viernes, 23 de enero de 2015

LA PEERFORMANCE. Segunda parte. Capítulo 5.




-5-
Primera prueba

   Era lunes y no un lunes cualquiera, sino el que confirmaba la continuidad de mi Performance, algo que nunca dudé desde que se iniciara un par de semanas atrás. Interlocutor me llamó para una reunión de trabajo y aunque hubiera preferido resolverla por teléfono, se mostró inflexible. No intenté convencerle, sabía que no había quien le sacara de su torre de marfil, en su caso, de madera. Y así, me puse el vestido violeta con el que acudí la primera vez a verle y salí de casa. Caminé hacia su torre, deprisa y sin ninguna prisa, con mi cabellera al viento cual anuncio de champú; recordando que también era el lunes que alegraría a quinientos de los aspirantes, que pasarían a la segunda fase.
   Me gustaría tener una visión, una maravillosa visión, que confirmara lo bien que me iba a ir y me mostrara el triunfo final: la entrada en el mundo del arte por la puerta grande y mi permanencia en él; pero las visiones no funcionaban a mi antojo, había tenido las que había tenido y no habría más si no eran necesarias, lo sabía. Podía soñar despierta, eso ya lo hacía, pero quería soñar mientras dormía, despertar para recordar, volver a dormir y seguir soñando.
   Llegada a mi destino, llamé al timbre y al sentir que descolgaba el telefonillo, me identifiqué con un “soy yo”, sin percatarme de que a él no le gustaba ese tono tan familiar. Pese a ello me abrió, a estas alturas conocía mi voz, como reconocería el vestido violeta. Con lo parco que era, acabaríamos enseguida y tendría tiempo de sobra para volver a casa y ver el programa de mi Performance.
   En mi euforia, encontré acogedor el recargado portal decorado en marfiles y azules y me sentía con fuerzas para subir a pie los cinco pisos; aún así preferí disfrutar del único ascensor con asiento que conocía. Abrí la fría reja exterior, la cálida puerta interior y entré en el acogedor y diminuto habitáculo de caoba. Me acomodé en el asiento de cuero verde inglés, pulsé el botón y cerré los ojos, quería disfrutar del ascenso, sentir hasta los más ligeros crujidos. Ascensión, subida a la gloria, quedaba menos para entrar en el Olimpo de los Artistas; que así fuera, mi Señora de la Estrella Coronada. El aparato se detuvo y me apenó tener que abandonar el asiento.
   Llamé al timbre. Escuché el clic y empujé. La puerta del despacho estaba abierta e Interlocutor aguardaba sentado tras su mesa; o era la pose para recibir a los clientes, o se pasaba la vida en ella. Entré en su torre de marfil y ocupé mi asiento. Como siempre, iba enfundado en un traje gris y su penetrante mirada de acero se clavó en mí. A su izquierda tenía una pila de periódicos y ante él, una de sus carpetas de cuero marrón y un bolígrafo gris mate.
   –Resulta más seguro que nos reunamos aquí, si quiere usted permanecer en el anonimato.
   –Tiene usted razón –bajé la mirada. No era sumisión, huía de su fría mirada.
   –La Performance ha tenido un comienzo prometedor, con muchos más participantes de los esperados.
   –Así es.
   Para mí era un sueño hecho realidad, la llave hacia el éxito; para él probablemente fuera un dato estadístico favorable. Abrió la carpeta que tenía ante sí y sacó una hoja escrita a mano con letra pulcra y elegante.
   –Los periódicos de la semana pasada –señaló el montón–, nacionales y locales; en todos se habla de su Performance. Supongo que habrá visto algo.
   Así que de eso era de lo que íbamos a tratar, de la crítica. Como decía Piero, era una buena publicidad.
   –Únicamente El País –había ojeado alguno más, pero preferí hacer como que no le daba importancia a la crítica.
   –Haciendo un resumen de lo visto hasta ahora –fijó los ojos en el folio, dándome un respiro–. Primero, publican breves reseñas. Segundo, explican lo que es una performance, algunos no muy acertadamente; eso es algo que tendremos que aclarar. Tercero, inician las críticas, un poco antes de lo esperado. Cuarto, coincidiendo con la actual fase de la Performance, nos esperan críticas extremas: favorables o demoledoras.
   Volví a sentir sus ojos clavados en mí.
   –Supongo que no vamos a prestarles atención.
   –Al contrario. Quiero mostrarle algo.
   Cogió el primer periódico del montón, lo abrió y me lo pasó. Había una línea de lápiz vertical a la izquierda de una columna, como si no quisiera estropearlo. “El trato a los aspirantes es vejatorio”, leí la reseña completa. Me pasó otro periódico. “Falta de información a los periodistas”, lo ojeé.
   –Este último me interesa más: pone en duda que haga usted una performance –leyó–: “se realiza en diferido, por lo cual pierde la espontaneidad”.
   –Supongo que no hay nada que se salga de lo esperado, ¿no es cierto?
   –Así es, pero hay que tener en cuenta que va a ser invisible hasta poco antes del final, algo que van a aprovechar para ensañarse con usted y provocarla para que salga a la luz.
   –¿Cree que debería hacerlo?
   –No. Es una buena estrategia y añade interés a la Performance. Debemos salir al paso de las críticas. Como su representante, daré los comunicados pertinentes.
   Sacó un par de folios de la carpeta y me los pasó. El primero era un listado de las noticias, ordenadas cronológicamente. Leí entre líneas. “Hasta ahora ha sido un programita inocente, pero ¿qué intenciones esconde en realidad?” ¿Quién es la artista misteriosa y por qué no se deja ver? ¿Es una performance o encubre un reality show? Pasé a la segunda hoja.
   –Es mi comunicado a la prensa, si usted lo aprueba.  
   Empecé a leer.
   El término Performance no viene recogido en el diccionario de la Real Academia de la Lengua. Definirlo es muy complicado, el límite entre esta manifestación artística y otras como el teatro, el happening o el body-art, es imprecisa. Esa transición tan sutil, lleva a los no versados en el Arte Contemporáneo a confundir la Performance con otra manifestación no artística de moda en algunos medios televisivos, el Reality Show. 
   La Performance es una manifestación artística llevada a cabo por un individuo o grupo, cuya acción involucra cuatro elementos básicos: tiempo, espacio, el cuerpo del artista y la relación entre el artista y el público. A diferencia de las Artes tradicionales, el foco de la obra artística no lo constituye un objeto, ya que es el artista el que pasa a ser una obra de arte en sí misma.
   “El artista del siglo XXI” es una Performance que ha adoptado el formato televisivo para poder llegar al mayor número de espectadores posible, convirtiéndose en el evento de estas características con más difusión. ¿Performance o Videoperformance? Arte, al fin y al cabo es Arte.
   Lo firmaba Jaime Campoamor. Una definición seria como él, sin atacar ni defenderse de la prensa. Estaba muy bien.
   –No se podía haber definido mejor –le dije.  
   –Estudié Historia del Arte.
   –No lo sabía.
   –No se lo había dicho.
   La confesión me desconcertó. Sabía que era un Interlocutor de Arte, que era casi lo mismo que no saber nada. Bien, suponía que la reunión había llegado a su fin con la inesperada confesión. ¿Por qué lo habría hecho? Miré el reloj. Eran las ocho y diez. Tenía que darme prisa en volver a casa para ver el programa.
   –Ha hecho un gran trabajo –dijo y esta vez miraba al escritorio–, al principio no entendí por qué hizo la primera grabación sobre los zapatos.
   –Gracias –volvía a sentirme desconcertada.
  –Martes, aspirantes en categorías acordes a su personalidad aparente y las trivialidades como nexo de unión entre los diferentes grupos; seguí sin comprender. Miércoles, relaciones sociales entre los candidatos. Jueves, afloraba de nuevo su personalidad a través de su escritura. Viernes, despedida, era el último día. ¿Espontaneidad, incoherencia en el montaje? Usted quería evitar el tedio de cinco días de lo mismo y que el público estuviera esperando ver qué iba a ocurrir el día siguiente.
   Se tomó un respiro antes de continuar.
   –Recuerdo la primera entrevista que tuvimos. Le pregunté si podría mantener la atención del público durante tanto tiempo y me respondió que los telediarios daban las noticias fragmentadas y los realities se pasaban semanas sin variar apenas el contenido, y que ambos continúan sus emisiones. Yo la creí, pero lo de esta semana, es la prueba palpable de ello. La felicito.
   No le iba a decir que había tanto de premeditación como de improvisación, viendo las grabaciones y decidiendo un par de horas antes del montaje cómo lo iba a hacer. En ese sentido, había sido muy española. Miré el reloj: las ocho y veinte.
   –Muchas gracias. Y, si no hay nada más, me gustaría irme, quiero ver el programa de la performance y ya voy a llegar muy justa.  
   –Lo siento –cerró los ojos–. ¿Me permite que la invite a verlo aquí?
   –¿Aquí?
   –Sí.
   Volví a mirar el reloj. Sería lo mejor, aunque no fuera lo que más me apeteciera. Lo sentía por Cristina. La llamaría.
   –Si me permite antes una llamada…
   –Claro, cómo no.
   Sonó un clic a mi derecha y una puerta perfectamente camuflada, sin tirador ni nada, se abrió. Estaría conectada a su escritorio.
   –Llame cuando acabe –salió por la puerta y cerró.
   Daba un poco de miedo tanto misterio, pero a estas alturas, no creía que la autora de la Performance fuera a desaparecer en la extraña casa del insólito Interlocutor de Arte.
   Saqué el móvil y llamé a Cristina.
   –Oye, que me ha entretenido más de la cuenta y no llego. Me ha invitado a quedarme a verlo aquí… no, no sé. Luego te cuento, hasta luego.
   Apagué y fui hacia la puerta que seguía sin ver pese a conocer su ubicación, los paneles de madera estaban perfectamente encajados. Llamé con los nudillos, dispuesta a pasar a un mundo oculto tras la puerta secreta. Pese a lo misterioso que resultara, no veía peligro alguno. Interlocutor sería raro, pero no era ningún maníaco y si lo fuera ya me defendería.
   La puerta se abrió y pasé al otro lado. Tanto misterio para nada, era un salón con los mismos suelos y paredes de madera; la decoración no variaba lo más mínimo. Interlocutor estaba sentado, siempre le había visto así, en un sofá de madera curvada palidísima de finísimos cojines de piel vuelta color ocre pálido, en cuyo brazo que de tan amplio, parecía una mesita auxiliar, reposaban varios mandos a distancia. Al verme, se levantó.
   –Siéntese, por favor.
   Fui hacia la butaca. Al fondo de la sala había una ventana enorme con un cristal que no dejaba ver el exterior. Junto a ella, una mesita circular de madera y dos pequeñas butacas, todo a juego con el sillón. Detrás de una de ellas, había una pintura, lo único que colgaba en aquellas paredes y era inconfundible, “La Primavera” de Botticelli.
   La butaca era cómoda, lo extraño era estar sentada a su lado. Enfrente había un mueble semioval de madera idéntica a la del sofá con un enorme televisor de pantalla plana y debajo, varios aparatos más. Esperamos unos minutos en completo silencio, contemplando las imágenes de los anuncios sin sonido, hasta que el C-13 sobre fondo azul apareció en pantalla, momento en que Interlocutor pulsó el volumen. Comenzaba la Performance, “El artista del siglo XXI”.
   Desparecieron las letras. Azul oscuro, clareando hacia el centro de la imagen, realzando la exquisita silueta de una mujer joven que permanecía de pie y de frente. Giró la cabeza hacia su derecha en el momento en que comenzó a sonar “El lago de los Cisnes”, de Tchaikovski e inició un tímido baile. Asomó un joven por la esquina y al descubrirla, quedó paralizado, prendado de su belleza.
   Acabó “la danza de los cisnes” y empezó el “vals”, el joven comenzó a danzar a su alrededor. La mujer se balanceó suavemente, indecisa, sin saber si dedicarle su atención o ignorarlo. Apareció otro joven y al igual que el anterior, quedó deslumbrado por ella y empezó a rondarla, sin atreverse a acercarse demasiado.
   Tercera pieza, “paso a tres”. Y no hubo dos sin tres, porque por el extremo del escenario surgió el tercero en discordia, el más osado de todos ellos, que al ver que no era el mejor bailarín, hizo aparecer una flor y la depositó a los pies de la bella dama. Los otros, incrédulos ante la desleal competencia, partieron enojados a buscar algo que ofrecerle y volvieron con tres flores uno de ellos, con un enorme ramo el otro. La muchacha miró los presentes y luego a los pretendientes y antes de que pudiera escoger a uno de ellos, apareció todo un séquito de admiradores que depositaron más flores en torno suyo y danzaron en corro en torno a ella.
   Paso a dos. El cortejo, imágenes reales idealizadas. Qué buenos eran los de animación, sobre todo el Pelos. La metamorfosis las llevaría a mutar en cisnes, en una danza de cortejo inacabada, pues sólo estábamos en las primeras fases de selección de aspirantes. Hermosos cisnes y una voz, la mía, irreconocible:
   –Deberéis traer un presente para cortejar a la mujer que aún no conocéis.
   La danza de los cisnes continuó un poco más hasta que se fundió en el azul, apareció el logotipo C13 y volví a hablar.
   –Fueron doce mil ochocientos ochenta y tres los candidatos que entregaron una solicitud como aspirantes a padre del Artista del siglo XXI. Tras un exhaustivo estudio de las condiciones aportadas por los candidatos, se ha efectuado una primera selección. Estos son los quinientos aspirantes que pasarán a la siguiente fase. La lista de seleccionados también está en nuestra web –sobre la pantalla empezaron a aparecer los nombres junto a las fotos de los aspirantes.
   Como me temía, algunos de mis compañeros de la facultad se presentaron al casting y no quería que ninguno de ellos llegara a la final, así que me encargué de que la mayor parte de ellos no fueran seleccionados; el resto caería en las siguientes eliminatorias. No quería al padre, a mi compañero conyugal entre los compañeros de la facultad.
   No había hecho más que acabar cuando sonó mi móvil. No había tenido la precaución de apagarlo. Interlocutor apagó la televisión y se fue discretamente a la butaca junto a la ventana.
   –Hola, mamá.
   –¿Lo has visto? ¡Han elegido al rubio! Aunque bien pensado, me encantaría que no pasara la última selección, estaría bien para ti.
   –Mamá, déjalo, no es el mejor momento. Te llamo luego.
   –¿Estás con alguien?
   –Luego te cuento. Adiós mamá –qué ganas tenía de emparejarme.
   Interlocutor contemplaba la pintura de Botticelli.
   –¿Su madre?
   –Sí. Se ha enganchado al programa.
   –¿Lo sabe?
   –No, todavía no.
   Me acerqué para ver la pintura y él se levantó. Para ser alguien al que le gustaba la decoración minimalista, una obra con tantas figuras en la que se distinguían cada hoja y cada pétalo, era una incongruencia. Lo único acorde a la decoración del piso, eran los colores apagados de la pintura, los ocres de las figuras humanas sobre un fondo oscuro.
   –Tenía un trazo muy elegante, para ser anterior al mil quinientos.
   –Elegancia y melancolía, siempre presentes en su pintura.
   –Es increíble que pese a la quietud de las figuras exista esa sensación de movimiento.
   –Vasari le describió como inquieto. Y atormentado.
   Interlocutor miraba la figura de la mujer con el vestido cargado de flores, la figura más llamativa de la composición, que dominaba la escena desde el lado derecho. La nariz, larga y estrecha, me recordó a la de Interlocutor, tenían un cierto parecido…
   –Siempre me ha fascinado el personaje de Flora –continuó Interlocutor–. Venus queda en un segundo plano y hasta Las Gracias la ensombrecen.
   –Es una buena copia –dije. No estaba preparada para discutir a nivel teórico, más allá de la composición y el color; eso quedaba para los críticos de Arte.
   –La he… –su voz dudó–, pintado yo.
   –¿Usted? –me dejó de piedra. Nunca me hubiera imaginado que pudiera tener inquietudes artísticas.
   Un día, paseando, había visto una galería de reproducciones de pinturas clásicas en la calle Argensola y la suya podría haber estado perfectamente allí.
   –Fui a clases de dibujo y pintura, hace años.
   –Entonces, ¿usted pinta?
   –Lo dejé, no era lo bastante bueno.
   Ahí terminó nuestra conversación. No era lo bastante bueno y lo dejó. Era triste. El silencio que siguió se hizo violento. Miré el reloj.
   –Me tengo que ir, se me está haciendo tarde.
   Sus ojos no se alzaron y por primera vez, vi una expresión en su cara, y era tristeza. Me acompañó a la puerta y me dio la mano. Eso tampoco era habitual en él.
   –Adiós –murmuró.

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