sábado, 4 de julio de 2015

LA PERFORMANCE. Tercera parte. Capítulo siete.



-7-

Infierno gélido



   Oscuro. Silencioso. Frío. Así era mi mundo.

   A veces, la ausente brisa acudía como el soplo de un ente sin pulmones, se abría un diminuto resquicio entre las nubes y creía ver una estrella lejana apagándose.

   Las desvanecidas luces jugaban conmigo, recordándome que hubo un tiempo que habité otra realidad. O tal vez no.

   Vana ilusión, confusa realidad, era el castigo que sufría en este infierno gélido. ¿Siempre fue así?

   Algo terrible debió ocurrir, para haber sido desterrada a este lugar oscuro y silencioso en el cual el tiempo se había detenido. Algo de lo que debía ser culpable. ¿Nací culpable?

   A veces, al observar el tenue reflejo de lo que debió ser una luz, quería asaltarme algún recuerdo y debía esforzarme para anularlo; porque seguramente jamás existió y de haber sido cierto, me haría sufrir aún más. Quería olvidar, no recordar, porque si supiera cómo era el otro mundo, sufriría todavía más.

   Desearía abandonar la oscuridad gélida.

   Desaparecer…







   Atisbos de ruido, no sabía cuándo llegaron.

   Me hacían sufrir. Iban directamente a mi cabeza. Dolían. Recuerdos de un mundo inexistente, donde no había dolor.

  

   a                             a                                                  o



                                                  ai                    

                                                                                                                            on                                                                       

                                 ae                                                                       

                                                            aca         ee   



   Sonidos insistentes.

   Cada vez eran más. Si supiera… Hubo un lugar en que sabía lo que eran, pero no era éste… ese lugar sólo existía en mi cansada cabeza.



          Vi  e  tta       hija          lle ar em     casa        qued    



   Hija, como si ese ruido tuviera sentido.



    …le inten aron  obar el bols  y el a no op so res tencia… se encont aba como ausente…



   Mi cabeza se empeñaba en imaginar un mundo que no era gélido, en el que había sonidos y eran alegres… No existía. Salid de mi cabeza.



   …fue cu pa del shock, agra ado po  lo que la di ron. Si lograr mos cap ar su atenc ón…



   Alejaos de mi cabeza, dejadme desaparecer. 

   –Lo únic    e  dijo era que no quería tenerlo…

   –Si no está embarazada…



   Que quitaran esos ruidos, me recordaban el mundo que jamás existió.







   De nuevo el pálido recuerdo de una luz suave en la negrura infinita. Dolía. Pequeños fuegos que herían mis ojos. Se abrían resquicios que rasgaban la negrura.

   Por fin se restauró la oscuridad.

   –Vi l ta, no me d jes s lo…



   Volvían los ruidos.  



   –Vi leta…



Ese ruido no me resultaba desagradable.



   –Violeta…

    

   ¿Por qué se repetía?

  

   Me gustaba escucharlo.





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