Llegó la tarde del concierto y allí
estábamos vigilando, pertrechados entre cartones en el banco. Media hora antes
del concierto, salieron los okupas. Jesshús quiso comenzar la okupación y tuve
que pararle en seco. ¿Y si nos veían? Había que dar tiempo a que desaparecieran
de nuestra vista, y menos mal que me hizo caso, porque uno de ellos volvió
corriendo. A los pocos minutos volvía a salir con una plastibolsa transparente
con varias botellas de alcoholdrink.
Conservaba un juego de llaves del pisito,
así que entrar en el portal no fue ningún problema. Esperábamos encontrar una
cadena con un candado gordo, pero nos encontramos con una cerradura de alta
seguridad. Valían una fortuna y no había modo de forzarlas. Tuve una idea y llamé
al cerrajero, le dije que había perdido las llaves de casa y que trajera una cerradura
nueva no fuera a encontrarlas algún okupa e intentara acceder a ella. Tuve que
enviarle una tridimagen de la misma para que supiera el modelo.
Fue una espera intranquila, temiendo que a
alguno de aquellos okupas consumidores de alcoholdrink se le ocurriera volver
antes de que acabara el concierto. Afortunadamente llegó antes el cerrajero,
que me pidió que me identificara como propietaria del inmueble. Le mostré el Documento
Europeo de Identidad, en el que seguía figurando aquel domicilio. Insertó un
aparato conectado a una pequeña tableta, que escaneó el interior del bombín; unos
segundos más tarde se abría y poco después tenía instalada una cerradura nueva.
¡El pisito volvía a ser nuestro!
Sabía que no iba a encontrarlo limpito y
aseado, así que no me alteré por los grafitis, los olores a sustancias
ilegales, el hollín que ennegrecía una pared y parte del techo del saloncito, ni
la mierda acumulada. Recogimos las pertenencias de los okupas y las depositamos
en bolsas delante del portal, esperando que las recogieran y se marcharan. Jesshús
dijo que estaba cansado y se fue a dormir, pero yo no podía, y seguí limpiando.
Pasaban las cinco de la madrugada cuando escuché sus voces alterando la quietud
de la noche, y aún fue mucho peor cuando encontraron sus pertenencias y
comenzaron a decir barbaridades. Asustada, llamé a los S.L.O. cuando entraron
al portal.
―Hay individuos gritando dentro del
edificio.
―Hemos sido alertados por varios
ciudadanos que han comunicado que hay unos individuos alterando el orden
público. No se preocupe, estaremos allí en unos minutos.
¿Preocupada? ¡Estaba aterrorizada! Sus
pasos resonaron en las escaleras como si subiera una manada de bestias, a la
vez que proferían gritos que no parecían surgidos de garganta humana. Llegaron
hasta la puerta y empezaron a golpearla.
―¡Saahhaliiiid! ¡Aaaaaaaaaaaaaaahhhhrrrr!
―¡Laaaaa caaaaasa, eeeesss nueeeeesssstraaaa!
―¡Osssss vaaaamos a mataaaaarrrr!
Tras unos segundos de silencio en los que
debieron esperar que abriera, comenzaron a golpear la puerta como los salvajes
que eran. La puerta no aguantaría mucho tiempo así, por muy segura que fuera.
¿Dónde estaba Jesshús? No me atrevía a llamarle, además, era imposible que no
se enterase; los golpes hacían retumbar toda la casa. Me tapé los oídos para
atenuar en lo posible aquella aberración, y se hizo el silencio.
¿Habían desistido? Me destapé el oído
derecho,
―…quedan detenidos por alterar el orden
público ―dijo una voz calmada.
―Pero… ¡Han okupado nuestra casa!
―Han despertado a todo el vecindario en
dos kilómetros, y ¿dice que este piso es suyo? Me da igual, están detenidos.
―¡Noooos lo haaaan okupado! ―gritó, y me
sentí intimidada.
Pssssshhh. Pssssssshhhhhhh. Blooommmm.
¿Qué había pasado?
―El espray vacío. Maldita crisis, no nos
darán otro hasta el mes que viene.
¡El espray intimidatorio de los S.L.O.! Se
habían resistido a la autoridad y los habían fumigado. Bien.
Un minuto después llamaron a la puerta. Me
acerqué a la mirilla. Sólo había dos S.L.O, ni rastro de los okupas. Abrí.
―Buenas noches ―era un servidor muy joven,
con una unidad computerizada virtual―. Lamentamos molestar.
―¿Se encuentran ustedes bien? ―su
compañero era todo un veterano.
―Un poco asustada ―y Jesshús seguía sin
aparecer.
―Supongo que el piso es suyo ―dijo el
veterano.
―Sí.
―En cualquier caso, ella está dentro ―el
joven no levantó la vista de la pantalla virtual sobre la que tecleaba con la mano
izquierda.
―Calla. No me vengas tú también con esas
ridículas leyes que amparan a los okupas. ¿Puede demostrar que es suyo?
Sólo faltaba que se enteraran de que era
del especulador. Había abierto la puerta, podrían detenernos.
―Un mo mommento ―tartamudeé.
Fui a buscar el D.E.I. Si Jesshús seguía
sin aparecer, aunque me detuvieran, él seguiría dentro del pisito; así que seguiría
siendo nuestro. Sería mejor que siguiera sin aparecer. Volví a la entrada con
el documento de identidad de ciudadana europea, donde aparecía la dirección del
pisito. Era una suerte que no hubiera querido cambiarlo para poner la dirección
de Papá como él insistía.
―Siento habérselo pedido, pero hay que
cumplir el protocolo.
―Además del desorden público ―el novato dio
un toque prolongado y echó un vistazo a la puerta―, le han arañado la puerta, asustado
e intimidado, ¿quiere añadir algo más?
―Uuuh… No.
―Creo que con eso vale ―añadió el
veterano―. Les van a caer unos meses en Reinserción, puede que hasta un año.
Han alterado la paz de todo el barrio y va a haber un montón de denuncias.
―Supongo que querrá firmar la suya ―el
novato se sonrojó al mirarme.
Era mono, y tenía una labor remunerada. Si
hubiera tenido una pareja emocional así, me habría ahorrado un montón de
disgustos. ¡En qué estaba pensando! Tenía que decidir si firmaba la denuncia y
no sabía si eso me iba a perjudicar. No podía contar con Jesshús que no
aparecía, ni llamar a Papá; empezaría a preguntar y no tenía ganas de darle
explicaciones para que empezara a decir que había hecho las cosas muy mal y
criticara a mi pareja emocional.
―Ya han firmado unos cuantos ―añadió el
novato mirándome a los ojos. Me decidí.
―Firmaré.
El novato se acercó con la unidad
computerizada virtual. Con el dedo me indicó dónde debía colocar mi huella.
―Le daré mi contacto por si quiere añadir
algo más ―se sonrojó de nuevo.
―No es necesario, sabrá dónde está el
Espacio de Servidores de la Ley y el Orden de esta zona.
Aún así, el joven me dio su contacto y lo
activé en mi relophon-i.
―Que tenga una buena noche ―dijo el
veterano, y agarró de la solapa al joven para llevárselo.
Cerré la puerta y me quedé atontolinada
sin reaccionar. Había sido una jornada muy intensa. A pesar de todo, había
salido bien, podría contárselo a Papá; aunque me criticara, tendría que
reconocer que su palomita había sabido salir airosa de un asunto tan delicado.
Y por cierto, Jesshús seguía sin aparecer. ¿Se había escondido cuando escuchó
el jaleo?
¡Durmiendo! ¡Estaba durmiendo tan
tranquilo, como si no hubiera pasado nada! Empecé a plantearme en serio lo de
cambiar de pareja emocional.
…
Las flores de colores volvieron a cubrir
el balcón.
Casi todo había vuelto a ser como antes, hasta
que a Filiper se le ocurrió entrometerse para abrir viejas heridas; quería
iniciar los trámites para la venta del piso. Papá me había asesorado al
respecto, y esta vez iba a hacerle caso, porque como había dicho el joven
S.L.O., “ellos estaban fuera y nosotros dentro”, así que los extraños e
ilegales derechos nos amparaban. Disfrutaríamos del pisito, con los gastos a
cargo del propietario legal. Así se lo hice saber a Filiper, que me amenazó con
una serie de legalismos que no entendí y le colgué.
A los pocos días, volvió a llamar, interrumpiendo
nuestro desayuno.
―Señorita Laurah Torozábal. Tengo que
hacerle una oferta que no va a poder rechazar. Mi cliente está dispuesto a venderle
el piso a mitad de precio.
―Señor Filiper, ya le dije que no me
interesa.
―Señorita Laurah, le advierto que mi
cliente está dispuesto a actuar fuera de la ley si es necesario…
―Un momento. Le paso a mi pareja emocional
―activé el altavoz del relophon-i.
―Cadete S.L.O. Janvier Sinesio. Acabo de
escuchar lo que le ha dicho a Laurah. Voy a proceder a poner una denuncia, así
que ante cualquier inconveniente que tengan ella o el piso, usted y su cliente
serán acusados y detenidos sin necesidad de pruebas.
―La Ley no permite tal cosa…
―Los S.L.O. tampoco permitimos que le
ocurra nada a ninguno de los nuestros. Espero que por su bien, le quede claro.
―El asunto ha quedado muy claro. Son
ustedes los dueños de la propiedad, y así se lo haré saber a mi cliente.
Perdone las molestias ―Filiper colgó.
―Laurah, sabes lo que pienso de esto. Tengo
ahorros, he preguntado en el banco y están dispuestos a concederme la hipoteca.
―Pagué setecientos sesenta eurodólares por
la cerradura nueva. Eso debería bastar.
―Deberíamos legalizarlo. Soy S.L.O. y
acabo de amenazar a un ciudadano inocente.
―Janvier, ¿quién querría pagar por un pisito
pudiendo disfrutarlo libre de gastos?