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Jueves: tercera noche de bodas
Estaba oscuro, como en el sueño. Los peces de
dientes afilados que danzaban en las tinieblas con las fauces abiertas me
tragaron, condenándome a la oscuridad eterna. No era la primera vez; era algo tan
reciente como el dolor de cabeza, la droga y una actuación alucinante, el
desfallecimiento y ese mismo sueño. La grabación me ayudó a recordar mi
actuación, pero el sueño quedó olvidado y tuve que volver a soñarlo para saber
de él. Últimamente me asaltaban sueños tan oscuros como siniestras visiones.
Volví a despertar cuando las primeras luces
se colaron entre las rendijas de las persianas. Cristina tenía la mano apoyada
en mi cadera. Anoche no se dormía y vino a pedirme que la dejara quedarse
conmigo. Fue después del sueño de los peces abisales. Yo había logrado
conciliar el sueño y me despertó al abrir la puerta. Estuvo inquieta y no dejó
de moverse; me agarraba, acariciaba mi brazo, se pegaba a mí y se apartaba. En
algún momento logré dormirme y tuve sueños eróticos, y no fue con Carlos o
Interlocutor, sino con ella, aunque a veces también fue Esmeralda. Aún debía
estar afectada por la medicación. A mí me gustaban los hombres y después del
período de sequía, había vuelto a disfrutar con Carlos.
Sonó el despertador. Cristina se me echó
encima y me dio un beso en la mejilla.
–Buenos días. He soñado con un chico –se tapó
la cara con la sábana–, ha sido un sueño erótico.
–¿Tú también? –la pellizqué en el costado.
–Sí. Se parecía a tu Carlos.
Había visto el programa de la Performance
conmigo. Al principio se mostró turbada por la intensidad del erotismo, pero
poco después no era capaz de apartar la mirada de la pantalla.
–¿Y tú con quién has soñado? –me dijo.
–No te lo vas a creer –lancé un dedo
acusador.
–¿Conmigo? –se quedó pensativa.
–Contigo. La culpa es tuya, por meterte en
mi cama.
Se echó a reír.
–¿Te gustó?
–No estuvo mal, aunque prefiero a un chico.
–Y yo.
¿Te importaría que trajera a casa a mi Capitán? –lo dijo como si para ella
fuera la cosa más natural. Cristina empezaba a despertar, el erotismo de la Performance
estaba causando más estragos de los que imaginaba.
–Tráele cuando quieras. No tienes que
pedirme permiso.
–Gracias, eres un sol –me besó.
–Anda, vamos, que tengo que prepararme para otra
sesión con Carlos, y eso no es un sueño, ¡es mucho mejor!
Los periodistas estaban desconocidos esa
mañana, dejando un pasillo abierto hasta el coche, recordaban más a un batallón
del ejército que a una chusma desorganizada. Salí del portal y no hubo ningún
movimiento brusco, ninguna voz, se limitaron a seguirme con la mirada. Me
adentré en el pasillo y entre luces y murmullos, escuché la pregunta.
–Los programas se están volviendo muy
atrevidos, ¿vas a seguir en esa línea?
Me detuve. Era la primera vez que se
portaban de manera tan educada e iba a contestarles.
–¿La que habéis formado? –algunos rieron la
gracia–. Bromas aparte, en la variedad está el gusto. No voy a encasillarme.
–¿Qué piensas de las manifestaciones de los
católicos? –no había dado dos pasos y me llegaba una pregunta desde el otro
lado. Era una mujer de mediana edad vestida con traje gris oscuro. Me detuve.
–Cada cual es libre de expresar su opinión,
pero no hace falta armar tanto revuelo. Quien no quiera ver la Performance,
puede cambiar de canal o apagar la televisión.
Iba a seguir y llegó la siguiente. No supe
quién la formuló.
–¿Estás embarazada?
–Lo siento, Cadena 13 tiene la primicia.
Seguí caminando. Uno de los periodistas
estaba junto a la puerta del coche, con la mano sobre la manecilla de la
puerta. Era todo un detalle. ¿Quién había organizado aquello? Habían conseguido
más que en todos los días que andaban alborotados.
–¿Crees que te dejarán seguir adelante? –soltó con mirada maliciosa.
¿De qué hablaba ese tipo? ¿De si me dejarían
hacer más capítulos eróticos, me bloquearía el paso o había algo más siniestro
encerrado en aquella pregunta? Me detuve delante de él y decidí responder de
manera tan ambigua como preguntó.
–Supongo que podré fiarme de tu caballerosidad.
Hubo algunas carcajadas. Me abrió la puerta
con una sonrisa forzada. Entré en el coche y cerró. El coche arrancó dejando
atrás a los periodistas, no así la pregunta, que aún daba vueltas en mi
cerebro, buscando una respuesta satisfactoria al enigma planteado. Había sido
tan vago como yo con mis respuestas, solo que él era periodista, se suponía que
buscaba información y no lo había hecho. Aquel hombre cínico abrió la boca
únicamente para provocar. Vi su rostro como si todavía lo tuviera delante,
abriendo la boca en una mueca deforme, expandiéndose hasta ocultar el rostro. Vi
la enorme boca de dientes largos y afilados, el enorme agujero que se retorcía
oscureciendo mi visión. ¿Crees… que… te… dejarán… seguir… adelante? Fue el
sonido surgido a cámara lenta de aquel abismo insondable y negro.
¿Quiénes no me iban a dejar seguir adelante?
Necesitaba salir de esa pesadilla. Parpadeé hasta ver la masa de vehículos que
me rodeaban.
Saqué el móvil para distraerme y olvidar su
boca expandida. Lo encendí. Seguramente había batido algún record al haberlo
tenido apagado desde la mañana anterior. Tenía unas cuantas llamadas perdidas: la
de una amiga, una desconocida y tres de Interlocutor, del que tenía además unos
cuantos mensajes; el último de ellos era de las seis y cinco de esa misma
mañana. Lo abrí.
No me
ignores. Entiendo que no quieras verme, pero tenemos que hablar. Sólo trabajo.
Tenía razón, no tenía por qué ocurrir nada
entre nosotros si yo no quería. Me costó dar a la tecla, pero lo hice.
–Hola Violeta. La iglesia ha movido ficha.
–¿Eso era lo que temías?
–Sí. Hoy vuelven a haber manifestarse, en
San Blas y en Vicálvaro. Mañana será peor.
–¿Por qué?
–Lo harán delante de Cadena 13 y los rumores
apuntan también a Las Cortes.
–No conseguirán el apoyo de los políticos.
–No estés tan segura.
–Me resulta extraño que vayan a ceder a las
presiones de la Iglesia.
–Cadena 13 no es del agrado del
Gobierno.
–Me estás asustando.
–Hay demasiados intereses en que esto no
siga adelante y los dos últimos programas se lo han puesto en bandeja.
–Pero si las imágenes de ayer fueron una
inocente animación. Por cierto, hoy hacemos otro parecido.
–¿No podrías eliminarlo?
–No. Voy a seguir con lo que tenía planeado.
Además es el último de ese estilo.
–Violeta, has demostrado lo que eres capaz
de hacer. Tienes el futuro asegurado y yo… te ayudaré.
–Gracias.
–Te echo de menos –colgó sin despedirse.
Tan profesional y no pudo apartar sus
sentimientos. Me daba rabia que fuera él quien se rindiera con tanta facilidad.
Llevaba mucho tiempo leyendo tonterías en la prensa y no me iba a asustar por
unos exaltados. Además, después del último programa erótico, se les acabarían
los argumentos para atacarme.
El escape alborotado de un vehículo captó mi
atención. Era un coche pequeño de color rojo con una franja negra. Nos pasó, realizó
unos increíbles zigzagueos entre el tráfico y se perdió. Era un quinientos,
como el que vi delante de la Cadena. Iba tan lanzado como yo con la Performance.
Empezaba la tercera sesión y con ella daba por
finalizaba la parte más complicada. Al día siguiente proyectaríamos la
animación de los espermatozoides, una larga travesía al final de la cual, uno
de ellos llegaba al óvulo. Lo haríamos sin tener en cuenta el día en que
quedara embarazada. Sería un día de descanso, estaba todo hecho. Pelos había
tenido una idea estupenda, recrear una antigua carrera de coches. Vimos un
documental sobre la carrera París-Niza y al igual que los viejos automóviles,
los espermatozoides se enfrentarían a una pista larguísima llena de
innumerables desvíos, bifurcaciones y callejones sin salida. Se equivocarían de
camino, chocarían entre ellos o acabarían empotrados en un árbol. El mejor de
todos ellos llegaría a la meta y entraría en el óvulo.
A partir de ahí todo sería distinto y mis
detractores se quedarían sin argumentos. Carlos y yo nos trasladaríamos a vivir
al caserón de Piero y aunque todavía no lo estuviera, sería el comienzo oficial
del embarazo. Lo tenía todo bien atado, estaba en mi dossier. La Performance
incidiría en nuestra vida en común, pero lo más importante sería que todo lo
que se grabara, tendría que ver con el arte que empezaría a respirar la
criatura. El equipo de Cadena 13 había empezado a hacer pruebas en la casa y
habían grabado un programa piloto. Lo vería con Pelos el próximo día.
Me parecía sencillo comparado con lo que
había hecho hasta entonces y sólo me preocupaba una cosa: que Cristina no quisiera
mudarse al caserón. Decía que ella no tenía nada que ver con la Performance y
que era mejor que Carlos y yo estuviéramos solos. Era mi mejor amiga y si vino
a Madrid fue porque yo la convencí. No quería dejarla sola, aunque ella
asegurara que viviendo tan cerca, nos veríamos a diario. Se me haría muy raro
no estar con ella.
Llegamos a la Cadena y había unas pocas
personas con pancartas. Se suponía que la manifestación era al día siguiente. O
se habían confundido de día o estaban haciendo prácticas. Pediría que les
grabaran, igual tenían cabida en alguno de los programas. ¿Serían los exaltados
de la iglesia de San Blas? Por si acaso, preferí entrar con el coche hasta el
garaje. De allí subí a la cafetería. Enterarme de las novedades a primera hora se
estaba convirtiendo en una costumbre.
–Hoy tienes otro color –dijo Nina al verme.
–Ya ni me acordaba del dolor de cabeza –cogí
los periódicos y me senté en la barra.
–¿Qué te pongo?
–Un té frío al limón.
La Performance aparecía en portada. Una cadena de televisión regional
pedía firmas
contra la pornografía. Nina me sirvió el té.
–Menudo
revuelo has armado –dijo al ver el periódico–, esta mañana hablaban de ello en
la radio.
–Tampoco es para tanto. Hasta ahora nadie se
ha quejado públicamente de los programas basura, la violencia y el sexo de
ninguna cadena.
Eché
una ojeada al resto de los diarios. Interlocutor tenía razón, los medios de
comunicación estaban alborotados y aunque no fuera en portada, todos tenían
algo que contar. La Iglesia manifestaba su indignación y movía a sus feligreses a manifestarse. Del único
que no decían nada era del gobierno. Interlocutor exageraba.
Era difícil de creer que yo hubiera
provocado ese alboroto por dos días de sexo edulcorado, si hubiera sido porno
lo habría entendido.
–Creo
que no soportaría tanta crítica –dijo Nina.
–Sea buena o mala, alimenta la curiosidad y
la gente acaba viendo la Performance.
Volví a mirar la foto de Este País. Una foto
ligeramente borrosa, como si estuviera censurada, en la que aparecíamos Carlos
y yo en el cubo. Las olas, el mar, el cubo y nosotros. La fotografía era mala,
no nos hacía justicia. Dejé el periódico sobre el mostrador y miré a la
cristalera. Mi Performance era mucho más rica. El mar tenía movimiento, el agua
formaba ondulaciones y nunca dejaba de moverse. Ondulaciones moradas, reflujos
púrpuras y una lluvia ligera salpicando su superficie. Puntos oscuros hiriendo
el bello mar, puntos negros que no cesaban de caer y que alteraban su superficie
como manchas de alquitrán en un mar violado por la contaminación.
No podía apartar la mirada de aquella
superficie oscura, aunque temía lo que estaba por llegar. La transformación
malsana de la límpida superficie, a la que llegaban deformes criaturas con sus
barredoras a apelmazar el chapapote negro. Eran los que iban contra mí. Acumulaban
el pegajoso líquido que seguía cayendo sobre las ondulaciones que fueron
moradas. Testigo muda, incapaz de mover un dedo por evitarlo, vi como todo
rastro de color desaparecía. Pasé la mano
por mi frente y a tiempo estuve de tapar mis ojos, cuando la burbuja que
se formó en la superficie, hizo estallar el exceso de negrura.
Fue una visión clarísima, la segunda del día.
Mi horizonte estaba negro. ¿Qué les había hecho? ¿Quiénes eran? ¿Por qué
querían que abandonara?
Había
nubes negras en el horizonte. Había llegado muy lejos para ceder al chantaje de
algún caprichoso advenedizo. Había trabajado mucho para que una visión me
cortara las alas. Nada ni nadie me detendría, mi tercera actuación tendría
lugar. Violeta Vera daría que hablar y al final, tendrían que reconocer que era
la mejor.
Apuré mi bebida y coloqué los periódicos.
–Voy a continuar con mi Performance
transgresora. Hasta luego.
–Es una Performance maravillosa. No les
hagas caso. Es pura envidia.
Salí
hacia el despacho de Piero. Todo artista innovador había sido criticado y al
final se convertía en un clásico. Yo no iba a ser menos. La actuación del día
no dejaría indiferente a nadie.
La puerta estaba abierta. Piero y Esmeralda estaban
sentados en la butaca y ella apoyaba el brazo en su hombro. Él parecía nervioso.
–Hola. ¿Va todo bien?
–Nada de lo que debamos preocuparnos. Es
sólo que me da rabia que los medios se ensañen con nosotros cuando deberían
mirarse el ombligo.
–Se les pasará –Esmeralda me miró–. Siempre
es igual. En cuanto surge una primicia, le sacan el jugo hasta vaciarla y
durante ese período, no hay lugar para las demás noticias.
–Cierto –respondí–. Cuando vean que no hay
más programas eróticos, se aburrirán y nos dejarán en paz. Nos tocará hacer
publicidad a nosotros.
Que se ocuparan Interlocutor y Piero de la
tormenta, yo seguiría con la Performance. Había planeado tres días de sexo y
los haría; pese a la prensa, pese a las visiones. El próximo día tendría las
imágenes preconizadas por uno de los diarios: espermatozoides y óvulos. La loca
carrera de todos ellos por llegar al óvulo. ¿También los criticarían? Sería de
risa.
En esto, llegó Carlos. Se sentó a mi lado y
puso su mano sobre la mía. Su contacto me dejó indiferente. ¿Qué me ocurría? ¿Era
por la visión?
No debía preocuparme. Todo iba bien, había
críticas y movimientos contrarios a la Performance. Solo que ahora se habían
disparado, lo cual era normal, muchos pensaron que todo acababa con la boda.
Sí eran preocupantes las visiones negras.
Llevaba cuatro días sufriéndolas, y eso debiera haberme hecho desistir.
–Pues ya estamos todos –dijo Piero. Él
entendía de estas cosas. Si no lo hubiera visto claro, no habría puesto la Performance
en marcha.
–Violeta –dijo Esmeralda–, ¿viste el montaje
de ayer?
–Sí. Me gustó. ¿Interviniste tú?
–Le pedí permiso a Piero y a Ben le pareció
bien. Jamás había utilizado el elemento agua de esa manera para representar una
escena sexual y de verdad te digo, que convirtió las imágenes en poesía.
–Habíamos pensado una cosa… –intervino
Piero.
–Lo hemos hablado hace un rato –dijo
Esmeralda.
Les veía muy compenetrados. Otros a los que
habían afectado las imágenes del día anterior.
–Se supone que hoy debía ser más intenso y
apasionado. Habíamos pensado –dijo Piero–, que si drogados hicisteis lo que
hicisteis…
–¿Drogados? –Carlos se revolvió.
–No seas bruto, Piero –intervino Esmeralda–.
Te dio algo similar a la viagra y a ti un analgésico tan potente que te hizo
delirar. Lo que proponíamos era que volvierais a tomarlas hoy.
–De acuerdo –tendrían motivos para
criticarme. Representaríamos una escena de pasión violenta e irrefrenable–,
pero me gustaría conocer los efectos secundarios.
–Vale –Carlos no lo dudó. Le había gustado
la experiencia.
Piero cogió el teléfono.
–Avisa al médico. Dile que venga a mi
despacho y traiga el armamento. Él ya me entiende.
–Mira que eres bromista –dijo Esmeralda
En cinco minutos le teníamos con nosotros.
Se sentó al lado de Esmeralda y dejó su maletín en la mesa.
–Estos chicos están dispuestos a pasárselo
bien, pero quieren saber si van a morir en el intento o si sólo van a quedar sonados.
El médico puso cara de resignación y se
dirigió a nosotros.
–Carlos, a ti te pondré una dosis algo más
suave que la de ayer, ya vimos que estás hecho un semental. Para ti, digamos
que voy a suprimir el analgésico de la fórmula…
–Eso nos da igual –dijo Piero–. Lo que
queremos saber son los efectos secundarios, si crean adicción…
–Lo de Carlos, tardará menos en bajar y no
dejará secuelas. En cambio lo tuyo, Violeta, ¿no te encuentras cansada y
somnolienta?
–De momento, no.
–Te aseguro que con la segunda dosis, lo
estarás durante tres o cuatro días. Te daré unas pastillas para combatirlo.
–Mañana será un día tranquilo. Intentaré no
tomarlas.
–¿Aceptáis actuar drogados? –dijo Piero.
–Sí –Carlos parecía haberle tomado gustillo.
Debía estar saboreando la gran fornicada que le esperaba con la potencia extra.
–De acuerdo.
–Pues proceda, doctor.
Quince minutos después estábamos en el P-1 y
habíamos empezado a notar los efectos.
Aún no había amanecido y el volcán despertó,
nos despertó. Me puse en pie. Él me vio y también se levantó. Nos miramos como
dos desconocidos que se encontraran por primera vez. Sentí mi piel erizarse al
contemplar su cuerpo. Avancé hacia él y avanzó hacia mí, giramos el uno en torno
al otro en una danza ralentizada, deleitándonos en nuestros cuerpos desnudos.
Mi mano avanzó hasta su costado y la suya buscó mi cintura. Me atrajo, le cautivé,
me palpó, le acaricié y la llama prendió en mi cuerpo.
Nos
separamos y volví a contemplar el cuerpo que tanto me excitaba. Estallidos y llamaradas,
rojos incandescentes expelidos en todas las direcciones. No pude esperar más y
me lancé sobre él. El impulso nos hizo caer y rodar junto al torrente de lava
que comenzaba a derramarse. La corriente naranja nos envolvió y avivó el fuego
de la pasión que nos envolvía y devoraba.
Respiración agitada que no quería calmar, el
fuego devoraba mis entrañas, quería apagarlo, saciarlo o volverlo más violento
aún y para ello tenía que atrapar al otro ser viviente del cálido lugar. En
medio del estruendo del resurgir del volcán, intenté aprisionar al que debía
aguijonearme, pero no era de los que se sometían fácilmente. Se revolvió contra
mí y trató de acorralarme. Dos seres, cazadores y presas a la vez, sintiendo el
despertar de sus entrañas con la misma fuerza del volcán. Ojos lujuriosos y
caricias voluptuosas, nuestros corazones ardientes no pudieron más y nos dimos
caza. Enterró su hombría en el averno de mis entrañas, siguiendo el camino
oscuro donde apagar su fuego y encender el mío, encender su fuego y apagar el
mío…
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