SERENIDAD
Diing, diing. Saqué el I-phonio del
bolsillo. Acababa de llegar un guas-ash, del grupo Serenidad, reunión 12:00 A.M. Cogí la túnica, la metí en la mochila
y salí a toda prisa; tenía una buena caminata hasta el Espacio Vegetal Arcaizante
El Retiro. Era lo que había cuando uno pertenecía a la casta de los parados perpetuos,
no tenía para pagar el solarbús.
Fui prelaborador hasta los treinta y dos
años, sugeridor los cinco siguientes, tras los cuales conseguí un puesto de
becario durante seis meses; al finalizar el periodo sin sueldo, prescindieron
de mí para contratar a otro becario. No destacaba por encima de la media y no
iba a conseguir una labor remunerada en la vida. Transcurrieron tres años más
sin que nada cambiara, salvo que me convertí en un cuarentón. La pérdida de la
juventud y la falta de laboración me llevaron a contraer una depresión de grado
cinco, pero seguí intentándolo; a principio de cada mes me acercaba al
Ministerio de Laboración y Sport. El problema era que lo único que ofrecía eran
labores de becario sin sueldo y todas acababan igual: lo ha hecho muy bien,
pero sentimos no poder contratarle; y seguían empleando becarios que les
sacaban adelante la labor por la que ellos sí cobraban. Eran muy pocos los que
habían conseguido una remuneración, auténticos cerebritos superdotados. Aún así
podía considerarme afortunado porque mi hermano me había acogido en su morada y
cubría mis necesidades básicas sin exigirme nada a cambio.
Como no tenía otra cosa mejor que hacer, me
metí en el grupo que fundó mi amigo Virsen con la intención de mejorar la
calidad de vida de los parados perpetuos. Éramos siete y en seis meses no
habíamos progresado lo más mínimo, aunque él dijera que íbamos por buen camino.
Faltaban unos minutos cuando llegué al
lugar de la reunión, un banco situado en un camino estrecho entre setos que
bordeaban densas arboledas; al menos, era un lugar recóndito y poco visitado. Quince
minutos después estábamos todos y entonces me puse la túnica, daba mucho el cante
y no quería tener problemas con cierta gente.
—Serenidad —dijo Virsen—, Frankker tiene
algo bueno que contarnos.
Nos volvimos hacia él. Intenté imaginar la
buena nueva, algo así como que nos iban a proporcionar a todos nosotros una
labor remunerada en alguna empresa de reciente creación saltándonos el estadio
de becarios.
—Serenidad, hermanos —Frankker sonreía,
algo que no era habitual en un grupo tan deprimido—. La búsqueda ha dado sus
frutos. He encontrado un lugar mucho mejor que éste para nuestras reuniones.
Vaya mierda, eso no era para estar
contento.
—¿Alguna asociación nos deja su local?
—Edel-a se esforzó por mostrar una sonrisa, pero sólo consiguió esbozar una
mueca.
Estaría bien tener un local, así no
tendríamos que dar el cante con la túnica azul, parecíamos unos auténticos
pirados.
—Es el lugar ―continuó Frankker muy
animado―, en el cual alcanzaremos un nivel de Serenidad tal que podremos
acarrear con la pesada carga que la sociedad nos ha impuesto.
Nos miramos unos a otros como si hablara
de ese lugar mítico llamado la Arcadia Feliz.
—Sabéis que Frankker lleva meses buscando
ese lugar —intervino Virsen—. Allí conseguiremos acercarnos a la Serenidad, no
será un camino fácil, habremos de perseverar. Continúa, Frankker.
—Es un lugar mágico, donde las fuerzas de
la Naturaleza manan del subsuelo en un torrente de una intensidad increíble…
—Me temo que a mí no me alcanza ni para
pagar el transporte público —Jhounes recordó nuestra desesperada situación—, no
todos tenemos quien nos de cobijo y alimento.
—Si te sirve de consuelo —repliqué,
dándome por aludido—, pese a ser el mantenido de mi hermano, tengo que venir andando
a las reuniones.
—Serenidad, hermanos —Virsen zanjó el
asunto—. El lugar está más cerca de lo que imagináis. Guíanos hacia él, Frankker.
Nos pusimos en marcha y dada la ilusión
que les hacía, no me atreví a insinuar que nos quitáramos la túnica. Frankker nos
llevó a través de las sendas casi desiertas del Espacio Vegetal. Deseé que tan
idílico lugar estuviera aquí mismo, pero seguimos andando hasta llegar a la
salida más concurrida de El Retiro, que daba a una rotonda enorme con mucho tráfico
y más gente, que se nos quedaba mirando. Unos adolescentes comenzaron a reírse
de nosotros. ¿Era yo el único que estaba preocupado porque se metieran con
nosotros y acabaran agrediéndonos?
Cruzamos el paso de caminantes de la calle
Alfonso XII y nos dirigimos hacia la de
Alcalá, donde nos detuvimos en el siguiente panel vertical luminoso. Íbamos
hacia Serrano Street. El monigote del semáforo se puso verde y cruzamos, pero
al llegar al espacio de la mediana, Virsen y Frankker se detuvieron. Había
demasiada gente en esa zona, y seguían mirándonos como si fuéramos bichos de la
Constelación Alfa-Centauri, así que esperé que no fuera éste el lugar.
—Ahí está —Frankker se volvió hacia la
enorme escultura que ocupaba la rotonda—, la Puerta de Alcalá. Después del
fiasco que supusieron los Espacios Espirituales donde aseguraban que había
vórtices energéticos, por fin he encontrado uno real.
—Nunca me gustó la puerta, pero ahora, se
me revela realmente hermosa —dijo Laurah.
Ella estaba mucho mejor que ese mamotreto
gris, hubiera estado bien que fuera mi pareja sentimental, pero la situación no
lo permitía y a saber si yo podría llegar a gustarle. Un milagro era lo que
hacía falta, y me extrañaba que estuviera en esa puerta… Unos arcos y unos
monigotes contrahechos coronando el bodrio, me parecía del todo imposible que lanzara
los efluvios subterráneos que nos iban a… No creo que nos fueran a dar una
labor remunerada.
—No hay semáforo para atravesar hasta ahí —Pablot
parecía asustado.
—Y ahí pone que está prohibido acceder al
Espacio de la Puerta de Alcalá —Jhounes señaló el cartel situado al borde de la
acera.
—Si esa energía es tan fuerte, llegará
hasta aquí, incluso al Espacio Vegetal de El Retiro —dije esperanzado de
alcanzar lo que fuéramos a alcanzar, esperando hacerlo en un sitio discreto.
—No, Ferdnand. Créeme he recorrido la zona
buscando Energía Telúrica y te aseguro que está concentrada allí y no hay
ningún otro manantial.
—Un manantial —Edel-a resplandeció como si
hubiera encontrado labor remunerada—. ¿Cómo diste con la Energía?, ¿la sentiste
desde aquí?
—No, fui hasta allí. De madrugada está
todo más tranquilo.
—Entonces —intervino Jhounes—, ¿cruzaste
sin más, comprobaste que había energía y volviste sin ningún contratiempo?
—Podían haberte detenido los S.L.O —desde
luego Pablot nunca habría cruzado.
—Me vieron, pero no dijeron nada; me
confundirían con un inmigrante ilegal —agarró su túnica.
—Algún día este trapo nos dará problemas —dijo
el cagado de Pablot—, si creen que somos
inmigrantes ilegales, algún grupo de ultraviolentos acabará dándonos una paliza.
—No te preocupes, nos atenderán gratis en
el Espacio de Resalutación —Laurah soltó la gracia. Se la veía muy optimista.
—No
os preocupéis —Virsen extendió los brazos—. Lo primero que vamos a hacer es
conseguir un permiso para que nos dejen bañarnos en Energía Telúrica.
...
continuará
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