miércoles, 20 de julio de 2016

NERJA. EL DIARIO MADRUGADOR. Basado en los hechos ocurridos el 19-VII-16.


NERJA. EL DIARIO MADRUGADOR.



     El Balcón de Europa, una plaza ajardinada que avanza sobre el acantilado, mirador y centro neurálgico de la población de Nerja, donde se concentran oriundos y foráneos para tomar un refrigerio, hacerse caricaturizar, observarse entre sí o contemplar el mar. Ayer martes, la tranquilidad del lugar se vio alterada a las doce del mediodía, cuando un vecino de la localidad avisó al 112 para alertar del avistamiento de un objeto sospechoso, algo insólito que jamás había ocurrido en aquella plaza que le vio nacer.

     Impresionados los miembros del 112 por lo que el ejemplar vecino acababa de relatarles, decidieron contactar con la Policía y la Guardia Civil para que decidieran ellos a quién competía investigar el asunto. Antes de tomar una decisión, ambos cuerpos de seguridad decidieron desplazarse al lugar de los hechos con cuatro agentes cada uno. Situaron un coche frente al otro y de mutuo acuerdo, utilizaron la megafonía para ordenar desalojar sin demora la plaza; después acordonaron la zona por los tres accesos posibles.

     Un miembro de cada cuerpo, en estrecha colaboración interdepartamental, avanzó sobre el pavimento de la plaza con las palmeras como mudos testigos, para detenerse a medio camino. Al fondo estaba el problema, en el espacio circular que se abría sobre el acantilado. Sacaron los prismáticos. Sobre uno de los bancos dormitaba un gato, ajeno al peligro.

     Ninguno de ellos quería ser el primero en acercarse y se comunicaron con sus superiores, quienes a su vez contactaron con el Ministro del Interior. El artificiero de la zona disfrutaba de un permiso vacacional y el operativo más cercano se hallaba en Sevilla; por lo que recibieron la orden de continuar adelante, con el beneplácito del señor Ministro.

     Avanzaron lentamente hacia el banco. El gato abrió un ojo, los observó con desgana y volvió a dormitar. Si éste supiera hablar, tal vez hubieran podido preguntarle por la mochila de tela marrón sintética, que abrazada por una cadena asegurada con un gran candado, permanecía presa a la pata derecha del banco de piedra. Sin saber qué hacer, volvieron sobre sus pasos hasta llegar a un banco a la sombra y se sentaron a vigilar la mochila sospechosa.

     Dos horas más tarde, un oriental que no se había saltado el cerco al Balcón de Europa porque salió de uno de los restaurantes que daban al mismo, fue derecho hacia el banco. Los agentes reaccionaron a la modorra que les invadía en tan caluroso día de verano y poniéndose en pie, desenfundaron el arma reglamentaria, dieron el alto al sospechoso y lo detuvieron.

     Una hora más tarde, gracias a la colaboración de un inglés que se ofreció a intermediar como traductor, obtuvieron la confesión del sospechoso. Era coreano y estaba de vacaciones. Acababa de llegar a Nerja y tenía hambre, por lo que decidió entrar a comer el menú del día en un restaurante de dicha plaza y no se le ocurrió mejor idea que dejar sus pertenencias a buen recaudo en el Balcón de Europa. Aseguró que la cadena era fuerte y el candado de calidad, aunque no supo responder si la tela de la mochila era resistente y permaneció pensativo cuando le preguntaron si no imaginó que cualquiera sabría abrir los cierres de la misma.

     Cuatro miembros de los cuerpos de seguridad con las armas prestas ante cualquier eventualidad le acompañaron hasta el banco, donde el coreano saco una llave del bolsillo de la camisa y procedió a abrir el candado y retirar la cadena. Tal y como se le ordenó, abrió la mochila y fue colocando sus pertenencias sobre el banco, lo cual molestó al gato que fue a prolongar su siesta a algún lugar más tranquilo. Así alineó una libreta, un lapicero, un paquete de chicles, una chocolatina, una lata de red bull, una guía de Andalucía, unos calcetines y unos calzoncillos. Al volver la mochila del revés pudieron comprobar que no había nada más.

     Ante tan inusual situación, el Ministro del Interior, que había sido informado de los hechos, no supo qué hacer y dio la orden de que dejaran al estúpido coreano continuar su camino. Uno de los guardias se acercó a informarle, omitiendo el apelativo despectivo empleado por el señor Ministro y aconsejándole por sus cuenta y riesgo que allá donde fuera, se hiciera acompañar por su mochila.

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