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Segunda prueba
Ya sabía cómo resolver el ejercicio para la clase
de Pintura. Se me había ocurrido de camino a Cadena 13, al ver los montículos
terrosos con las construcciones incipientes: aquel detalle azul apagado era la
clave. Había llegado
a un punto de equilibrio en el cual era capaz de compaginar la facultad y la Performance,
aunque también era cierto que veinticinco aspirantes en una semana, a cinco por
día, después de lo que habíamos tenido, no eran nada y el visionado de las
imágenes se hacía mucho más rápido. Cuanto más avanzaba, más fácil parecía el
trabajo. Entré
en el despacho, solté el bolso sobre la mesa y me senté.
Qué poco quedaba, otro día más y entrábamos
en la selección final. Ya tenía un favorito, y era bastante guapo. Con solo pensar
en él, se me ponía la carne de gallina. Pero no era momento de excitarme, Pelos
llegaría de un momento a otro y no estaría bien que saltara sobre él por
equivocación. Era un buen ayudante y trabajaba por dos o tres, era adicto al
trabajo. Como un día me dijera Piero, debía confiar en los demás y delegar en
ellos; hacerlo en Pelos me había descargado considerablemente. Era raro que no hubiera
llegado, con lo puntual que era. Iría mirando su informe.
Delante de mí tenía la grabación del día, el
informe y… una nota; no me había fijado en ella. Violeta, me he ido al dentista, no soporto el dolor. Lo siento, Ben.
Pelos llevaba un par de días fastidiado con una muela, sería de tanto caramelo
como tomaba para calmar las ansias de fumar. Se me iba a hacer raro trabajar
sola. Segundas pruebas, cuarto día. Pasé la hoja. Acoso de los periodistas al
primer concursante. ¿Por qué metería esto? Habíamos dejado de prestar atención
al exterior. Metí el deuvedé en el aparato y encendí el televisor para salir de
dudas.
Calle principal, delante del recinto del
Espacio de Arte Experimental. Un joven bien parecido se acercaba a la entrada
ignorando a los periodistas y fotógrafos que le rodeaban. Se le notaba incómodo
y daba la impresión de que fuera a echar a correr en cualquier momento. Si
fueran medianamente inteligentes, preguntarían de uno en uno y le pedirían que
se detuviera un momento y posara para ellos. Cruzó raudo los jardines y llegó a
la puerta principal, donde los guardias de seguridad impidieron el paso a la jauría.
No sabía qué había podido ver de especial en la escena para incluirla, tendría
que telefonear a Pelos.
Una vez que se identificó a la azafata, siguió
el pasillo de la izquierda y antes de que llegara al desvío para la sala, una
pantalla descendió del techo y le bloqueó el paso. Una especie de homenaje a mi
encierro, un capricho sin mayor trascendencia y sin embargo, al Loquero le
había entusiasmado, nunca sabía por dónde iba a salir. Decía que podíamos
extraer una valiosa información del sujeto en esa incómoda espera, pero yo, todo
lo que había sacado en claro de los aspirantes, había sido a través de la
creación de su obra.
Las
luces se atenuaron y empezó la proyección. Una laguna llena de plantas en la
que unos cisnes de rasgos humanizados, construían plataformas sobre las que
elevaban sus nidos. Apareció la hembra y se paseó entre ellos, deteniéndose
extasiada ante una construcción fantástica que recordaba a las humanas. El
macho, emocionado, prosiguió su labor, mientras que otro al que despreció su
obra, la abandonó y emprendió el vuelo, desapareciendo en el horizonte.
Me encantaba, era una pequeña obra maestra
de animación. Pelos y su compañero, podrían haber estado trabajando para la Pixar.
Aún no había conseguido averiguar que hacían en España, donde posiblemente no
tuvieran porvenir, pero me alegraba que estuvieran, colaborando en mi Performance.
Echaba de menos a Pelos, se había convertido en mi mano derecha. Trabajaba como
una máquina y sin embargo era capaz de dejarlo todo por ayudar a los demás. No
era mi tipo y sin embargo estaba descubriendo sus cualidades, antes nunca lo
hubiera hecho. Empezaba a estar muy afectada por la ausencia de un hombre en mi
vida.
El aspirante aguantó los quince minutos de
proyección balanceando su cuerpo de un pie a otro. Al finalizar, la pantalla se
enrolló y pudo seguir su camino. A partir de ahí tenía una hora para realizar
su obra y demostrar sus dotes artísticas. Mientras llegaba a la sala, consulté
las notas de Pelos. Primer concursante: escultura, un árbol. Lo había señalado
con dos estrellas, eso era que le parecía bastante bueno.
Entrar en la sala era como sumergirse en la
laguna: suelo azul, humedad, olor a tierra mojada y amortiguados sonidos
acuáticos. Lo había probado y cerrando los ojos, parecía real y si los abrías,
encontrarte rodeada por un cielo azul intenso y primaveral y cisnes en pleno
vuelo, acababa de confirmarlo.
El aspirante dejó a su derecha el pedestal azul
sobre el cual reposaba el xilófono naranja y continuó hasta el siguiente, junto
al cual había un cajón lleno de piezas de plástico anaranjado de textura tosca,
semejantes a las construcciones de madera de los niños. Metió la mano y cogió
una. Contempló el vuelo de un cisne en la pared del fondo antes de meter la
otra mano en la caja, sacar una segunda pieza y juntarlas sobre el pedestal. Sacó
unas pocas piezas más y continuó uniéndolas, como un niño.
Pulsé el avance rápido. Diez minutos después,
la forma había crecido en altura, pero seguía sin distinguir el árbol que se
suponía estaba construyendo. Continué avanzando y haciendo pausas, hasta que lo
distinguí. Él no estaba, dejé que la escena continuara, hasta que la cámara le
enfocó: contemplaba su obra desde el pedestal de la música, acariciando el
xilófono. Volvió a su obra, añadió unas piezas y dio unas vueltas alrededor, aparentemente
satisfecho. A continuación, abandonó la sala. Era un auténtico artista, y lo
recuadré en mi hoja de notas. Me había gustado lo que había hecho y lo que era más
importante todavía: él me gustaba. Suspiré.
Volví al informe. Segundo concursante: música,
letras y pintura. No tenía estrellas. La grabación empezaba directamente en la
sala. Ignoró el juego de piezas y continuó hasta el xilófono, donde se detuvo.
Cogió las baquetas, hizo sonar una nota, otra y se detuvo. Cerró los ojos e
interpretó una pieza desconocida para mí. No despertaba ninguna emoción. Siguió
hasta el panel naranja vertical, sacó un montón de letras imantadas de la caja
y sin pensarlo dos veces, las fue colocando. Lo siguiente que vi fue las letras
dispuestas en círculo, y no decían nada. No contento con eso, todavía se fue
hacia el caballete sobre el que había dispuesta una pizarra naranja y… ahí se
acabó su grabación. Lo taché directamente, el arte no era lo suyo. Apenas
aparecería en la emisión. No me extrañaba que Pelos me hubiera hecho de él una
grabación a saltos y con escenas cortas.
Pasé
al siguiente. Tercer concursante: tizas, xilófono y borrado. ¿Borrado? Apareció
en primer plano, entrando en la sala, un falso rubio con el pelo rizado. De
entrada me cayó mal y lo taché directamente, aún así continué viendo la
grabación, quería saber qué era el borrado. En cuanto vio la pizarra se fue a
ella, cogió una tiza azul y empezó a trazar líneas y más líneas, en un
ejercicio abstracto de simetría axial. Pelos me ahorró el intermedio, había
dibujado un corazón y sin detenerse a contemplarlo, partió raudo hacia el
xilófono. Nada más llegar a él, cogió las baquetas y empezó a interpretar una
pieza clásica. Mejor que el anterior. Nada más acabar, volvió a su ejercicio de
dibujo y lo borró. Reconocía que no era bueno, pero su interpretación también
me dejaba fría. No debería haber llegado a esta fase. Le sacaríamos dibujando y
borrando su obra.
Esperaba que el siguiente fuera mejor, pero
lo que vi fue una nueva escena callejera. Miré el papel. Violeta, creo que te
gustará. No ponía nada más.
En
cuanto lo vi, entendí el porqué de la primera escena callejera, era una especie
de introducción a ésta. A pesar de que era triste, me había reído un montón.
Violencia de género, y femenina para más inri: una novia enfurecida esperaba a
nuestro segundo concursante a la salida, armada con un madero de tamaño
considerable. Le atizó a traición, en la espalda y con todas sus ganas. Tienes
un novio que se presenta a unas pruebas en las que si gana, fornicará con otra…,
yo hubiera hecho lo mismo. Al segundo golpe, los fotógrafos estaban en el
meollo disparando sus cámaras como posesos. Cuando le dio en la pierna y cayó
al suelo, se decidieron a intervenir.
Salvado por los periodistas, habiendo permitido
que lo magullara un poco para tener material para sus respectivos periódicos y
noticiarios. No era la primera vez que ocurría algo parecido, pero había sido
entre concursantes y periodistas. No estaba bien que tuvieran la exclusiva los
demás, así que nosotros lo sacaríamos también. Al fin y al cabo, era publicidad
y la publicidad, nos mantenía vivos. Hablaría con Piero.
Menos mal que no era el Artista, solo
faltaba que me hubiera desgraciado al que tenía posibilidades de estar en la
final; esperaba que no tuviera novia. ¡Ay!, qué poco quedaba para tener a uno
de ellos, pero la espera se me hacía eterna. Si pudiera ir catando alguno…, pásese por la
oficina de la artista para una inspección personal, hubiera dicho la azafata
que le habría acompañado hasta la puerta de mi despacho. El despacho era tan
pequeño, que a la fuerza estaríamos muy juntos, le acorralaría e iría más allá
de la exploración visual… Desgraciadamente, todavía había veda.
Cuarto concursante: escultura, edificio
futurista. Prometía y además tenía dos estrellas. Sólo faltaba que fuera un Adonis,
pero no, no era perfecto. Tendría que averiguar si daba la talla. Debería
hacerlo en un despacho en el que nadie pudiera interrumpir; con una puerta con
pestillo, no como ésta, en la que hasta el Loquero podía entrar sin llamar; una
puerta camuflada, como la de Interlocutor. Tener una aventura que me quitara
estas ansias antes de la fase final. ¿Le gustaba? ¿Sería capaz de ligar
conmigo? Él era todo un caballero aunque su mirada avasallara, pero con él no
se enteraría nadie, porque era la discreción personalizada.
Pero… ¿qué estaba diciendo? ¡Si no me
gustaba! Estaba desvariando. Debía ser más fuerte que mi necesidad, y aguantar
el celibato hasta el final de la Performance. Y a todo esto, el aspirante había
concluido su escultura y la miraba desde el pedestal de la pizarra y… era
impresionante. No podía ser cierto que me hubiera perdido todo el proceso,
había estado mirando la pantalla, ¿o no? Le di a la pausa e intenté calmarme. Podía
haber fantaseado con cualquiera de los concursantes, con alguna de mis antiguas
aventuras, con Cachas o con Felipe, pero no, tenía que pasárseme por la cabeza la
absurda idea de que yo le gustaba a Interlocutor, a Ojos Helados. No tenía
sentido, estaba para ir al Loquero.
Le di al retroceso. ¿Le gustaría? En el
fondo, me halagaría, aunque yo no quería nada con él más allá de lo
estrictamente profesional. El último día estuvo pendiente de los ojos de mi
personaje en el programa y se las volvió a arreglar para que me quedara a ver
la Performance; debería ir con cuidado con él. Los que me gustaban estaban
entre los aspirantes, como el primero del día… A veces me apetecía que todo
acabara. Volvería a tener a un hombre a mi lado. ¿Qué sería de Felipe, y de
Cachas? ¿Con quién estarían? ¿Me echarían de menos? Paré el rebobinado y pulsé el
play.
Esta vez estuve atenta. Éste sí que era un
artista y no el primero. Lo marqué en la hoja: ARTISTA. Edificio futurista. Su obra era excelente,
había sido una buena idea que las obras más interesantes se donaran al Espacio
de Arte Experimental. Y bajo la piel de ese artista que no era un Adonis, había
descubierto a un joven sexi de expresión dulce… Oh, vaya, ya empezaba. Si
quería soñar, debería esperar a la noche.
Y así, medio descentrada, pasé al último aspirante
del día. Otro escultor, al que no presté demasiada atención, tenía una estrella
en la calificación. Hizo una forma en espiral ascendente, estaba bien. Había sido
un buen día, tres aspirantes válidos. Me quedaba con Artista, tenía aptitudes y
destreza, y seguro que más cosas.
Empezaba a desvariar otra vez. Cerré los ojos y respiré profundamente. Tenía
que preparar el guión para el montaje. Como introducción un flash de los
periodistas agobiando a Uno. Después, Uno. Luego Dos y Tres, sólo las escenas
que mejor reflejaran lo inútiles que eran. No, Tres y a continuación Dos y su
salida apoteósica, con algún movimiento sinfónico violento. Esto debería
comentarlo con Piero. Con Cuatro había que
explayarse, era un Artista y algo de Cinco, que tampoco está mal. Ya estaba,
sólo quedaba ponerlo por escrito.
Como era habitual, nada más acabar, sonó el
teléfono.
–Hola Violeta. ¿Has podido ver el programa?
–Sí, sí que lo he visto. Me he reído un
montón. Vaya paliza que le han dado al segundo concursante.
Las imágenes de violencia callejera habían
sido apoteósicas. Piero dudó cuando se lo propuse, pero cuando le comenté que
era la oportunidad de mostrar la violencia de género a la inversa, se
entusiasmó y dijo que demostraríamos que los pobres apaleados también tenían
sus derechos y que habría que crear el Instituto del Hombre.
–Pobre hombre, a mí me daba pena el
pobrecito.
–Mamá, él se lo buscó, intentaba engañar a
su novia.
–Con dejarle hubiera bastado. Además, no
hubiera llegado a la final, no tenía madera de artista.
–Estás hecha toda una experta, mamá. Seguro
que ya sabes quiénes pasan a la final.
–¡Ay, cómo me gustaría que lo viéramos
juntas! El que más me ha gustado es el que ha hecho el rascacielos, pero estoy
ansiosa porque salga el andaluz, tiene que ganar.
–Me quedo con el del rascacielos, como tú
dices.
–Ay, Violeta, es que la tierra tira. A
veces, cuando pienso que van a tener un hijo artista, me acuerdo de ti.
–¿Ah, sí? –me asusté–. ¿Por qué?
–Me imagino a un par de pequeñines, sentados
en la mesa de la cocina, cada uno con su papel y sus pinturas –seguía in albis…
–Con la ilusión que te hace, cualquier día
te doy una sorpresa.
–Eso es que ya tienes a alguien en
perspectiva. ¿No será aquel del que me hablaste el otro día? Porque he soñado
con un joven galante y muy formal que te cortejaba…
–¿No habrás tenido un pálpito?
–Pues… ahora que lo dices…, diría que sí.
Pues yo esperaba que no lo fuera, porque la
descripción encajaba con Interlocutor.
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