viernes, 8 de enero de 2016

LA TORRE. Alejandro. Cap. 2.



2

La flor

   En el caballete había una tabla triangular, y en ella una flor morada. Estaba colocada en una posición geométrica, con los extremos de los pétalos apuntando hacia los vértices del triángulo. Todo estaba muy ordenado, salvo las hojas que surgían bajo ella: estaban curvadas, deshaciendo la rigidez e imprimiendo movimiento a la composición. Parecía estar acabada, pero aún no estaba satisfecho. El fondo no le convencía, quizás por ser demasiado estridente y atrevido. Estuvo un rato contemplando su obra, con la paleta y varios pinceles sujetos en la mano izquierda, y otro pincel en la derecha. Se acercó al caballete y dio unas pinceladas rosadas sobre el morado. Mezcló color en su paleta para conseguir tonos más pálidos y siguió dando pequeñas pinceladas en el fondo. Luego las fundió parcialmente en el morado. Se quedó mirando y volvió a realzar algunas de las diminutas manchas rosadas. Así estaba mejor. Dejó la paleta sobre la silla que había junto al caballete y metió los pinceles en el tarro que colgaba atado con una cuerda del respaldo. Se alejó y contempló su obra. Estaba satisfecho, la podía dar por concluida.
   Cogió un trozo de hoja de periódico y se entretuvo en retirar pacientemente la pintura que quedaba en los pinceles. Luego tomó la espátula y limpió la paleta, retirando las mezclas de color ya inservibles, depositándolas en el papel. Arrojó el papel a una caja que hacía las veces de papelera. Cogió un trapo y acabó de limpiar la paleta. Agarró de nuevo los pinceles y salió a lavarlos. El baño estaba al otro lado del pasillo. Lo compartía con el inquilino que ocupaba la otra habitación de la buhardilla.
   Al volver, volvió a mirar la flor, estaba contento con el resultado. Había sido una suerte que doña Adela, su casera, quisiera colgar un cuadro en la salita de entrada. Parece que todo surgió cuando las cotillas de las vecinas le habían dicho que teniendo alojado a un pintor, y ella sin un cuadro en la casa. Le faltó tiempo para decidirse a encargarle uno. Y eligió como tema lo que más le gustaban, las flores. Conociendo lo pulcra que era y lo ordenado que tenía todo, se decidió por una composición geométrica. Estuvo una mañana entera en los alrededores de la ciudad y en la ribera del río, haciendo dibujos de distintos tipos de flores. Por la tarde, en casa, estudió distintas composiciones hasta encontrar una de su agrado. Luego se la presentó a su casera, doña Adela, que le dio el visto bueno. Se puso manos a la obra, y aquí estaba el resultado. Este mes, ya no tenía que pagar la habitación. Ya podía encargarle otro, y solucionaba también el tema de la comida. 
   Se asomó a la ventana, hacía buena tarde. Cuando pensaba, le gustaba hacerlo ahí, mirando sobre los tejados de la ciudad. Había acabado una pintura, pero no tenía ningún encargo más a la vista. Estaba difícil, los conocidos no podían permitirse comprarle un cuadro cada poco. Ahora mismo estaba en blanco, no sabía qué pintar. ¿Un autorretrato quizás?, ya tenía uno colgado y otros pocos arrinconados. Siempre le quedaba hacer vistas de los monumentos. A veces la gente se acercaba a mirar, alguno acabaría comprando. Sobre todo esos extranjeros que a veces se dejaban caer por la ciudad. Mañana saldría a dibujar monumentos.
   Se deleitó en la vista que disfrutaba desde su ventana, el Acueducto, discurriendo por el mismo centro de su calle, adentrándose hacia la ciudad vieja. Era una perspectiva bastante escorada, eso era cierto. Sólo el gris tan frío del granito, pese a algunas vetas ligeramente rojizas, no le gustaba. El contraste del conjunto de casas a su alrededor, con sus vigas de madera y sus viejos tejados cálidos mejoraban el conjunto.
   Pero, un momento, empezó a recordar. Se fue hacia el montón de papeles y quitó el de encima y cogió los siguientes: los de la madrugada insomne en lo que estuvo tratando de dar forma al dragón que había amenazado a la ciudad. Se quedó mirando la composición. El Acueducto y el dragón, el dragón-Acueducto. Extraño mundo el de los sueños, no debía dejar pasar esta oportunidad. El sueño de la noche anterior, ¿por qué no? Lo estudiaría, era una composición complicada, y atractiva a la vez. De momento, bajaría a cenar y le comunicaría a su casera que ya tenía acabado su cuadro.



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