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La
flor
En el caballete
había una tabla triangular, y en ella una flor morada. Estaba colocada en una
posición geométrica, con los extremos de los pétalos apuntando hacia los
vértices del triángulo. Todo estaba muy ordenado, salvo las hojas que surgían
bajo ella: estaban curvadas, deshaciendo la rigidez e imprimiendo movimiento a
la composición. Parecía estar acabada, pero aún no estaba satisfecho. El fondo
no le convencía, quizás por ser demasiado estridente y atrevido. Estuvo un rato
contemplando su obra, con la paleta y varios pinceles sujetos en la mano
izquierda, y otro pincel en la derecha. Se acercó al caballete y dio unas
pinceladas rosadas sobre el morado. Mezcló color en su paleta para conseguir
tonos más pálidos y siguió dando pequeñas pinceladas en el fondo. Luego las
fundió parcialmente en el morado. Se quedó mirando y volvió a realzar algunas
de las diminutas manchas rosadas. Así estaba mejor. Dejó la paleta sobre la
silla que había junto al caballete y metió los pinceles en el tarro que colgaba
atado con una cuerda del respaldo. Se alejó y contempló su obra. Estaba
satisfecho, la podía dar por concluida.
Cogió un trozo de
hoja de periódico y se entretuvo en retirar pacientemente la pintura que
quedaba en los pinceles. Luego tomó la espátula y limpió la paleta, retirando
las mezclas de color ya inservibles, depositándolas en el papel. Arrojó el
papel a una caja que hacía las veces de papelera. Cogió un trapo y acabó de
limpiar la paleta. Agarró de nuevo los pinceles y salió a lavarlos. El baño estaba
al otro lado del pasillo. Lo compartía con el inquilino que ocupaba la otra
habitación de la buhardilla.
Al volver, volvió a
mirar la flor, estaba contento con el resultado. Había sido una suerte que doña
Adela, su casera, quisiera colgar un cuadro en la salita de entrada. Parece que
todo surgió cuando las cotillas de las vecinas le habían dicho que teniendo
alojado a un pintor, y ella sin un cuadro en la casa. Le faltó tiempo para
decidirse a encargarle uno. Y eligió como tema lo que más le gustaban, las
flores. Conociendo lo pulcra que era y lo ordenado que tenía todo, se decidió
por una composición geométrica. Estuvo una mañana entera en los alrededores de
la ciudad y en la ribera del río, haciendo dibujos de distintos tipos de
flores. Por la tarde, en casa, estudió distintas composiciones hasta encontrar
una de su agrado. Luego se la presentó a su casera, doña Adela, que le dio el
visto bueno. Se puso manos a la obra, y aquí estaba el resultado. Este mes, ya
no tenía que pagar la habitación. Ya podía encargarle otro, y solucionaba
también el tema de la comida.
Se asomó a la ventana, hacía buena tarde. Cuando pensaba, le
gustaba hacerlo ahí, mirando sobre los tejados de la ciudad. Había acabado una
pintura, pero no tenía ningún encargo más a la vista. Estaba difícil, los
conocidos no podían permitirse comprarle un cuadro cada poco. Ahora mismo
estaba en blanco, no sabía qué pintar. ¿Un autorretrato quizás?, ya tenía uno
colgado y otros pocos arrinconados. Siempre le quedaba hacer vistas de los monumentos.
A veces la gente se acercaba a mirar, alguno acabaría comprando. Sobre todo
esos extranjeros que a veces se dejaban caer por la ciudad. Mañana saldría a
dibujar monumentos.
Se deleitó en la
vista que disfrutaba desde su ventana, el Acueducto, discurriendo por el mismo
centro de su calle, adentrándose hacia la ciudad vieja. Era una perspectiva
bastante escorada, eso era cierto. Sólo el gris tan frío del granito, pese a
algunas vetas ligeramente rojizas, no le gustaba. El contraste del conjunto de casas
a su alrededor, con sus vigas de madera y sus viejos tejados cálidos mejoraban
el conjunto.
Pero, un momento,
empezó a recordar. Se fue hacia el montón de papeles y quitó el de encima y
cogió los siguientes: los de la madrugada insomne en lo que estuvo tratando de
dar forma al dragón que había amenazado a la ciudad. Se quedó mirando la
composición. El Acueducto y el dragón, el dragón-Acueducto. Extraño mundo el de
los sueños, no debía dejar pasar esta oportunidad. El sueño de la noche
anterior, ¿por qué no? Lo estudiaría, era una composición complicada, y
atractiva a la vez. De momento, bajaría a cenar y le comunicaría a su casera
que ya tenía acabado su cuadro.
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