfrutarlo libre de gastos?