-7-
Infierno gélido
Oscuro. Silencioso. Frío. Así era mi mundo.
A veces, la ausente brisa acudía como el
soplo de un ente sin pulmones, se abría un diminuto resquicio entre las nubes y
creía ver una estrella lejana apagándose.
Las desvanecidas luces jugaban conmigo,
recordándome que hubo un tiempo que habité otra realidad. O tal vez no.
Vana ilusión, confusa realidad, era el
castigo que sufría en este infierno gélido. ¿Siempre fue así?
Algo terrible debió ocurrir, para haber sido
desterrada a este lugar oscuro y silencioso en el cual el tiempo se había
detenido. Algo de lo que debía ser culpable. ¿Nací culpable?
A veces, al observar el tenue reflejo de lo
que debió ser una luz, quería asaltarme algún recuerdo y debía esforzarme para anularlo;
porque seguramente jamás existió y de haber sido cierto, me haría sufrir aún
más. Quería olvidar, no recordar, porque si supiera cómo era el otro mundo,
sufriría todavía más.
Desearía abandonar la oscuridad gélida.
Desaparecer…
Atisbos de ruido, no sabía cuándo llegaron.
Me hacían sufrir. Iban directamente a mi
cabeza. Dolían. Recuerdos de un mundo inexistente, donde no había dolor.
a a o
ai
on
ae
aca ee
Sonidos insistentes.
Cada vez eran más. Si supiera… Hubo un lugar
en que sabía lo que eran, pero no era éste… ese lugar sólo existía en mi
cansada cabeza.
Vi e tta
hija lle ar em casa
qued
Hija, como si ese ruido tuviera sentido.
…le
inten aron obar el bols y el a no op so res tencia… se encont aba como
ausente…
Mi cabeza se empeñaba en imaginar un mundo
que no era gélido, en el que había sonidos y eran alegres… No existía. Salid de
mi cabeza.
…fue cu pa del shock, agra ado po lo que la di ron. Si lograr mos cap ar su atenc
ón…
Alejaos de mi cabeza, dejadme desaparecer.
–Lo únic e dijo
era que no quería tenerlo…
–Si no está embarazada…
Que quitaran esos ruidos, me recordaban el
mundo que jamás existió.
De nuevo el pálido recuerdo de una luz suave
en la negrura infinita. Dolía. Pequeños fuegos que herían mis ojos. Se abrían
resquicios que rasgaban la negrura.
Por fin se restauró la oscuridad.
–Vi l ta, no me d jes s lo…
Volvían los ruidos.
–Vi leta…
Ese ruido no me
resultaba desagradable.
–Violeta…
¿Por qué se repetía?
Me gustaba escucharlo.
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