jueves, 23 de abril de 2015

LA PERFORMANCE. Segunda parte. Capítulo 19.



-19-

 Jueves: tercera cita



   –Hasta luego, Piero.

   –Ciao, preciosa. Y no olvides echar un vistazo a la prensa de hoy.

   Era un seductor y no podía evitar piropear hasta a su abuela. Cerré la puerta de su despacho. Era la segunda vez que me lo decía. ¿Qué sorpresa me depararía hoy la prensa?

   De camino a mi cubículo, sonó mi móvil y lo desconecté. Ese día todo el mundo quería hablar conmigo y yo sólo había realizado una llamada, precisamente para avisar a Pelos que llegaría un poco tarde.

   Cuando salí de clase de dibujo, encendí el móvil y no tardó en sonar. Era mi madre, interesándose por el estado y progreso de mi noviazgo performántico. Llevaba unos días llamándome al mediodía y volvía a hacerlo después de la emisión del programa. Me echaba enormemente de menos. Tenía que hacer un hueco para ir a verla.

   Momentos más tarde, en el bar de la facultad, cuando iba a empezar a comer, volvió a sonar. Era Interlocutor, decía que teníamos que reunirnos antes del lunes para ultimar algunos detalles para la semana siguiente. Le dije que le llamaría más tarde para concretar.

   Apenas había dado unos bocados, cuando volvió a sonar. Esta vez era Piero, quería verme ipso facto. Aquí te pillo, aquí te mato. Todo el mundo quería reunirse conmigo, no sabía de dónde iba a sacar el tiempo. Latino improvisador… Nada más acabar de comer, me fui a verle.

   Resultó no ser una ocurrencia de última hora como imaginaba, tenía el tema atado y bien atado. Faltaba poco tiempo para que comenzara la nueva fase de la Performance y me dijo que un hotel no era el lugar adecuado para vivir. Él sabía de la frialdad de ese ambiente, y eso que no había pasado demasiadas noche solo, me confesó. Necesitaba un nuevo hogar, porque además volvería a sufrir el acoso voraz de la prensa. Dijo tener la solución ideal.

   Encendió el televisor, el deuvedé y me mostró mi nuevo hogar: un caserón decrépito y agrisado por la contaminación, situado en una calle estrecha y sin demasiado tráfico y aislado del exterior por una reja alta. Tenía una pequeña casa del guardés, donde dijo que instalarían al de seguridad. A simple vista resultaba un poco deprimente, pero me dijo que había empezado a restaurarlo y que me gustaría. Resultó que estaba en el barrio de Salamanca, el mío.

   Para cuando estés casada, dijo entre risas. Acepté encantada el ofrecimiento, pero le puse una condición: que Cristina pudiera venir a vivir conmigo. No quería dejarla sola, ella había venido a Madrid por mí. Sin problemas, dijo, de momento sería mi casa, el día de mañana sería la suya; estaba harto del chalet y de tener que pasarse el día metido en el coche, quería disfrutar de Madrid.

   Cuando llegué a mi despacho, Pelos estaba viendo la grabación y tomando notas. No paraba de trabajar.

    –Lo siento, Ben. Piero me ha retenido hasta ahora. ¿Sería posible hacer un resumen?

   –Es posible. El montaje ha sido fácil, has tenido todo controlado de principio a fin y los efectos especiales, como es una evolución de lo de ayer… Los tortolitos lo han hecho muy bien, te lo voy a demostrar. Ésta es la imagen del día. Consultó sus apuntes y tecleó.

    Apareció la Plaza Mayor. Nos habíamos detenido a ver la pintura mural que cubría el centro de una de las fachadas. Hubo una mirada, una de esas que el día anterior creí no fueran auténticas. Y fue esa mirada la que me decidió –es ahora o nunca–, me dije. Acerqué mi cara a la suya y le besé, él me abrazó y el beso se prolongó unos pocos segundos. Lo había conseguido, quedaba muy espontáneo pese a que hubiera sido premeditado. Esa mañana había salido del hotel con una idea: teníamos que besarnos ya, porque la semana siguiente íbamos a tener que protagonizar algo mucho más subido de tono. Ese beso fue necesario.

   –¡Uuuuaaauuuhhh! Ha sido auténtico.

   –Soy una buena actriz, eso es todo.

   –Ya me hubiera gustado a mí que me dieran un beso como ese. Hay otra escena, y quería preguntarte si quieres conservarla –buscó entre sus apuntes y tecleó–. Yo creo que queda bien.

   Era una escena anterior, de la subida a la Plaza Mayor. Una mujer me había reconocido y repetía mi nombre sin parar. Algunos se detuvieron a ver qué ocurría. Me acerqué a ella y le agarré las manos, aún así no se calmaba. Artista comenzó a hablar con ella y consiguió tranquilizarla. Cuando la dejamos, nos deseó toda la felicidad del mundo. Algunos de los curiosos nos siguieron hasta la plaza, nos observaron a distancia, y el incidente no fue a mayores.

   –Dais la impresión de ser una pareja bien avenida.

   –Pensé que esa escena habría que eliminarla.

   Pelos miró su reloj.

   –Te voy a hacer un resumen de los momentos más importantes.

   Fue seleccionando escenas cortas, no más de siete y lo que pude ver, fue una buena actuación. A Artista se le veía bastante ilusionado y yo tampoco quedaba relegada. Como decía Pelos, hay miradas que lo dicen todo. La impresión del día sería que entre nosotros había lazos profundos. Mi madre se emocionaría al verlo.

   –Eso es todo –dijo Pelos.

   Comenzó a recoger para llevarse el material para el montaje definitivo. Entonces me acordé de la insistencia de Piero con la prensa.

   –Ben, ¿no tendrás por un casual los artículos de la prensa de hoy?

   –Aún no he hecho las copias. Supongo que lo dices por lo de tu antiguo novio.

   –¿Qué?

   –Le han entrevistado.

   –¡Tengo que verlo enseguida! ¡Cómo ha podido!

   –Si puedes esperar un momento, llevo esto y enseguida te lo traigo. No tardo nada –salió del despacho.

   Felipe. No había vuelto a saber de él. Un buen chico, de carácter un tanto débil, pero bueno al fin y al cabo. Me costaba creer que se hubiera dejado convencer por la prensa para airear lo nuestro. Desde luego por dinero no sería.  

   Pelos entró con un fajo de periódicos y lo soltó sobre la mesa. Cogió el primero y me lo pasó.

   –Ve mirando éste, te vas a reír.

   La portada tenía una anotación en bolígrafo azul, el número cincuenta y tres. Abrí el periódico por esa página. Violeta Vera, más cerca de tener un hijo. El artículo en sí no aportaba nada nuevo, sólo resumía lo que estaba por venir y muy sucintamente. Lo mejor era la foto, en ella estábamos Carlos y yo, y ¡nuestro hijo!

   –¡Esto es increíble!

   Pelos acercó su silla a la mía.

   –Ya saben cómo va a ser.

   –Se parece a Carlos –cerré el periódico.

   –No sabía que ayer hubieras concedido una entrevista. Es buena –puso un periódico encima del anterior y lo abrió– y has quedado muy bien.  

   Cómo no iba a ser buena, si la había dirigido yo, ellos sólo tuvieron que redactarla y si no le dieron a la imaginación, bien servidos íbamos.

  –Fue improvisada, alguien debió dar un chivatazo y me encontraron en la tertulia del Acuarelas.

   Había quedado muy bien en la foto, era bueno el tal Juan Montes. Debería tenerlo en cuenta por si algún día precisaba de sus servicios. Pelos volvió a mirar la hora.

   –Lo leeré luego. Pásame la de mi ex.

   Pelos me pasó el periódico abierto y señaló con el dedo.

   –Aquí le tienes. Está macizo el chico.

   –¡Como que es Cachas! –me quedé perpleja–. Éste no era mi novio.  

   –Ah, ¿no? ¿Entonces quién es?

    –Fue una aventura pasajera.

   Comencé a leer. Se hacía llamar Nando. Nunca llegué a saber su nombre y tampoco le dije el mío, éramos simplemente Princesa y Cachas. Me salté la presentación y fui a la entrevista.

   –Conocí a Violeta en el gimnasio. A veces le aconsejaba cómo mejorar con alguno de los ejercicios. Un día tuvo un tropiezo en la cinta y se torció el tobillo. Ese día la acompañé a su casa y bueno, volvimos a vernos fuera del gimnasio y acabamos saliendo.

   –Cuéntame cómo era.

   –La mujer más hermosa. Era muy alegre, siempre estaba sonriendo. Sus ojos eran fascinantes.

   –¿Ibais en serio?

   –Sí, durante unos meses fue la mujer de mi vida.

   –¿Qué ocurrió?

   –No lo sé. Le empezaron a entrar ideas raras en la cabeza. Al principio creí que se trataba de una broma, ella era así, pero cuando vi que iba en serio…

   –Te refieres a la Performance.

   –Y a lo de tener un hijo con un completo desconocido. Cuando me enteré de lo que pretendía hacer, no lo pude soportar y la dejé.

   –¿No apruebas lo que hace?

   –Es su vida, puede hacer lo que quiera con ella.

   –Tú la querías. ¿Intentaste disuadirla?

   –No escuchaba a nadie, ni siquiera a sus amigos.

   No podía creerme lo que estaba leyendo. Cuando no tergiversaba los hechos, se los inventaba. ¡Cómo había podido traicionarme de aquella manera!

   –¡Será vanidoso! ¡Decir que hemos salido! ¡Cómo puede contar una sarta de mentiras tan grande!

   –No sé, igual se hizo ilusiones y como no le correspondiste, se venga de ese modo.

   –¿Qué periódico es? Este País, ya decía yo. Dos meteduras de pata en muy poco tiempo. Se van a enterar.

   –No le des importancia, deja que la Cadena se encargue de todo –puso su mano sobre la mía–. Si no han logrado dar con tu novio y lo han confundido con este petulante, la cosa va bien.

   –Tienes razón. No merece la pena molestarse, ni por él ni por el periódico.

   –Cierto, te guardaré la noticia como una anécdota más en torno a la Performance.

   Pelos cogió mi mano entre las suyas.

   –Ben, ¿qué haces?

   –Violeta, hace un tiempo que trabajamos juntos…

   –Ben… –retiré mi mano.

   –Me gustas mucho –puso su mano sobre mi hombro–. Violeta, somos dos personas con los mismos intereses, compartimos el trabajo de la Performance…

   No me podía estar pasando. No a dos pasos de la culminación de la Performance. No en un momento en que no podía prescindir de él.

   –Pero Ben, tú sabes que no puede ser.

   –I know, es el trabajo de tu vida –agachó la cabeza y la movió de un lado a otro–. I know, pero podré soportarlo. I will be the best father for your son.

   –Ben, estás hablando en inglés…

   –I´m sorry. Lo siento, lo siento –levantó la cabeza y se puso colorado.   

   El último día. Debí imaginármelo. Yo puedo sustituirle, aquello había sido una indirecta. Y para acabar de estropearlo, le había abrazado.

   –Ben… –cogí sus manos temblorosas. Tenía que decirle que yo no sentía lo mismo, pero en esos momentos le veía débil y temía que si le decía la verdad, abandonara su trabajo en Cadena 13.

   –¿Sí?

   –Me has sorprendido, no me lo esperaba.

   No podía perderle, tenía que darle falsas esperanzas.

   –Es tan excitante trabajar contigo, alguien con tanta creatividad –sus ojos estaban húmedos–. Estamos tan compenetrados, sé lo que quieres y tú sabes lo que soy capaz de hacer.

   –Ben –acaricié sus manos–, he estado tan inmersa en este trabajo que no me he dado cuenta de nada. Ni siquiera ayer, cuando te di un beso fui consciente de tus sentimientos. Perdóname.

   –Es culpa mía –su voz se quebraba–, estoy tan solo…

   Le abracé. Vivía para el trabajo y probablemente fuera la única mujer con la que se relacionaba.

   –Ben, sabes que no siento lo mismo que tú. Dame un poco de tiempo –me miró y sus ojos se abrieron a la esperanza.

   –Yo no quiero arruinar tu Performance –desasió su mano y la llevó a mi mejilla.

   Fue un gesto tierno y me llegó al corazón. Acerqué mi rostro al suyo y cerré los ojos. Sentí sus labios posarse en los míos.

   Instantes después, Ben recogía sus cosas. Desde la puerta, levantó la mano y me dedicó un triste adiós.

   Una nubecilla más. Yo contemplaría cómo se alejaba y desaparecía en el horizonte.   Cerré los ojos y saboreé mis labios.

   Besos… Ben, había sido tierno e inexperto. Carlos, también había sido nuestra primera vez, aunque fuera como vivirlo una segunda, pues antes había tenido lugar en el sueño, aunque de eso no estuviera totalmente segura. ¿Era él, era Interlocutor o una mezcla de ambos? Mi mente volvió al pasado, a aquella noche en la que Interlocutor me robó un beso, alentado por mi inconsciencia de haberle robado otro anteriormente.

   Besos…, todos ellos habían sido una primera vez…

   Besos…, y no podía decir que alguno de ellos me hubiera disgustado.

   Era el momento de olvidar, para volver renovada.

   Mi madre deseaba verme. Iría el fin de semana.



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