jueves, 22 de octubre de 2015

LA TORRE. Elena. Capítulo 7.



7

La charla de los padres

   El fuego caldeaba la sala. Las llamas surgían irregulares, en un baile desordenado y caótico. Tan pronto parecían apagarse como que daban un estirón y se perdían en el tiro de la chimenea. Una pequeña explosión y una nueva llamarada surgió. Al rato, otros dos
estallidos y dos lenguas amenazaron con salirse del hogar.
   La pareja estaba sentada, sumida en la contemplación de la hipnótica danza.
   –Parece que hasta el fuego anda alterado –dijo ella.
   –Estará húmeda la leña –contestó él.
   –La cortó ella, ¿sabes? Hoy ha estado muy seria. Dice que le va bien en el trabajo, pero no debe estar a gusto. Espero que sólo sea eso.
   –Pues menudo trabajo que ha hecho. Lo siento por las agujetas que tendrá.
   –Y las manos, si se las vieras a la pobre…
   La conversación languideció. Siguieron entretenidos con el crepitar imprevisible del fuego. Las llamas subían por un lado y se desvanecían por otro.
   –Te dije que tu hija es fuerte, lo superará.
   –Pues le está costando. No sé si hablar con ella –contestó la madre.
   Se quedaron pensativos, mirando el fuego.
   –Hoy me he encontrado con Honorio… –dejó la frase en suspenso.
   La mujer cogió un mechón de su cabello entre los dedos y se dedicó a rizárselo. El marido la miró de reojo.
   –Pues sí, estuve un rato hablando con él… –volvió a callar. 
   –Si te apetece, me lo cuentas. No te voy a sonsacar si es lo que piensas –soltó pasado un rato la mujer–. Será alguna tontería de tus amigotes. Que ya nos conocemos hace muchos años…
   –Está bien, cómo eres. Pues me ha contado algo que ha sucedido en la taberna.
   –¿Sí? –esta vez se removió en el asiento–, ¿le ha pasado algo malo a Elena?
   –Ah, al final he conseguido interesarte. Yo también te conozco un poquito, mujer…
   –Cuenta, no me tengas en ascuas –le agarró de la camisa y le zarandeó. Él puso cara de asustado y juntó las manos.
   –Confesaré, lo diré todo –recibió un pescozón–. ¡Ay!.
   –¡Empieza ya!, no me enfades.
   Comenzó a reírse, tomó aire y puso una mano en el regazo de su mujer.
   –Que tu hija, ha puesto firme a Enrique.
   –¿Ha pasado algo malo? –preguntó asustada.
   Y su marido le contó lo que le dijeron.
    –Al final va a resultar la moza con más agallas del pueblo… –intervino la madre al acabar el relato.
   –Pues claro, ¿qué creías? Simplemente dale tiempo, ha sido su primera decisión de adulta.
   –Así que, lo de cortar leña, fue por eso.
   –Una forma de desahogarse.
   Se abrazaron, riendo, acompañados por los estallidos de los leños.


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