martes, 16 de octubre de 2018

ALANIS 126. 1ª parte.


ALANIS 126

     ―Alanis 126. Grafiti sobre tela de 81x65 centímetros, es decir 0´5265 metros cuadrados, al precio estipulado por el departamento artístico del Ministerio de Ocio y Conocimiento para un artista de categoría C, supone un total de 263´25 eurodólares ―la unidad computerizada registró la grabación holotridimesional.
     ―De acuerdo ―dijo el cliente, mientras tecleaba en su i-phonio la cantidad a transferir a mi cuenta.
     El ingreso tardó apenas unos segundos en aparecer en la unidad, entonces le envié la confirmación y procedí a embalar el grafiti.
     ―Aquí está su grafiti, señor Maneti. Espero que lo disfrute.
     ―Gracias por tan magnífica obra ―su mano avanzó.
     Ya nadie estrechaba la mano, pero él era un hombre mayor. Deposité el grafiti embalado sobre la mesa, apoyándolo en la pared. Tendí la mano y la estrechó con fuerza.
     ―Avíseme cuando tenga obra nueva.
     ―Así lo haré.
     Fui a coger el grafiti y me detuve. Lo había dejado en posición vertical, y a través del hipoplástico traslúcido no parecía Alanis 126.
     ―¿Ocurre algo?
     ―No, nada. Creí que no había acabado de cerrarlo bien.
     Lo tomé con delicadeza y se lo entregué.
     ―Gracias.
     Le acompañé hasta la puerta, experimentando una sensación extraña que no sabía definir. Tras cerrar, permanecí agarrado al pomo durante un buen rato. Tenía la sensación de haberle vendido una obra distinta. Cuando me recobré fui a la sala lúdica y me dejé caer en la butaca. Era como si una vez embalado, se hubiera convertido en otro grafiti. Tal vez se debiera a la visión borrosa, o a la posición incorrecta, pero el caso es que resultaba tan insólito que casi no me atrevía a reconocerlo, porque, eso era lo más fuerte… ¡Alanis 126 había dejado de ser una abstracción!
     Me llevé las manos a la cabeza, como si con ello pudiera desaparecer esa sensación. Sabía que era del todo imposible, pero a través del hipoplástico que envolvía el grafiti, ¡había contemplado un ciprés! Y en ese momento de incertidumbre, estuve a punto de decirle al cliente que deshacíamos la operación, pero no podía echarme atrás. Tampoco quise desenvolverlo, ¿qué esperaba encontrar bajo el hipoplástico, un ciprés? Si lo hubiera desembalado habría encontrado la abstracción número 126. De cualquier modo, ya no me pertenecía, de ella quedaba un tergiversado recuerdo, y la sensación de que mi mente empezaba a dispersarse.
     Su holoimagen me ayudaría a recordarlo tal y como era, evitando la sensación de dispersión… Fui a la unidad computerizada virtual para acceder a la carpeta Alanis, donde conservaba copia de todos los grafitis. Dupliqué el archivo 126 para manipularlo en potosoft. Apliqué un filtro de desenfoque del ochenta por ciento para intentar recrear el envoltorio de hipoplástico y después giré la imagen noventa grados hacia la izquierda, el grafiti perdió entonces toda su frescura para convertirse en una obra mediocre… que como era de esperar, continuaba siendo abstracta. Había sufrido una absurda ilusión óptica. ¿Cómo podía haber confundido a Alanis 126 con un ciprés? No había tomado ningún alucinógeno desde hacía… más de dos lunas; fue aquella vez que me quedé sin ideas. Me sentía un completo idiota.
     Fui hasta la mesa donde había apoyado la obra y no aprecié nada raro. La luz fría del norte entraba por la ventana sin crear reflejos extraños. Me dirigí entonces a la sala de descanso y descolgué a Alanis 65, mi favorita. Después la llevé a la mesa de las alucinaciones, donde la coloqué en idéntica posición a 126. Vista así, parecía la obra de un principiante. No se podía colocar una obra en la posición indebida sin que dejara de ser lo que era, y por supuesto no se convertía en algo reconocible. Traje el rollo de envoltorio hipoplástico, esperando encontrar en él la respuesta. Envolví a Alanis 65 y de inmediato quedó tan borroso como si la niebla lo hubiera envuelto, pero no abandonó su naturaleza abstracta.
     Estaba perdiendo el tiempo. La mente me había jugado una mala pasada, y eso me daba miedo, porque podía ser el comienzo de una dispersión. No quería acabar en un Espacio de Resalutación para Mentes Quebradas y Dispersas como mi amigo Congronio, grafitando círculos temblorosos en la hora de ocio expansivo sobre un vulgar tableti. Mi mente era lúcida, aguda, no estaba disperso y había una explicación racional… sólo tenía que encontrarla.
     Volví a la unidad computerizada dispuesto a reencontrarme con lo que había visto. Tenía que ser más metódico. El desenfoque no era lo mismo que el hipoplástico. ¡Eso era! Cogí la unidad, la llevé hasta la mesa y coloqué el hipoplástico delante de la holoimagen de Alanis 65, dispuesto a demostrar que mi mente no estaba dispersa.
      Un par de horas más tarde, tras haber realizado infinidad de tridifotos colocando el hipoplástico del derecho y del revés, con reflejos y si ellos, con luz cálida y fría, con holoflash y sin él, comencé a visualizar las holotridimágenes giradas de Alanis 126. Todas ellas eran puras abstracciones. Si alguien me hubiera visto en ese momento, a buen seguro que habría pensado que tenía la mente dispersa, hasta que me pareció ver algo, más preciso…
     ―¡Aaaaaah! ¡Aquí está! ―grité.
     ¡Allí estaba! ¡El ciprés! No había ninguna duda, no estaba disperso ni quebrado, escondida en la abstracción 126 existía una obra figurativa, casi realista… ¡Tenía que recuperar el grafiti del ciprés! Estaba en camino de convertirme en un grafitero realista, ascendería a la categoría B, a la A; llegaría a ser una artista de la máxima categoría, y vendería los grafitis a 1500 eurodólares el metro cuadrado.


     Alanis 126, un grafiti con doble personalidad. Abstracto lo creé, pero girándolo se transformó en una obra realista. Pasé horas delante de su proyección sobre la pared de la sala creativa, intentando comprender cómo había llegado a grafitar algo así sin saberlo. Lo giraba una y otra vez sin llegar a entender qué era lo que había sucedido; me negaba a creer que hubiera sido fruto de la casualidad, y necesitaba acceder a esa parte oculta de mi mente que había creado el ciprés. Tal vez un pharmamédico especializado me ayudara a acceder a ese talento oculto que poseía, pero me daba miedo que sólo me creyera disperso o quebrado; tenía que conseguirlo solo.
     Esa noche apenas dormí. ¿Cómo se conseguía crear una obra realista? Los artistas de categoría A parecían surgir de la nada, se ponían a trabajar y surgía algo real. No había ningún Centro de Conocimientos Artísticos que enseñara a crear realismos.
     A las cinco abandoné la sala de reposo y me dirigí a la sala creativa. En la unidad computerizada virtual, intenté grafitar un ciprés, pero éste no se materializó. Seguí realizando bosquejos, sin obtener mejores resultados, hasta que el estómago protestó por haberle olvidado. La ingesta matutina me despejó y recordé que tenía que haber ido a laborar. Tenía pendiente de pintar un salón holoaudiovisual y no les iba a hacer gracia tener que esperar otra jornada más para poder disfrutarlo. No podía perder el trabajo, los grafitis no daban lo suficiente para vivir de ellos y laboraba media jornada como pintor técnico de interiores. Suerte tenía suerte de poder dedicar media jornada a grafitar, aunque después de haber creado una obra realista, aspiraba a más. 
 ...
continuará

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