viernes, 20 de febrero de 2015

LA PERFORMANCE. Segunda Parte. Capítulo 9.



-9-
Segunda prueba

   Ya sabía cómo resolver el ejercicio para la clase de Pintura. Se me había ocurrido de camino a Cadena 13, al ver los montículos terrosos con las construcciones incipientes: aquel detalle azul apagado era la clave. Había llegado a un punto de equilibrio en el cual era capaz de compaginar la facultad y la Performance, aunque también era cierto que veinticinco aspirantes en una semana, a cinco por día, después de lo que habíamos tenido, no eran nada y el visionado de las imágenes se hacía mucho más rápido. Cuanto más avanzaba, más fácil parecía el trabajo. Entré en el despacho, solté el bolso sobre la mesa y me senté.
   Qué poco quedaba, otro día más y entrábamos en la selección final. Ya tenía un favorito, y era bastante guapo. Con solo pensar en él, se me ponía la carne de gallina. Pero no era momento de excitarme, Pelos llegaría de un momento a otro y no estaría bien que saltara sobre él por equivocación. Era un buen ayudante y trabajaba por dos o tres, era adicto al trabajo. Como un día me dijera Piero, debía confiar en los demás y delegar en ellos; hacerlo en Pelos me había descargado considerablemente. Era raro que no hubiera llegado, con lo puntual que era. Iría mirando su informe.
   Delante de mí tenía la grabación del día, el informe y… una nota; no me había fijado en ella. Violeta, me he ido al dentista, no soporto el dolor. Lo siento, Ben. Pelos llevaba un par de días fastidiado con una muela, sería de tanto caramelo como tomaba para calmar las ansias de fumar. Se me iba a hacer raro trabajar sola. Segundas pruebas, cuarto día. Pasé la hoja. Acoso de los periodistas al primer concursante. ¿Por qué metería esto? Habíamos dejado de prestar atención al exterior. Metí el deuvedé en el aparato y encendí el televisor para salir de dudas.
   Calle principal, delante del recinto del Espacio de Arte Experimental. Un joven bien parecido se acercaba a la entrada ignorando a los periodistas y fotógrafos que le rodeaban. Se le notaba incómodo y daba la impresión de que fuera a echar a correr en cualquier momento. Si fueran medianamente inteligentes, preguntarían de uno en uno y le pedirían que se detuviera un momento y posara para ellos. Cruzó raudo los jardines y llegó a la puerta principal, donde los guardias de seguridad impidieron el paso a la jauría. No sabía qué había podido ver de especial en la escena para incluirla, tendría que telefonear a Pelos.
   Una vez que se identificó a la azafata, siguió el pasillo de la izquierda y antes de que llegara al desvío para la sala, una pantalla descendió del techo y le bloqueó el paso. Una especie de homenaje a mi encierro, un capricho sin mayor trascendencia y sin embargo, al Loquero le había entusiasmado, nunca sabía por dónde iba a salir. Decía que podíamos extraer una valiosa información del sujeto en esa incómoda espera, pero yo, todo lo que había sacado en claro de los aspirantes, había sido a través de la creación de su obra.
   Las luces se atenuaron y empezó la proyección. Una laguna llena de plantas en la que unos cisnes de rasgos humanizados, construían plataformas sobre las que elevaban sus nidos. Apareció la hembra y se paseó entre ellos, deteniéndose extasiada ante una construcción fantástica que recordaba a las humanas. El macho, emocionado, prosiguió su labor, mientras que otro al que despreció su obra, la abandonó y emprendió el vuelo, desapareciendo en el horizonte.
   Me encantaba, era una pequeña obra maestra de animación. Pelos y su compañero, podrían haber estado trabajando para la Pixar. Aún no había conseguido averiguar que hacían en España, donde posiblemente no tuvieran porvenir, pero me alegraba que estuvieran, colaborando en mi Performance. Echaba de menos a Pelos, se había convertido en mi mano derecha. Trabajaba como una máquina y sin embargo era capaz de dejarlo todo por ayudar a los demás. No era mi tipo y sin embargo estaba descubriendo sus cualidades, antes nunca lo hubiera hecho. Empezaba a estar muy afectada por la ausencia de un hombre en mi vida.
   El aspirante aguantó los quince minutos de proyección balanceando su cuerpo de un pie a otro. Al finalizar, la pantalla se enrolló y pudo seguir su camino. A partir de ahí tenía una hora para realizar su obra y demostrar sus dotes artísticas. Mientras llegaba a la sala, consulté las notas de Pelos. Primer concursante: escultura, un árbol. Lo había señalado con dos estrellas, eso era que le parecía bastante bueno.
   Entrar en la sala era como sumergirse en la laguna: suelo azul, humedad, olor a tierra mojada y amortiguados sonidos acuáticos. Lo había probado y cerrando los ojos, parecía real y si los abrías, encontrarte rodeada por un cielo azul intenso y primaveral y cisnes en pleno vuelo, acababa de confirmarlo.
   El aspirante dejó a su derecha el pedestal azul sobre el cual reposaba el xilófono naranja y continuó hasta el siguiente, junto al cual había un cajón lleno de piezas de plástico anaranjado de textura tosca, semejantes a las construcciones de madera de los niños. Metió la mano y cogió una. Contempló el vuelo de un cisne en la pared del fondo antes de meter la otra mano en la caja, sacar una segunda pieza y juntarlas sobre el pedestal. Sacó unas pocas piezas más y continuó uniéndolas, como un niño.
   Pulsé el avance rápido. Diez minutos después, la forma había crecido en altura, pero seguía sin distinguir el árbol que se suponía estaba construyendo. Continué avanzando y haciendo pausas, hasta que lo distinguí. Él no estaba, dejé que la escena continuara, hasta que la cámara le enfocó: contemplaba su obra desde el pedestal de la música, acariciando el xilófono. Volvió a su obra, añadió unas piezas y dio unas vueltas alrededor, aparentemente satisfecho. A continuación, abandonó la sala. Era un auténtico artista, y lo recuadré en mi hoja de notas. Me había gustado lo que había hecho y lo que era más importante todavía: él me gustaba. Suspiré.
   Volví al informe. Segundo concursante: música, letras y pintura. No tenía estrellas. La grabación empezaba directamente en la sala. Ignoró el juego de piezas y continuó hasta el xilófono, donde se detuvo. Cogió las baquetas, hizo sonar una nota, otra y se detuvo. Cerró los ojos e interpretó una pieza desconocida para mí. No despertaba ninguna emoción. Siguió hasta el panel naranja vertical, sacó un montón de letras imantadas de la caja y sin pensarlo dos veces, las fue colocando. Lo siguiente que vi fue las letras dispuestas en círculo, y no decían nada. No contento con eso, todavía se fue hacia el caballete sobre el que había dispuesta una pizarra naranja y… ahí se acabó su grabación. Lo taché directamente, el arte no era lo suyo. Apenas aparecería en la emisión. No me extrañaba que Pelos me hubiera hecho de él una grabación a saltos y con escenas cortas.
   Pasé al siguiente. Tercer concursante: tizas, xilófono y borrado. ¿Borrado? Apareció en primer plano, entrando en la sala, un falso rubio con el pelo rizado. De entrada me cayó mal y lo taché directamente, aún así continué viendo la grabación, quería saber qué era el borrado. En cuanto vio la pizarra se fue a ella, cogió una tiza azul y empezó a trazar líneas y más líneas, en un ejercicio abstracto de simetría axial. Pelos me ahorró el intermedio, había dibujado un corazón y sin detenerse a contemplarlo, partió raudo hacia el xilófono. Nada más llegar a él, cogió las baquetas y empezó a interpretar una pieza clásica. Mejor que el anterior. Nada más acabar, volvió a su ejercicio de dibujo y lo borró. Reconocía que no era bueno, pero su interpretación también me dejaba fría. No debería haber llegado a esta fase. Le sacaríamos dibujando y borrando su obra.
   Esperaba que el siguiente fuera mejor, pero lo que vi fue una nueva escena callejera. Miré el papel. Violeta, creo que te gustará. No ponía nada más.
   En cuanto lo vi, entendí el porqué de la primera escena callejera, era una especie de introducción a ésta. A pesar de que era triste, me había reído un montón. Violencia de género, y femenina para más inri: una novia enfurecida esperaba a nuestro segundo concursante a la salida, armada con un madero de tamaño considerable. Le atizó a traición, en la espalda y con todas sus ganas. Tienes un novio que se presenta a unas pruebas en las que si gana, fornicará con otra…, yo hubiera hecho lo mismo. Al segundo golpe, los fotógrafos estaban en el meollo disparando sus cámaras como posesos. Cuando le dio en la pierna y cayó al suelo, se decidieron a intervenir.
   Salvado por los periodistas, habiendo permitido que lo magullara un poco para tener material para sus respectivos periódicos y noticiarios. No era la primera vez que ocurría algo parecido, pero había sido entre concursantes y periodistas. No estaba bien que tuvieran la exclusiva los demás, así que nosotros lo sacaríamos también. Al fin y al cabo, era publicidad y la publicidad, nos mantenía vivos. Hablaría con Piero.
   Menos mal que no era el Artista, solo faltaba que me hubiera desgraciado al que tenía posibilidades de estar en la final; esperaba que no tuviera novia. ¡Ay!, qué poco quedaba para tener a uno de ellos, pero la espera se me hacía eterna. Si pudiera ir catando alguno…, pásese por la oficina de la artista para una inspección personal, hubiera dicho la azafata que le habría acompañado hasta la puerta de mi despacho. El despacho era tan pequeño, que a la fuerza estaríamos muy juntos, le acorralaría e iría más allá de la exploración visual… Desgraciadamente, todavía había veda.
   Cuarto concursante: escultura, edificio futurista. Prometía y además tenía dos estrellas. Sólo faltaba que fuera un Adonis, pero no, no era perfecto. Tendría que averiguar si daba la talla. Debería hacerlo en un despacho en el que nadie pudiera interrumpir; con una puerta con pestillo, no como ésta, en la que hasta el Loquero podía entrar sin llamar; una puerta camuflada, como la de Interlocutor. Tener una aventura que me quitara estas ansias antes de la fase final. ¿Le gustaba? ¿Sería capaz de ligar conmigo? Él era todo un caballero aunque su mirada avasallara, pero con él no se enteraría nadie, porque era la discreción personalizada. 
   Pero… ¿qué estaba diciendo? ¡Si no me gustaba! Estaba desvariando. Debía ser más fuerte que mi necesidad, y aguantar el celibato hasta el final de la Performance. Y a todo esto, el aspirante había concluido su escultura y la miraba desde el pedestal de la pizarra y… era impresionante. No podía ser cierto que me hubiera perdido todo el proceso, había estado mirando la pantalla, ¿o no? Le di a la pausa e intenté calmarme. Podía haber fantaseado con cualquiera de los concursantes, con alguna de mis antiguas aventuras, con Cachas o con Felipe, pero no, tenía que pasárseme por la cabeza la absurda idea de que yo le gustaba a Interlocutor, a Ojos Helados. No tenía sentido, estaba para ir al Loquero.
   Le di al retroceso. ¿Le gustaría? En el fondo, me halagaría, aunque yo no quería nada con él más allá de lo estrictamente profesional. El último día estuvo pendiente de los ojos de mi personaje en el programa y se las volvió a arreglar para que me quedara a ver la Performance; debería ir con cuidado con él. Los que me gustaban estaban entre los aspirantes, como el primero del día… A veces me apetecía que todo acabara. Volvería a tener a un hombre a mi lado. ¿Qué sería de Felipe, y de Cachas? ¿Con quién estarían? ¿Me echarían de menos? Paré el rebobinado y pulsé el play.
   Esta vez estuve atenta. Éste sí que era un artista y no el primero. Lo marqué en la hoja: ARTISTA. Edificio futurista. Su obra era excelente, había sido una buena idea que las obras más interesantes se donaran al Espacio de Arte Experimental. Y bajo la piel de ese artista que no era un Adonis, había descubierto a un joven sexi de expresión dulce… Oh, vaya, ya empezaba. Si quería soñar, debería esperar a la noche.
   Y así, medio descentrada, pasé al último aspirante del día. Otro escultor, al que no presté demasiada atención, tenía una estrella en la calificación. Hizo una forma en espiral ascendente, estaba bien. Había sido un buen día, tres aspirantes válidos. Me quedaba con Artista, tenía aptitudes y destreza, y seguro que más cosas.
   Empezaba a desvariar otra vez. Cerré los ojos y respiré profundamente. Tenía que preparar el guión para el montaje. Como introducción un flash de los periodistas agobiando a Uno. Después, Uno. Luego Dos y Tres, sólo las escenas que mejor reflejaran lo inútiles que eran. No, Tres y a continuación Dos y su salida apoteósica, con algún movimiento sinfónico violento. Esto debería comentarlo con Piero. Con Cuatro había que explayarse, era un Artista y algo de Cinco, que tampoco está mal. Ya estaba, sólo quedaba ponerlo por escrito.
  


   Como era habitual, nada más acabar, sonó el teléfono.
   –Hola Violeta. ¿Has podido ver el programa?
   –Sí, sí que lo he visto. Me he reído un montón. Vaya paliza que le han dado al segundo concursante.
   Las imágenes de violencia callejera habían sido apoteósicas. Piero dudó cuando se lo propuse, pero cuando le comenté que era la oportunidad de mostrar la violencia de género a la inversa, se entusiasmó y dijo que demostraríamos que los pobres apaleados también tenían sus derechos y que habría que crear el Instituto del Hombre.
   –Pobre hombre, a mí me daba pena el pobrecito.
   –Mamá, él se lo buscó, intentaba engañar a su novia.
   –Con dejarle hubiera bastado. Además, no hubiera llegado a la final, no tenía madera de artista.
   –Estás hecha toda una experta, mamá. Seguro que ya sabes quiénes pasan a la final.
   –¡Ay, cómo me gustaría que lo viéramos juntas! El que más me ha gustado es el que ha hecho el rascacielos, pero estoy ansiosa porque salga el andaluz, tiene que ganar.
   –Me quedo con el del rascacielos, como tú dices.
   –Ay, Violeta, es que la tierra tira. A veces, cuando pienso que van a tener un hijo artista, me acuerdo de ti.
   –¿Ah, sí? –me asusté–. ¿Por qué?
   –Me imagino a un par de pequeñines, sentados en la mesa de la cocina, cada uno con su papel y sus pinturas –seguía in albis…    
   –Con la ilusión que te hace, cualquier día te doy una sorpresa.
   –Eso es que ya tienes a alguien en perspectiva. ¿No será aquel del que me hablaste el otro día? Porque he soñado con un joven galante y muy formal que te cortejaba…
   –¿No habrás tenido un pálpito?
   –Pues… ahora que lo dices…, diría que sí.
   Pues yo esperaba que no lo fuera, porque la descripción encajaba con Interlocutor.



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