jueves, 11 de junio de 2015

LA PERFORMANCE. Tercera parte. Capítulo 4.



-4-
Jueves: tercera noche de bodas

   Estaba oscuro, como en el sueño. Los peces de dientes afilados que danzaban en las tinieblas con las fauces abiertas me tragaron, condenándome a la oscuridad eterna. No era la primera vez; era algo tan reciente como el dolor de cabeza, la droga y una actuación alucinante, el desfallecimiento y ese mismo sueño. La grabación me ayudó a recordar mi actuación, pero el sueño quedó olvidado y tuve que volver a soñarlo para saber de él. Últimamente me asaltaban sueños tan oscuros como siniestras visiones.
   Volví a despertar cuando las primeras luces se colaron entre las rendijas de las persianas. Cristina tenía la mano apoyada en mi cadera. Anoche no se dormía y vino a pedirme que la dejara quedarse conmigo. Fue después del sueño de los peces abisales. Yo había logrado conciliar el sueño y me despertó al abrir la puerta. Estuvo inquieta y no dejó de moverse; me agarraba, acariciaba mi brazo, se pegaba a mí y se apartaba. En algún momento logré dormirme y tuve sueños eróticos, y no fue con Carlos o Interlocutor, sino con ella, aunque a veces también fue Esmeralda. Aún debía estar afectada por la medicación. A mí me gustaban los hombres y después del período de sequía, había vuelto a disfrutar con Carlos.
   Sonó el despertador. Cristina se me echó encima y me dio un beso en la mejilla.
   –Buenos días. He soñado con un chico –se tapó la cara con la sábana–, ha sido un sueño erótico.
   –¿Tú también? –la pellizqué en el costado.
   –Sí. Se parecía a tu Carlos.
   Había visto el programa de la Performance conmigo. Al principio se mostró turbada por la intensidad del erotismo, pero poco después no era capaz de apartar la mirada de la pantalla.
   –¿Y tú con quién has soñado? –me dijo.
   –No te lo vas a creer –lancé un dedo acusador.
   –¿Conmigo? –se quedó pensativa.
   –Contigo. La culpa es tuya, por meterte en mi cama.
   Se echó a reír.
   –¿Te gustó?  
   –No estuvo mal, aunque prefiero a un chico.
   –Y yo. ¿Te importaría que trajera a casa a mi Capitán? –lo dijo como si para ella fuera la cosa más natural. Cristina empezaba a despertar, el erotismo de la Performance estaba causando más estragos de los que imaginaba.
   –Tráele cuando quieras. No tienes que pedirme permiso.
   –Gracias, eres un sol –me besó.
   –Anda, vamos, que tengo que prepararme para otra sesión con Carlos, y eso no es un sueño, ¡es mucho mejor!



   Los periodistas estaban desconocidos esa mañana, dejando un pasillo abierto hasta el coche, recordaban más a un batallón del ejército que a una chusma desorganizada. Salí del portal y no hubo ningún movimiento brusco, ninguna voz, se limitaron a seguirme con la mirada. Me adentré en el pasillo y entre luces y murmullos, escuché la pregunta.
   –Los programas se están volviendo muy atrevidos, ¿vas a seguir en esa línea?
   Me detuve. Era la primera vez que se portaban de manera tan educada e iba a contestarles.
   –¿La que habéis formado? –algunos rieron la gracia–. Bromas aparte, en la variedad está el gusto. No voy a encasillarme.
   –¿Qué piensas de las manifestaciones de los católicos? –no había dado dos pasos y me llegaba una pregunta desde el otro lado. Era una mujer de mediana edad vestida con traje gris oscuro. Me detuve.
   –Cada cual es libre de expresar su opinión, pero no hace falta armar tanto revuelo. Quien no quiera ver la Performance, puede cambiar de canal o apagar la televisión.
   Iba a seguir y llegó la siguiente. No supe quién la formuló.
   –¿Estás embarazada?
   –Lo siento, Cadena 13 tiene la primicia.
   Seguí caminando. Uno de los periodistas estaba junto a la puerta del coche, con la mano sobre la manecilla de la puerta. Era todo un detalle. ¿Quién había organizado aquello? Habían conseguido más que en todos los días que andaban alborotados.
   –¿Crees que te dejarán seguir adelante?  –soltó con mirada maliciosa.
   ¿De qué hablaba ese tipo? ¿De si me dejarían hacer más capítulos eróticos, me bloquearía el paso o había algo más siniestro encerrado en aquella pregunta? Me detuve delante de él y decidí responder de manera tan ambigua como preguntó.
   –Supongo que podré fiarme de tu caballerosidad.
   Hubo algunas carcajadas. Me abrió la puerta con una sonrisa forzada. Entré en el coche y cerró. El coche arrancó dejando atrás a los periodistas, no así la pregunta, que aún daba vueltas en mi cerebro, buscando una respuesta satisfactoria al enigma planteado. Había sido tan vago como yo con mis respuestas, solo que él era periodista, se suponía que buscaba información y no lo había hecho. Aquel hombre cínico abrió la boca únicamente para provocar. Vi su rostro como si todavía lo tuviera delante, abriendo la boca en una mueca deforme, expandiéndose hasta ocultar el rostro. Vi la enorme boca de dientes largos y afilados, el enorme agujero que se retorcía oscureciendo mi visión. ¿Crees… que… te… dejarán… seguir… adelante? Fue el sonido surgido a cámara lenta de aquel abismo insondable y negro.
   ¿Quiénes no me iban a dejar seguir adelante? Necesitaba salir de esa pesadilla. Parpadeé hasta ver la masa de vehículos que me rodeaban.
   Saqué el móvil para distraerme y olvidar su boca expandida. Lo encendí. Seguramente había batido algún record al haberlo tenido apagado desde la mañana anterior. Tenía unas cuantas llamadas perdidas: la de una amiga, una desconocida y tres de Interlocutor, del que tenía además unos cuantos mensajes; el último de ellos era de las seis y cinco de esa misma mañana. Lo abrí.
   No me ignores. Entiendo que no quieras verme, pero tenemos que hablar. Sólo trabajo.
   Tenía razón, no tenía por qué ocurrir nada entre nosotros si yo no quería. Me costó dar a la tecla, pero lo hice.
   –Hola Violeta. La iglesia ha movido ficha.
   –¿Eso era lo que temías?
   –Sí. Hoy vuelven a haber manifestarse, en San Blas y en Vicálvaro. Mañana será peor.
   –¿Por qué?
   –Lo harán delante de Cadena 13 y los rumores apuntan también a Las Cortes.
   –No conseguirán el apoyo de los políticos.
   –No estés tan segura.
   –Me resulta extraño que vayan a ceder a las presiones de la Iglesia.
   –Cadena 13 no es del agrado del Gobierno. 
   –Me estás asustando.
   –Hay demasiados intereses en que esto no siga adelante y los dos últimos programas se lo han puesto en bandeja.
   –Pero si las imágenes de ayer fueron una inocente animación. Por cierto, hoy hacemos otro parecido.
   –¿No podrías eliminarlo?
   –No. Voy a seguir con lo que tenía planeado. Además es el último de ese estilo.
   –Violeta, has demostrado lo que eres capaz de hacer. Tienes el futuro asegurado y yo… te ayudaré.
   –Gracias.
   –Te echo de menos –colgó sin despedirse.
   Tan profesional y no pudo apartar sus sentimientos. Me daba rabia que fuera él quien se rindiera con tanta facilidad. Llevaba mucho tiempo leyendo tonterías en la prensa y no me iba a asustar por unos exaltados. Además, después del último programa erótico, se les acabarían los argumentos para atacarme.
   El escape alborotado de un vehículo captó mi atención. Era un coche pequeño de color rojo con una franja negra. Nos pasó, realizó unos increíbles zigzagueos entre el tráfico y se perdió. Era un quinientos, como el que vi delante de la Cadena. Iba tan lanzado como yo con la Performance.
   Empezaba la tercera sesión y con ella daba por finalizaba la parte más complicada. Al día siguiente proyectaríamos la animación de los espermatozoides, una larga travesía al final de la cual, uno de ellos llegaba al óvulo. Lo haríamos sin tener en cuenta el día en que quedara embarazada. Sería un día de descanso, estaba todo hecho. Pelos había tenido una idea estupenda, recrear una antigua carrera de coches. Vimos un documental sobre la carrera París-Niza y al igual que los viejos automóviles, los espermatozoides se enfrentarían a una pista larguísima llena de innumerables desvíos, bifurcaciones y callejones sin salida. Se equivocarían de camino, chocarían entre ellos o acabarían empotrados en un árbol. El mejor de todos ellos llegaría a la meta y entraría en el óvulo.
   A partir de ahí todo sería distinto y mis detractores se quedarían sin argumentos. Carlos y yo nos trasladaríamos a vivir al caserón de Piero y aunque todavía no lo estuviera, sería el comienzo oficial del embarazo. Lo tenía todo bien atado, estaba en mi dossier. La Performance incidiría en nuestra vida en común, pero lo más importante sería que todo lo que se grabara, tendría que ver con el arte que empezaría a respirar la criatura. El equipo de Cadena 13 había empezado a hacer pruebas en la casa y habían grabado un programa piloto. Lo vería con Pelos el próximo día.
   Me parecía sencillo comparado con lo que había hecho hasta entonces y sólo me preocupaba una cosa: que Cristina no quisiera mudarse al caserón. Decía que ella no tenía nada que ver con la Performance y que era mejor que Carlos y yo estuviéramos solos. Era mi mejor amiga y si vino a Madrid fue porque yo la convencí. No quería dejarla sola, aunque ella asegurara que viviendo tan cerca, nos veríamos a diario. Se me haría muy raro no estar con ella.
   Llegamos a la Cadena y había unas pocas personas con pancartas. Se suponía que la manifestación era al día siguiente. O se habían confundido de día o estaban haciendo prácticas. Pediría que les grabaran, igual tenían cabida en alguno de los programas. ¿Serían los exaltados de la iglesia de San Blas? Por si acaso, preferí entrar con el coche hasta el garaje. De allí subí a la cafetería. Enterarme de las novedades a primera hora se estaba convirtiendo en una costumbre.
   –Hoy tienes otro color –dijo Nina al verme.
   –Ya ni me acordaba del dolor de cabeza –cogí los periódicos y me senté en la barra.
   –¿Qué te pongo?
   –Un té frío al limón.
   La Performance aparecía en portada. Una cadena de televisión regional pedía firmas contra la pornografía. Nina me sirvió el té.
   –Menudo revuelo has armado –dijo al ver el periódico–, esta mañana hablaban de ello en la radio.
   –Tampoco es para tanto. Hasta ahora nadie se ha quejado públicamente de los programas basura, la violencia y el sexo de ninguna cadena.
   Eché una ojeada al resto de los diarios. Interlocutor tenía razón, los medios de comunicación estaban alborotados y aunque no fuera en portada, todos tenían algo que contar. La Iglesia manifestaba su indignación y movía a sus feligreses a manifestarse. Del único que no decían nada era del gobierno. Interlocutor exageraba.
   Era difícil de creer que yo hubiera provocado ese alboroto por dos días de sexo edulcorado, si hubiera sido porno lo habría entendido.
   –Creo que no soportaría tanta crítica –dijo Nina.
   –Sea buena o mala, alimenta la curiosidad y la gente acaba viendo la Performance.
   Volví a mirar la foto de Este País. Una foto ligeramente borrosa, como si estuviera censurada, en la que aparecíamos Carlos y yo en el cubo. Las olas, el mar, el cubo y nosotros. La fotografía era mala, no nos hacía justicia. Dejé el periódico sobre el mostrador y miré a la cristalera. Mi Performance era mucho más rica. El mar tenía movimiento, el agua formaba ondulaciones y nunca dejaba de moverse. Ondulaciones moradas, reflujos púrpuras y una lluvia ligera salpicando su superficie. Puntos oscuros hiriendo el bello mar, puntos negros que no cesaban de caer y que alteraban su superficie como manchas de alquitrán en un mar violado por la contaminación.
   No podía apartar la mirada de aquella superficie oscura, aunque temía lo que estaba por llegar. La transformación malsana de la límpida superficie, a la que llegaban deformes criaturas con sus barredoras a apelmazar el chapapote negro. Eran los que iban contra mí. Acumulaban el pegajoso líquido que seguía cayendo sobre las ondulaciones que fueron moradas. Testigo muda, incapaz de mover un dedo por evitarlo, vi como todo rastro de color desaparecía. Pasé la mano  por mi frente y a tiempo estuve de tapar mis ojos, cuando la burbuja que se formó en la superficie, hizo estallar el exceso de negrura.
   Fue una visión clarísima, la segunda del día. Mi horizonte estaba negro. ¿Qué les había hecho? ¿Quiénes eran? ¿Por qué querían que abandonara?
   Había nubes negras en el horizonte. Había llegado muy lejos para ceder al chantaje de algún caprichoso advenedizo. Había trabajado mucho para que una visión me cortara las alas. Nada ni nadie me detendría, mi tercera actuación tendría lugar. Violeta Vera daría que hablar y al final, tendrían que reconocer que era la mejor.
   Apuré mi bebida y coloqué los periódicos.
   –Voy a continuar con mi Performance transgresora. Hasta luego.
   –Es una Performance maravillosa. No les hagas caso. Es pura envidia.
   Salí hacia el despacho de Piero. Todo artista innovador había sido criticado y al final se convertía en un clásico. Yo no iba a ser menos. La actuación del día no dejaría indiferente a nadie.
   La puerta estaba abierta. Piero y Esmeralda estaban sentados en la butaca y ella apoyaba el brazo en su hombro. Él parecía nervioso.
   –Hola. ¿Va todo bien?
   –Nada de lo que debamos preocuparnos. Es sólo que me da rabia que los medios se ensañen con nosotros cuando deberían mirarse el ombligo.
   –Se les pasará –Esmeralda me miró–. Siempre es igual. En cuanto surge una primicia, le sacan el jugo hasta vaciarla y durante ese período, no hay lugar para las demás noticias.
   –Cierto –respondí–. Cuando vean que no hay más programas eróticos, se aburrirán y nos dejarán en paz. Nos tocará hacer publicidad a nosotros.
   Que se ocuparan Interlocutor y Piero de la tormenta, yo seguiría con la Performance. Había planeado tres días de sexo y los haría; pese a la prensa, pese a las visiones. El próximo día tendría las imágenes preconizadas por uno de los diarios: espermatozoides y óvulos. La loca carrera de todos ellos por llegar al óvulo. ¿También los criticarían? Sería de risa.
   En esto, llegó Carlos. Se sentó a mi lado y puso su mano sobre la mía. Su contacto me dejó indiferente. ¿Qué me ocurría? ¿Era por la visión?
   No debía preocuparme. Todo iba bien, había críticas y movimientos contrarios a la Performance. Solo que ahora se habían disparado, lo cual era normal, muchos pensaron que todo acababa con la boda.
   Sí eran preocupantes las visiones negras. Llevaba cuatro días sufriéndolas, y eso debiera haberme hecho desistir.
   –Pues ya estamos todos –dijo Piero. Él entendía de estas cosas. Si no lo hubiera visto claro, no habría puesto la Performance en marcha.
   –Violeta –dijo Esmeralda–, ¿viste el montaje de ayer?
   –Sí. Me gustó. ¿Interviniste tú?
   –Le pedí permiso a Piero y a Ben le pareció bien. Jamás había utilizado el elemento agua de esa manera para representar una escena sexual y de verdad te digo, que convirtió las imágenes en poesía.
   –Habíamos pensado una cosa… –intervino Piero.
   –Lo hemos hablado hace un rato –dijo Esmeralda.
   Les veía muy compenetrados. Otros a los que habían afectado las imágenes del día anterior.
   –Se supone que hoy debía ser más intenso y apasionado. Habíamos pensado –dijo Piero–, que si drogados hicisteis lo que hicisteis…
   –¿Drogados? –Carlos se revolvió.
   –No seas bruto, Piero –intervino Esmeralda–. Te dio algo similar a la viagra y a ti un analgésico tan potente que te hizo delirar. Lo que proponíamos era que volvierais a tomarlas hoy.
   –De acuerdo –tendrían motivos para criticarme. Representaríamos una escena de pasión violenta e irrefrenable–, pero me gustaría conocer los efectos secundarios.
   –Vale –Carlos no lo dudó. Le había gustado la experiencia.
   Piero cogió el teléfono.
   –Avisa al médico. Dile que venga a mi despacho y traiga el armamento. Él ya me entiende.
   –Mira que eres bromista –dijo Esmeralda
   En cinco minutos le teníamos con nosotros. Se sentó al lado de Esmeralda y dejó su maletín en la mesa.
   –Estos chicos están dispuestos a pasárselo bien, pero quieren saber si van a morir en el intento o si sólo van a quedar sonados.
   El médico puso cara de resignación y se dirigió a nosotros.
   –Carlos, a ti te pondré una dosis algo más suave que la de ayer, ya vimos que estás hecho un semental. Para ti, digamos que voy a suprimir el analgésico de la fórmula…
   –Eso nos da igual –dijo Piero–. Lo que queremos saber son los efectos secundarios, si crean adicción…
   –Lo de Carlos, tardará menos en bajar y no dejará secuelas. En cambio lo tuyo, Violeta, ¿no te encuentras cansada y somnolienta?
   –De momento, no.
   –Te aseguro que con la segunda dosis, lo estarás durante tres o cuatro días. Te daré unas pastillas para combatirlo.
   –Mañana será un día tranquilo. Intentaré no tomarlas.
   –¿Aceptáis actuar drogados? –dijo Piero.
   –Sí –Carlos parecía haberle tomado gustillo. Debía estar saboreando la gran fornicada que le esperaba con la potencia extra.
   –De acuerdo.
   –Pues proceda, doctor.
   Quince minutos después estábamos en el P-1 y habíamos empezado a notar los efectos.
   Aún no había amanecido y el volcán despertó, nos despertó. Me puse en pie. Él me vio y también se levantó. Nos miramos como dos desconocidos que se encontraran por primera vez. Sentí mi piel erizarse al contemplar su cuerpo. Avancé hacia él y avanzó hacia mí, giramos el uno en torno al otro en una danza ralentizada, deleitándonos en nuestros cuerpos desnudos. Mi mano avanzó hasta su costado y la suya buscó mi cintura. Me atrajo, le cautivé, me palpó, le acaricié y la llama prendió en mi cuerpo.
   Nos separamos y volví a contemplar el cuerpo que tanto me excitaba. Estallidos y llamaradas, rojos incandescentes expelidos en todas las direcciones. No pude esperar más y me lancé sobre él. El impulso nos hizo caer y rodar junto al torrente de lava que comenzaba a derramarse. La corriente naranja nos envolvió y avivó el fuego de la pasión que nos envolvía y devoraba.
   Respiración agitada que no quería calmar, el fuego devoraba mis entrañas, quería apagarlo, saciarlo o volverlo más violento aún y para ello tenía que atrapar al otro ser viviente del cálido lugar. En medio del estruendo del resurgir del volcán, intenté aprisionar al que debía aguijonearme, pero no era de los que se sometían fácilmente. Se revolvió contra mí y trató de acorralarme. Dos seres, cazadores y presas a la vez, sintiendo el despertar de sus entrañas con la misma fuerza del volcán. Ojos lujuriosos y caricias voluptuosas, nuestros corazones ardientes no pudieron más y nos dimos caza. Enterró su hombría en el averno de mis entrañas, siguiendo el camino oscuro donde apagar su fuego y encender el mío, encender su fuego y apagar el mío…


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